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Lo primero que sentí al leer estas preciosas lecturas fue tristeza, porque
pensé en tantos y tantas que no las escucharán.
Tantos y tantas que no escucharán a Dios que los llama “Oíd, sedientos
todos, acudid por agua”. No escucharán a Dios advirtiendo sobre “lo que
no alimenta” de “lo que no da
hartura”. No escucharán a Dios proclamando: “Escuchadme atentos…, venid
a mí: ...y viviréis”.
Tantos y tantas que no escucharán a San Pablo que empieza preguntándose: “¿Quién
podrá apartarnos del amor de Cristo? Y acaba diciendo: “nada… podrá
apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”.
Tantos y tantas no contemplarán a Jesús compadeciéndose de las multitudes y
alimentándolas.
Por esto, me entristecía... tantos y tantas que no escucharán estas
palabras de vida, de luz, de sentido.
Primera lectura:
“Oíd, sedientos todos, acudid por agua,...
Venid..., comprad trigo, comed sin pagar...
Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.
Venid a mí: escuchadme, y viviréis”.
Y en el evangelio se
da cumplimiento a todas estas promesas... Cada una de estas expresiones remiten
a Jesús y a la eucaristía (pan de vida).
Esta convicción, Dios da vida y llena mis
anhelos más profundos, es necesario que presida nuestra vida e ilumine nuestro
día a día... Aunque nos pasen cosas que no entendemos, podemos encontrar a Dios
comunicando vida...
Quizás alguien piense: “pero todo esto yo
no lo siento”. Nuestra vida cristiana, nuestra santificación, se apoya en el
espíritu, no en la sensibilidad. Lo que rige nuestra vida ha de ser la fe, la
razón iluminada por la fe, no la sensibilidad. La dimensión sensible es muy
voluble: ahora sientes esto, después sientes aquello otro, y mañana no sentirás
nada... No rindamos culto a las emociones sino al Dios vivo, que nos está dando
vida siempre.
Dios nos da vida. Hemos de ponernos las
gafas de la fe y hacer una nueva mirada a nuestra vida. Tengo la impresión, y
yo el primero, que no acabamos de saber ver toda la vida que Dios nos ha dado,
algunos ejemplos...:
. Nuestra vida tiene un sentido:
amar, hacer el bien, darse a los demás. Esto nos ha venido de Dios, de
Jesucristo.
. En nuestra vida hay una esperanza:
él está y nos lleva a la vida eterna. Esto nos viene de Dios...
. Hemos aprendido a distinguir el
bien del mal. Hemos aprendido que una cosa no es buena o mala porque a mí me lo
parece, no somos nosotros los definidores del bien y del mal. Diálogo con
persona vinculada a la Fundación Albada,..., “Me conformaría en que al salir
supieran distinguir el bien del mal”. Viene de Dios...
. Hemos cultivado nuestra
interioridad, hemos mirado nuestro interior, nos hemos conocido, nos hemos
trabajado, hemos ido mejorando.
. Hemos establecido una relación
interpersonal profunda con Jesucristo, que al margen de sentir o no
sentir, ha sido nuestro buen pastor, que
guía, que encamina, que cura, sana, que perdona, que alimenta, que nos da sus
gracias.
. Y todo esto nos ha llevado como
dice San Pablo a “ser unos apasionados para hacer el bien”.
Todo esto, y mucho más, nos ha venido de
Dios. ¡¡Cuánta vida nos ha dado Dios!! ¿Quién de nosotros si mira su vida podrá pensar que Dios le ha dado poca
vida? Nadie. Gafas de la fe.
San Pablo se da cuenta de todo esto por
eso dice: nada, nada de nada, nos podrá separar del Cristo. Él que tiene las
gafas de la fe muy bien graduadas descubre toda la Vida que viene de
Jesucristo.
¡¡Toda esta vida que Dios nos da no es
para quedárnosla para nosotros!! ¡¡Es para comunicarla!! ¿A quién? A todos
éstos y éstas que no escucharan estas palabras llenas de luz que hoy hemos
leído. “Dadles vosotros de comer”.
Con estas palabras de Jesús empecé mi
intervención hace unos días ante el alcalde, los regidores y el representante
de Freudenberg que nos daba quince mil euros a Cáritas. “Si estoy aquí” dije, “es por
culpa de Jesús y porque Jesús dijo cosas como éstas :”Dadles vosotros de
comer”.. Estas palabras han ido resonando de generación en generación. Nos han
movido, nos han motivado”. Esto decía aquel día.
La vida que Dios nos da es para
compartirla. “Dadles vosotros de comer”. ¿Qué nos pide Dios? Que pongamos a su disposición lo poco que
tenemos, nuestros “cinco panes y dos peces”. Yo quiero ser como aquel joven que
ofreció todo lo que tenía, casi nada, pero era todo, y Dios a partir del “casi
nada” lo hace todo... lo multiplica todo...
Hagamos ahora unos momentos de silencio,
agradezcamos a Dios la vida que nos ha dado y le decimos que ponemos nuestros
cinco panes y dos peces a su disposición para lo que él quiera...