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El evangelio de hoy es muy
curioso, sorprendente. Vamos a enumerar algunos elementos que hacen de esta
parábola una parábola sorprendente:
. Jesús explica la parábola. Es la única parábola que Jesús explica.
. El sembrador tiene muy mala puntería, cuánta semilla que cae en
tierra que no da fruto. ¡Qué raro! no?A la gente del tiempo de Jesús esto les
debería sorprender mucho porque en tiempos de Jesús la semilla era muy valiosa.
Tenían mucho cuidado de donde caía. El sembrador de la parábola no tiene este
cuidado.
. El sembrador es muy generoso sembrando, no escatima semillas.
Parece que haya semillas de sobras.
Habitualmente
la explicación que se hace, es que la semilla es la Palabra de Dios, y que
nosotros somos la tierra. Y que cada uno es un tipo de tierra diferente. Hay
tierras al borde del camino, tierras rocosas y tierras con cardos donde la
semilla no puede crecer por diferentes motivos.
Cada tierra correspondería a una tipología de persona.
En
cambio hay una tierra buena donde puede crecer la semilla. Esta tierra seríamos
nosotros, “los buenos”, que escuchamos la palabra y damos fruto.
No
es una interpretación incorrecta, pero, pienso que también siendo fieles al
texto podemos hacer otra interpretación: en nosotros conviven las cuatro
tierras.
Pienso
que es más realista. Seamos sinceros... En nosotros no todas las semillas, no
toda la palabra, cae en tierra buena y da fruto. Hay semillas que no
aprovechamos, hay palabras de Jesús que sabemos que no cumplimos. Tenemos en
nosotros apegos, maneras de hacer, tendencias, que sabemos que no son
evangélicas.
Con
lo cual la parábola se convierte en una exhortación muy potente a trabajarnos
para acoger la palabra.
“Si
uno escucha la palabra del reino sin entenderla,… esto significa lo sembrado al
borde del camino”. Esto nos ha pasado a todos...
A mí el primero. Escuchamos textos que no entendemos...
¿Qué
nos pide esto? Hace falta entender la Palabra. ¡Es fundamental! Hemos de ser unos estudiosos de la Palabra.
Así convertimos la tierra al borde del camino en tierra buena. ¡¡Vale la pena!!
“Dichosos vuestros oídos porque oyen”, esa palabra que nos da vida.
¡Dichosos porque esta Palabra es Jesús mismo! “El Verbo se hizo carne”. ¡¡Lo
poseeremos más plenamente a él!! Que es el bien más grande...
Si
“lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en
seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene
una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe”. Esto nos ha pasado a
todos. Descubrimos una gran belleza en las palabras de Jesús, las recibimos con
alegría, pero, muchas veces las dificultades nos pueden: la pereza, la rutina,
los horarios no fáciles, la tibieza. Y aquella palabra queda muerta en
nosotros. ¿Qué nos pide esto? ¿Cómo quitamos estas rocas? Pidiendo la gracia, la fuerza y poniendo también de nuestro esfuerzo. Las rocas pesan, es
necesario ponerse con ganas. ¡¡Vale la pena!! Así convertimos la llena de rocas
en tierra buena. Y podemos acoger mejor a Jesús … Que es el bien más grande...
Si
“lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los
afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril”.
Esto nos ha pasado a todos... El mundo tira de nosotros con mucha fuerza y de
muchas maneras...
He
estado la semana pasada de campamentos con jóvenes de dieciocho años o más. Qué
fuerza tienen las pantallas en su vida: la de horas que se pasan viendo series,
películas, vídeos tontos, jugando a juegos de ordenador, etc... La atracción
del mundo es capaz de ahogar la Palabra...
Las
preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas, de una manera o de
otra, esto también nos pasa a nosotros...
¿Qué
nos pide esto? ¿Cómo quitamos esta atracción? Discernimos,
descubrimos lo que realmente nos llena y hace bien y lo que no. Ves tres
capítulos seguidos de una serie, mientras dura, muy bien. Acaba y te sientes
vacío. Haces lectura espiritual, acaba y te sientes lleno. Bien. Feliz. ¡¡Vale
la pena!! ¡Seremos felices porque
poseeremos más plenamente a Jesús! ¡Que es el bien más grande!
La sobriedad en los estímulos es muchas veces una
gran puerta a las bendiciones de Dios. Ser sobrios, un cierto ayuno de
imágenes, ruidos, estímulos, nos hace mucho bien...
Agradezcamos a Jesús que nos envíe tantas
semillas y pidámosle que nos ayude a ver aquello que impide que crezcan en
nosotros.