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¡¡Con qué radicalidad se expresa Jesús!! ¡Sorprende! ¡Nos
descoloca! Esta radicalidad nace de un convencimiento profundo de Jesús: “sólo
en la medida que, realmente, la persona me siga, encontrará la vida, la luz, la
verdad, la felicidad.” Él es la vida. ¡Cuanto más cerca, más vida! Lejos de él,
la muerte. Este convencimiento, esta certeza, lleva a Jesús a expresarse de
esta manera.
De esta certeza que habita en su corazón nacen las
expresiones más exigentes de seguimiento de todo el evangelio: “El que ama
al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a
la hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en
pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá”.
1. Sólo Dios puede hablar así.
Un hombre no puede hablar de esta manera. Escuchando estas palabras entendemos
que ante Jesús sólo hay dos alternativas posibles: “era un loco”, o “es Dios”.
No hay una tercera vía... ¡¡Amar a Jesús más que a los hijos!! El que lo dice o
es loco o es Dios...
Descartemos que sea un loco,
porque un mensaje tan sublime como el suyo, tan coherente con la naturaleza
humana, tan inspirador para millones de personas, no puede ser fruto de la
mente de un loco.
Y si es Dios paremos mucha
atención... porque lo que dice, lo dice buscando nuestro bien... Dios en Cristo
nos hace el regalo más grande de nuestra vida. Dios en Cristo nos lo da todo.
Cristo consciente de esto, se expresa de esta manera.
Si todo esto es cierto, hemos
de ser unos motivados por Jesús: para acercarnos a Jesús, para conocer a Jesús,
para vivir su mensaje cada vez con más profundidad. ¡Y acabar enamorados de
Cristo! ¡Dios en Cristo nos lo da todo!
Todo esto nos habla del
enamoramiento. Las frases de Jesús sólo la puede entender un enamorado de Dios.
El que no está enamorado lo vive como una exigencia. El que está enamorado,
como una motivación, como una gracia.
Decía San Antonio María
Claret: “Enamórense de Jesucristo y lo tendrán todo”.
2. La Palabra de Dios que vamos proclamando cada domingo
siempre ha de ser escuchada bajo este prisma: Jesús me comunica lo que es mi
mayor bien...
La palabra de hoy nos lleva a mirar nuestro interior... A
valorar cómo estamos siguiendo, cómo estamos amando a Jesús, ... No creo que
nadie diga: “¡soy un crack viviendo este evangelio!” “¡Lo estoy haciendo muy
bien!” Más bien entendemos tantas, tantas, deficiencias, en nuestro
seguimiento.
Pero estas deficiencias hacen brotar una oración...
“¡¡¡Señor, ayúdame a vivir esto que me propones!!!”. “Señor es que no puedo,
soy débil, ..., ayúdame...”
Dios se complace en la pequeñez de María, “ha mirado la humillación de su esclava”.
También nosotros nos hemos de sentir pequeños y Dios se complace en nuestra pequeñez.
¡¡Seguir a Jesús como nos lo propone hoy es una gracia!!
¡Hace falta pedirla! ¡¡Implorarla!! Un día y otro día... El cristianismo es más
recibir que hacer cosas.
¿Qué lugar ocupa Cristo en nuestra vida?, ¿Tenemos la
vida planteada para que aquello que más amamos sea Cristo?, ... Vayámoslo rezando esta semana.
Pidamos a Jesús que esta eucaristía nos ayude a seguir a
Cristo como él desea ser seguido...