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La Solemnidad de hoy nos
habla del amor de Dios. Nos habla del deseo de Dios de unirse a nosotros. El
Hijo de Dios, Dios, se ha quedado en un trocito de pan para que nosotros
podamos entrar en comunión con su persona. ¡¡Tanto desea unirse a nosotros que
se queda presente en un trocito de pan!! ¡¡Alucinante!! ¡¡Un amor muy loco!!
¡¡Muy radical!!
Siempre
que vemos un sagrario, hemos de hacernos presente el deseo intensísimo de
comunión de Dios con nosotros.
Vamos
a explicar este deseo de Dios de unirse a nosotros. Dos personas que se aman
¿qué quieren? ¡¡Estar juntas...!! ¡¡Cuanto más tiempo mejor!! ¡¡Y cuanto más
unidas mejor, ¡¡y cuanta más comunión mejor!! Pues, Dios es amor. Dios nos ama,
y ¿qué quiere él que nos ama?... lo que es evidente,… ”estar con nosotros”...
“unirse a nosotros”, “la comunión con nosotros”.
Es
como muy claro... no estoy haciendo ningún juego de palabras… ni ninguna
reflexión un poco profunda... Aquello que nosotros vivimos: el deseo de estar
con la persona amada. Dios, que es amor, lo vive todavía con mayor
intensidad...
Lo que más desea Dios es
unirse a nosotros. Dios “arde” en deseos
de unirse a nosotros. No hay nada que Dios anhele más...
¡¡No podré nunca exagerar
este deseo de Dios de unirse a mí!! Nunca lo podré exagerar... si digo “Dios se
muere de ganas...” no exagero, me quedo corto... Si digo “Dios arde en deseos
de...”, no exagero,...
Su deseo de comunión es
absolutamente ilimitado, como su amor.
Como
dice Cotelo, director católico de cine, “Dios no aspira a que creas que existe,
Dios aspira a la unión total contigo”.
En el evangelio de hoy Jesús
mismo expresa este deseo de Dios con palabras
muy claras: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo
en él”...
Ante este deseo perdonadme la expresión... “¿en qué diablos
ando yo distraído?” ¡¡Todo esto que estoy diciendo es para pensarlo, para
rezarlo!!
Podríamos decir que no es una
idea más. Si no que es un punto constitutivo de la vida cristiana. Él desea
unirse a nosotros y nosotros nos realizamos como personas por esta unión con Dios.
Es más esta idea podríamos
decir que podría ser como un principio hermenéutico. Explico esta palabrota.
Esta idea nos puede ayudar a entender muchas otras realidades o ideas. Por
ejemplo:
¿Por qué la Iglesia? Porqué
Dios quiere continuar presente entre nosotros a lo largo de la historia. No
quiere marcharse del todo. La Iglesia es prolongación de la presencia de
Cristo.
¿Por qué los sacramentos?
Porqué Cristo quiere continuar comunicando salvación, gracias, vida, como hacía
hace dos mil años, y los sacramentos prolongan
su acción en la historia. No deja de actuar, lo hace de otra manera.
¿Por qué la oración? Porqué
en ella hay un encuentro, entre Dios y nosotros. ¡¡En ella hay una unión con
Dios!! Cuando San Juan María Vianney define la oración pone el ejemplo de dos
cirios de cera encendidos, que se van fundiendo y se van juntando.
¿Lo veis? La idea “Dios desea
unirse a nosotros” nos ilumina otras realidades, nos ayuda a entenderlas mejor.
Es un principio hermenéutico.
Cuando reces piensa: “Dios,
las tres personas divinas, desean unirse a mí.” Y rezarás de otra manera.
Cuando vengas a misa piensa:
“Jesucristo, me convoca a esta celebración para unirse a mí”. Y te predispondrás
para esta comunión.
Cuando te pase alguna cosa en
la vida, buena o mala, piensa: “Dios a través de este acontecimiento desea
unirse a mí”. Y lo vivirás de otra manera...
Hagamos ahora un momento de
silencio y hagámonos presente este deseo intensísimo y constante de Dios de
unirse a nosotros.