CAMINEO.INFO.- Hoy celebramos la ascensión de Jesús al cielo. Si hoy celebrásemos
que Jesús se va, ésta tendría que ser una fiesta triste. Que se marche alguien,
y más alguien como Jesús, siempre es una cosa triste, pero no celebramos que Jesús
marchó, ni que se alejó, ni que se separó de nosotros.
Celebramos que Jesús
entra en la plenitud del Padre ya como Dios y como hombre, su humanidad es
glorificada. Y atención: esto le permite
un nuevo tipo de relación con toda la Humanidad, con cada uno de nosotros.
Jesucristo deja de ser visible físicamente, para quedarse entre nosotros con
otras presencias (los pobres, los sacramentos, la palabra de Dios, la
comunidad, la naturaleza, y los acontecimientos, y de esto hoy hablaremos).
Presencia que quiere certificar con sus palabras finales, las últimas del
evangelio de Mateo, es muy significativo: “Y sabed que yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el final de los tiempos”.
En esta fiesta tan
solemne Jesús nos hace lo que se le llama el Gran Envío, cuatro tareas, cuatro
imperativos le dan forma: id, haced discípulos, bautizad, enseñad.
Este texto lo
comentamos en una de las charlas post-misa. Yo os preguntaba ¿¿Cuál de los
cuatro verbos os parece el más importante??..., .... Fijémonos cómo lo expresa
Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar
todo lo que os he mandado”.
¿¿El verbo más importante?? El
centro gramatical y centro teológico de la frase es “haced discípulos”.
El resto de verbos giran entorno de hacer discípulos.
“Id”, a hacer discípulos. ¿Cómo?
Bautizándolos y enseñándoles. Todo gira entorno de hacer discípulos.
Los cuatro imperativos tienen una
fuerte carga evangelizadora: “Id” “Haced discípulos” “Bautizad” “enseñad”. Los
cuatro imperativos son una llamada a salir de nosotros y evangelizar.
Pero, cómo podemos evangelizar si
estamos confinados. Vamos a hablarlo. Después de dos meses de confinamiento
alguna palabra tendremos que decir que mire de iluminar lo que hemos vivido y
lo que nos tocará seguir viviendo.
¿Cómo evangelizamos en el
confinamiento? Evangelizamos diciendo sí al confinamiento. Me explico. No me
refiero a cumplir con la normativa. Me refiero a que el confinamiento para un
cristiano no es un hecho que no tiene nada que ver con nuestra fe.
El confinamiento, para un
cristiano, no es una cosa que nos toca vivir, una circunstancia negativa y que
miramos de trampear como podemos, no es un obstáculo para nuestra realización.
El confinamiento, un cristiano no
lo puede vivir al margen de la fe, como si la fe fuera por otros caminos y
sirviera para otras cosas.
El confinamiento es un hecho en el
cual los cristianos reconocemos una
llamada de Dios. En esta llamada se juega nuestro sí a Dios. Aquí se juega
nuestra religiosidad. Una religiosidad encarnada en la vida, como Dios que se
encarnó en la vida.
Fijaros qué diferente: el
confinamiento se puede vivir como una circunstancia negativa que afecta a
nuestra realización personal, o se puede vivir como una llamada de Dios. La
alternativa: o un sin sentido o una llamada de Dios.
Desde esta perspectiva las
circunstancias se nos dan para acercarnos más a él. La fe es este fiarse de que
él nos está llamando en la circunstancia negativa.
En este sentido el sí al
confinamiento, se convierte en el sí a Dios.
La maduración de la fe nos lleva
por aquí: en convertir en instrumento de encuentro con Jesús lo que parece
dificultad. Por tanto, en lugar de percibir la dificultad como una desgracia,
la acogemos como una posibilidad de encuentro con Jesús.
¿Cómo evangelizamos en el
confinamiento? Si hacemos esto estamos evangelizando. Porque quien habla con
nosotros percibe una presencia que da sentido, una presencia que abraza, una presencia
que quita los miedos y las incertidumbres, y esto es profundamente
evangelizador.
Acabo con las palabras de San Pablo, que me las hago mías y que van al
pelo en todo esto que estoy diciendo: “Hermanos, pido a Dios que os conceda
.... os tiene reservadas”. Amén