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Domingo III tiempo de Cuaresma

Sun, 15 Mar 2020 09:37:00
 

CAMINEO.INFO.-

Éxodo
17, 3-7
Sal
94, 1-2. 6-7. 8-9(R.: 8)
Romanos
5, 1-2. 5-8
Juan
4, 5-42

La Palabra de Dios está viva. Esto quiere decir que Jesús siempre nos habla a nosotros. Por tanto, un buen ejercicio es ponerse en la piel de los personajes que hablan con Jesús. A mí me ayuda mucho ponerme en la piel del joven rico, del leproso, del ciego, del paralítico, de la mujer pecadora. Y escuchar a Jesús desde ellos.

Todo esto me sirve para empezar diciendo que cada uno de nosotros nos podemos identificar con la mujer samaritana. Jesús nos espera, especialmente en este tiempo de Cuaresma, para hablar a nuestro corazón, para establecer un diálogo con nosotros, como con la mujer samaritana. Vamos a ver que encontramos en este diálogo:

1. Lo primero que encontramos es la mirada de Jesús. Vale la pena imaginar la mirada de Jesús a la samaritana, una mirada de amor, de comprensión, de acogida, de simpatía, de cariño. Pues, esta mirada la hemos de proyectar hacia nosotros. Jesús nos mira de igual manera a nosotros.

Es bueno al empezar nuestra oración personal imaginar, hacernos presente, esta mirada de Jesús a nosotros. ¡Nos hace mucho bien! Porque nos ayuda a crecer en la experiencia del amor de Dios, que es el fundamento de nuestra vida cristiana.

2. El segundo tema es la sed. “Dame de beber”. Palabras que nos hablan de la sed de Jesús, de Dios, para nosotros. Un texto muy bonito de Henri Nouwen que nos habla de esta sed: “Ahora me pregunto si durante todo este tiempo he sido lo suficientemente consciente de que Dios ha estado intentando encontrarme, conocerme y quererme. Ahora empiezo a ver lo radicalmente que cambiaría mi trayectoria espiritual cuando deje de pensar en Dios como en alguien que se esconde y que me pone todas las dificultades posibles para que le encuentre, y comience a pensar en Él como Aquél que me busca mientras yo me escondo.”

Jesús nos busca, nos sale al encuentro e inicia el diálogo…, porque tiene sed, sed de nosotros, sed de nuestra conversión, sed de nuestra amistad, sed de que le conozcamos, sed de podernos dar el agua viva. Esta sed también nos habla del amor de Dios.

3. Vemos como la Samaritana en su diálogo con Jesús va haciendo un camino de descubrimiento de Jesús: empieza diciendo a Jesús “tú, siendo judío”, después le dice “Señor”, después “profeta”, y finalmente, “Mesías”. ¿Cómo ha hecho este proceso? Por el diálogo con Jesús.

También en nuestra oración, que es un diálogo con Jesús, hay una progresiva descubrimiento de Jesús, que nos va llevando por el camino de la conversión, por el camino de la vida. Un camino donde descubrimos la generosidad de Jesús. La sobreabundancia de su generosidad. Vale la pena prestar atención a todo lo que Jesús se ofrece a darle:

. El agua viva, que es el Espíritu Santo. Es el don por excelencia de Jesús. “…el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”. Cuando encontramos a Dios, cuando lo tratamos como un Dios vivo, no muerto, entonces ya no buscamos más, nuestra sed queda “saciada”.

. Tanto Espíritu Santo le quiere dar Jesús de manera que la samaritana se convierta en una fuente. “…el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Esto me hace recordar aquella poética expresión del papa Francisco en la Evangelii Gaudium donde dice: “... allí estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás” (pto 86). De nosotros también mana salvación y bendición por los que nos rodean. Jesús la fuente, nosotros el cántaro...

. Hay una frase que parece resumir este deseo de Dios de llenarnos, de saciarnos: “Si conocieras el don de Dios…”. Si supiéramos todo lo que Dios nos quiere dar... ¡¡nos quedaríamos alucinados!! ¿Cómo puede ser que ante palabras como ésta, nosotros nos escondamos de él, no estemos motivados, sólo recemos cuatro minutos...? ¿Cómo puede ser que ante un Dios que quiere ser generoso, nosotros nos comportemos como si fuese un Dios “un poco latoso”?...

Ojalá escuchemos hoy su voz, que no endurezcamos nuestros corazones, que celebreramos al Señor con gritos de fiesta, aclamándolo como la roca que nos salva! ¡Adorándolo en espíritu y en verdad!

Ojalá nos tomásemos seriamente la cuaresma.
Ojalá nos tomásemos seriamente la llamada de Dios a la conversión.
Ojalá... la llamada de Dios Padre a escuchar su Hijo.
Ojalá... las prácticas cuaresmales, que son las fuentes de donde mana la generosidad de Dios. ¡Ojalá!

Ahora Jesús nos está mirando..., como a la samaritana,... pidámosle que nos dé deseo de Dios, sed de Dios, sed de conversión, sed de su gracia, sed de su Espíritu...









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