CAMINEO.INFO.- Celebramos hoy la fiesta del bautismo del Señor. Sorprende un
poco que si lunes celebrábamos la Epifanía, ahora ya contemplemos a Jesús
adulto y preparado para comenzar su vida pública. Es un cambio demasiado
rápido.
Si algún día, muy poco probable, yo pudiera hacer alguna
aportación a la liturgia me gustaría que el domingo después de la Epifanía
fuera el domingo donde celebrásemos la
vida oculta de Jesús... (¡treinta años!), porque son muchas las enseñanzas que
se pueden extraer...
Aunque yo diga esto,
tiene su sentido poner esta fiesta
como conclusión del tiempo de Navidad. Si durante el Tiempo de Navidad hemos
remarcado, constantemente, la divinidad de Jesucristo, hoy Jesús queda inserto
en el misterio de la Santísima Trinidad, que nos ayuda a entender mejor todo lo
que hemos celebrado... Hoy contemplamos la manifestación más clara de la
Santísima Trinidad en el evangelio: las palabras de Dios Padre, Jesús como el
Hijo amado y la presencia del Espíritu Santo.
Hoy quisiera tocar un tema, del cual no hablo
habitualmente, que nace de nuestro bautismo: el bautismo nos hace miembros de
la familia de Dios y esto tiene unas claras implicaciones en la vida de la
parroquia.
Dice el papa en una homilía donde bautizó
trece niños: “En el bautismo, el Padre celestial repite estas palabras “Tú eres mi
hijo” refiriéndose a cada uno de estos niños. En el bautismo somos incorporados a la familia de Dios, en comunión con
el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.”
“Incorporados a la familia de Dios”. Somos familia de Dios. Pero, esto ¿cómo se
concreta? ¿Cómo se vive? Esto se concreta y se vive en la Iglesia.
Por el Bautismo recibimos el Espíritu del Hijo,
que nos hace hijos de Dios. Si somos hijos de Dios, al tener el mismo Padre, todos
somos hermanos. Por tanto, en la gran familia de Dios los cristianos somos
hermanos y hermanas los unos de los otros.
Esto se ve en la oración del padrenuestro. Allá
decimos “Padre nuestro”. Sólo podremos decir “Padre”, si me siento hijo, sólo
podemos decir “nuestro” si me siento hermano de los demás. ¿Cómo puedo decir
“nuestro” si el que tengo al lado, o dos filas más atrás, me es indiferente?
¡¡No lo puedo decir!! Os propongo, rezar estas dos palabras, tan dichas, y a
veces, tan poco vividas: “Padre nuestro”.
La palabra “nuestro”, apunta a hermanos, a familia.
“Familia”: Es una palabra muy evocadora de las relaciones que se tendrían que
establecer en una comunidad parroquial. Un lugar donde nos amemos, nos
preocupemos los unos de los otros, creemos
vínculos, nos animemos cuando las cosas no van bien, tenemos proyectos comunes
(evangelizar, la caridad...) Como diría San Pablo “miembros de un mismo cuerpo, movidos por un mismo Espíritu”.
No somos un
grupo de simpatizantes de Jesús, ni unas personas con unos intereses comunes.
Sino que nos hemos de entender como una familia que Dios mismo ha convocado.
CAMINEO.INFO.- Alguna
cosa no estamos haciendo bien cuando vivimos
nuestro cristianismo sin este sentido de familia. El cristianismo pasa
por llegar a ser familia, comunidad. El cristianismo se vive en comunidad.
¡Jesús forma un grupo de doce! Desde los inicios hemos sido familia, comunidad.
O en los Hechos de los Apóstoles vemos que viven la fe comunitariamente: rezan,
se instruyen, se ayudan, toman decisiones, celebran la eucaristía,
constantemente se están creando vínculos. Todo lo hacen en comunidad.
La
vivencia de ser Iglesia no es una vivencia abstracta y teórica sino que es una
vivencia encarnada en una comunidad. Ser iglesia no es una teoría, es una
práctica, una vivencia. Ser Iglesia quiere decir descubrirme miembro de una
asamblea/familia convocada por Dios.
¿Y
esto cómo se hace? ¿Qué hemos de hacer? Si veo al otro como un hermano, esto
cambia mi manera de mirar, mi manera de estar, de llegar, de marchar, de
participar de la eucaristía. Si entiendo que formo parte de una familia, esto
cambia mi manera de mirar, mi manera de estar, de llegar, de marchar, de
participar de la eucaristía.
Todos
hemos de ayudar a crear un buen clima de familia. Ser acogedores. Acercarnos a
quien no conocemos. Acercarnos al que vemos por primera vez. Donde hablemos con
todos, donde no haya desconocidos, donde te preocupes por los demás, donde
trabajes codo con codo con otros, donde sabes que nunca estarás solo... Esto es
ser familia. ¡¡Es un reto!!
Los
sudamericanos católicos que en nuestras tierras marchan a comunidades
evangélicas es por la frialdad que encuentran en nuestras asambleas.
Tenemos un camino a recorrer... llegar a ser una familia, y en estos
tiempos de individualismo ¡¡esto sería una luz potentísima para tantos y tantas
que viven lejos de la Iglesia !!