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Hoy la Iglesia, la liturgia, el Espíritu
Santo, nos invitan a fijar nuestra atención en la Sagrada Familia, a mirarla
para poder extraer enseñanzas para nuestras familias. La misma oración colecta
se expresaba en este sentido: “Dios,
Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo
a los ojos de tu pueblo...”
Hay muchos aspectos a considerar de la
Sagrada Familia. El año pasado ponía el foco en el amor incondicional que
encontramos en la familia y en la autoridad para educar que reciben los padres,
la gracia de estado para educar.
Hoy quisiera centrarme en un aspecto: la
Sagrada Familia como una interpelación a vivir más pobremente y más
solidariamente.
Algunos hechos objetivos que nos presentan las Sagradas
Escrituras.
Nazaret era un pequeño pueblo,
cuarenta-cincuenta casas, organizadas alrededor de una fuente, y las caravanas
que iban hacia el norte hacían parada. Era un pueblo de gente muy sencilla,
donde José hacía de carpintero. Profesión muy humilde.
Cuando presentaron Jesús en el templo
ofrecieron en sacrificio “un par de
tórtolas o dos pichones”, que era la ofrenda sólo reservada para las
familias pobres. Una familia con recursos no podía ofrecerlo.
Otro dato bíblico; el Magnificat. Dice
María “dispersa a los soberbios de
corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. María
manifiesta su experiencia. Ha experimentado en su casa cómo Dios bendice la
pobreza y la austeridad.
Hay tres acontecimientos más que pienso
yo que debían dejar una huella muy profunda en la Sagrada Familia, y que les
condicionó en su manera de ser y de vivir. Primeramente, me refiero al
nacimiento de Jesús. María y José se tuvieron que desplazar más de cien
quilómetros de Nazaret a Belén. Estando ella embarazada. Y acabarán en un
establo porqué no hay lugar en el hostal. Unos días después ya están en una
casa.
El segundo acontecimiento que les marca
es la huida a Egipto. Que hoy nos relata el evangelio. De Belén a Egipto
evitando los caminos más transitados se calcula que debe haber unos mil
quilómetros. Mil quilómetros hechos a pie, o en burro. Habiendo marchado “con
lo puesto”.
Y el tercer acontecimiento es la estancia
en Egipto durante dos-tres años: nueva cultura, nuevo idioma, sin conocidos,
como inmigrantes en una tierra extranjera. Llegan con una mano delante y una
detrás, sin nada.
En estos tres acontecimientos, ellos
experimentaron la pobreza, la necesidad, hambre, sed, frío, calor,
incertidumbre, dificultades de todo tipo, y también experimentaron la solidaridad de muchos y muchas. Y esto configura, marca la manera de ser de la
Sagrada Familia.
Cuando has sufrido fuertemente la pobreza y la necesidad, eres más sensible
a los que ves sufrir. Es por esto que, sorprendentemente, los pobres, en
general, son más solidarios que los ricos. También cuando has recibido ayuda en
tu pobreza, te sientes llamado con más fuerza a hacer lo mismo con los que ves
que lo necesitan.
Es en esta familia pobre donde se amasan
tantas advertencias que Jesús hace contra las riquezas. Lo que Jesús dirá en su
vida pública nace de su relación con el Padre, de su contacto con las
escrituras y de lo que ha aprendido en su casa
en Nazaret.
Imagino que el hecho de que Nazaret fuera
un lugar de paso de caravanas por el hecho de tener una fuente, esto hacía que fuera fácil
encontrarse con situaciones que reclamaban su ayuda: gente enferma, hambrienta,
extenuada, etc.
Y lo que ahora diré no tiene fundamento
bíblico, pero no tengo ninguna duda de que es cierto: la Sagrada Familia eran
los primeros en ayudar a las personas que lo necesitaban.
Si Jesús habla de dar lo que necesitas
para vivir... (escena viuda pobre)... ¡no será porqué lo ha visto en su casa!
Si Jesús se acerca a los enfermos y
leprosos... ¡no será porqué lo ha visto en su casa!
Si Jesús habla de dar pan a quien tiene
hambre, agua al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, acoger a
los peregrinos, (juicio final), ¡no será porqué lo ha visto en su casa
En Nazaret Jesús ha vivido pobre y feliz.
Él ha vivido dándose a los demás, y feliz. Pero, también ha observado, Jesús
era “juicioso”, que en el corazón del hombre hay un gran deseo de
poseer, y que las cosas no dan la felicidad. En Nazaret se generan las
numerosas advertencias de Jesús respecto a las riquezas.
La Sagrada Familia era una familia pobre
y vivían pobremente. Esto ha de ser una interpelación. No nos damos demasiada
cuenta, pero estamos en un montaje cultural/económico donde nos dicen que para
ser feliz hemos de poseer muchas cosas y tener dinero en el banco. Nos lo están
diciendo cada día a través de los medios de comunicación social y al final
penetra en nuestro ADN. Y nos movemos
siguiendo sus criterios que son anticristianos, antievangélicos, inhumanos. Y
la Sagrada Familia lo desmiente categóricamente; ¡¡ellos tremendamente felices
son pobres!!
Los cristianos movidos por el amor de
Dios estamos llamados a cambiar esta cultura consumista y utilitarista que deja
el corazón vacío, por una cultura de las relaciones personales, una cultura de
disfrutar de las cosas sencillas, una cultura del desprendimiento a favor de
los demás. En nuestro día a día que no nos mueva el “tener” sino el “ser”.
¡Aquí tenemos mucho camino a hacer!
Pidamos al Señor que mirando la familia
de Nazaret, nos dejemos interpelar por su pobreza y su solidaridad.