CAMINEO.INFO.-
ISAÍAS 55, 10-11
Salmo 64, 10abcd. 10e-11. 12-13. 14
ROMANOS 8, 18-23
MATEO 13, 1-9
Jesús nos dice hoy a
nosotros: “A vosotros se os ha concedido
conocer los secretos del reino...”.
Somos los más afortunados del mundo... Hemos recibido un don, una gracia de Dios,
y no hay nada igual... Jesús remarca la idea, un poco más adelante “¡Dichosos vuestros ojos porque ven, y
vuestros oídos porque oyen!”.
“Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos
porque oyen”. Si vivimos bien nuestra fe, de una manera habitual, tendríamos
que sentirnos felices de ver lo que vemos, y de oír lo que oímos... ¡¡Felices!!
¡Felices de participar
de la celebración eucarística! ¡Felices al cantar! ¡Felices al escuchar la palabra!
¡Felices al ver el milagro más grande, el pan y el vino convertidos en el cuerpo
y sangre de Cristo! ¡Felices al entrar en comunión con su persona! ¿Es ésta nuestra vivencia?
Quizás no en cada
celebración y en cada momento, podremos vivir esta felicidad, pero, sí que ha de
estar todo ungido de un sentimiento de ser afortunado, de haber recibido el don
más grande que había. Nos ha tocado el mejor premio. No hay nada que lo supere...
Ni dinero, ni status, ni belleza,... nada se acerca al don recibido. ¿Es así o
no es así...?
Si no es así quiere decir
que no hemos entendido la entraña del cristianismo, no hemos entendido la Buena
Nueva de Jesús, y lo hemos reducido a un culto vacío, como hacían los fariseos.
Si es así, de una
manera habitual tendría que salir de nuestros
labios una oración de alabanza y de acción de gracias: “Que grande eres Señor Dios mío,... qué grande es tu sabiduría,... qué
bien haces todas las cosas... gracias por Jesucristo, gracias por la fe, gracias
por este tesoro que es tu palabra, gracias porque te podemos ver y te podemos
sentir...” ¡¡De un corazón feliz
brota la oración de alabanza y de acción de gracias!!
Y la promesa de Jesús:
“Porque al que tiene se le dará y tendrá
de sobra”. Éste es el dinamismo que Dios quiere para nosotros, ¡¡siempre
creciendo!! , ¡¡siempre avanzando!! ¡Siempre creciendo y avanzando, porque Él siempre
va bendiciendo! , ¡Santificando!
Como dice el salmo: "Gustad
y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se refugia en Él".
I la segunda y última
idea... Este sembrador no tiene puntería. Sale a sembrar y una parte cae al
borde del camino, otra, en terreno pedregoso, otra, en tierra poco profunda, y otra,
entre las zarzas. ¡Qué mala puntería! Tan mala puntería parece que tenga una
intencionalidad...
Toda tierra, buena o mala,
ha de recibir la semilla. Toda persona buena o no tan buena, más abierta o más cerrada,
ha de recibir la semilla que es la palabra.
¿Dónde plantamos semillas?
¿Sólo donde encontramos tierra buena? ¡No, éste no, que es imposible que crea!
No es ésta la actitud del maestro. Nosotros hemos de plantar semillas en todas
las tierras... no sólo en la buena...
La semilla tiene mucha
fuerza, va acompañada de la acción de Dios. ¡Hemos visto en la parábola que en
todas las tierras es capaz de nacer! ¡De abrirse paso! Si después de plantar semillas,
acompañamos este nacer, podremos facilitar su desarrollo.
¿Cómo acompañamos? Hacer
que entiendan la semilla, la palabra. Hacer que arraigue en ellos. Protegerlos de
la seducción del mundo... ¡Ésta es nuestra tarea! Amén...