Solemnidad de la Ascensión del Señor
Sun, 28 May 2017 10:45:00
CAMINEO.INFO.-
HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1, 1-11
SALMO 46
EFESIOS 1, 17-23
MATEO 28, 16-20
Si
hoy celebráramos la marcha de Jesús, ésta tendría que ser una fiesta
triste. Que marche alguien, y más alguien como Jesús, siempre es una
cosa triste, pero no celebramos que Jesús marchó, ni que se alejó, ni
que se separó de nosotros.
Celebramos que Jesús entra en la
plenitud del Padre, ya como Dios y como hombre, su humanidad es
glorificada. Y atención: esto le permite un nuevo tipo de relación con
toda la Humanidad, con cada uno de nosotros. Jesucristo deja de ser
visible físicamente, para quedarse entre nosotros con otras presencias.
En
parte, por esto, Jesús llega a decir “os conviene que yo me vaya”. Para
empezar un nuevo tipo de presencia, no ya física, que es limitada; si
está en Galilea, no puede estar en Jerusalén; sino una presencia
espiritual, que toma formas muy diversas (los pobres, los sacramentos,
los acontecimientos, la palabra de Dios, donde dos o tres se reúnen en
nombre suyo, la comunidad, la naturaleza, etc.)
El ir descubriendo a Jesús, a Dios, en estas diversas presencias es un signo de ir avanzando en la vida espiritual.
Es
fundamental para nuestra vida cristiana,..., ponernos las gafas de la
fe y ver y vivir todo esto. Y descubrirlo presente. Podemos llegar a
decir que Dios no deja nunca de hablarnos.
En el evangelio,
Jesús ha dicho a sus discípulos, nos ha dicho a nosotros, unas palabras
que son como un empujón: “Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos..., enseñándoles...”
¿Cómo acogemos esta palabra?
La Iglesia no puede estar cerrada en sí misma y vivir para sí misma,
tampoco nosotros no podemos estar cerrados en nosotros mismos, ni vivir
para nosotros mismos. Abiertos al mundo, abiertos a la sociedad,
abiertos a los vecinos, abiertos a la familia,... porque estamos
abiertos a Dios.
Siempre me ha impresionado la pasión de la
Iglesia por todo lo que tiene que ver con el hombre: San Benito y sus
monjes enseñando a cultivar los campos, miles de santos preocupados, y
dando la vida, para la educación de los niños, miles de santos
preocupados, y dando la vida, por los pobres, los enfermos, los
ancianos, muchísimos hombres de Iglesia sumergidos en el mundo de la
cultura; otros, en la política; otros, hombres de ciencia, y algunos muy
importantes como Mendel o Copérnico, multitud de fundadores de
hospitales, leproserías, orfelinatos,...
Es impresionante la
pasión de la Iglesia por el hombre. ¡Que no se acabe esta pasión!, ¡que
continuemos abiertos al mundo!, ¡no nos cerremos! Aunque se rían de
nosotros, aunque nos miren mal, aunque nos ridiculicen,... ¡tenemos
tanto por ofrecer!
De nosotros depende como construimos el Reino
de Dios, aquí en Cardedeu. No nos cerremos... Jesús nos lo pide:
“Id..., bautizad..., enseñad...” ¿Cómo acogemos esta palabra?
Y cómo acojamos esta palabra tiene mucho que ver con el domingo que viene, donde celebraremos la solemnidad de Pentecostés.
Se
nos ha dicho en la primera lectura: “dentro de pocos días vosotros
seréis bautizados con Espíritu Santo”. ¡¡Esto se cumplirá dentro de
siete días!!
Para mí la celebración con más belleza de todo el año,
es sin ninguna duda, la vigilia pascual, pero la celebración donde tengo
una esperanza más grande de ser transformado es, sin ninguna duda,
Pentecostés.
Lo que ahora diré lo he dicho un montón de veces,
pero me parece tan importante, que hace falta repetirlo: en la
Solemnidad de Pentecostés, no sólo recordamos un acontecimiento que pasó
hace dos mil años, sino que Dios Padre y Dios Hijo, como hicieron
entonces, vuelven a comunicar su Espíritu, el Espíritu Santo, el
Espíritu del amor.
María y los discípulos, lo recibieron y quedaron transformados. Transformación real, que cambió sus vidas.
Transformación
que se puede manifestar de muchas maneras. Una de ellas, como dice
Jesús hoy: “Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros,
recibiréis fuerza para ser mis testigos”. Y con esta fuerza, entonces,
vamos, bautizamos, y enseñamos... ¡Y tanto se nos da si ríen o...!
Hemos
de desear el Espíritu Santo. De la misma manera que al acabar el curso,
todos deseamos que lleguen las vacaciones, y las necesitamos, y las
esperamos, hacemos igual con el Espíritu Santo. ¡Lo necesitamos!,
¡deseémoslo! y ¡esperémoslo!
Vivamos una semana muy mariana para que ella nos ayude a predisponernos para recibir el don del Espíritu Santo.