Dice el Papa Francisco
comentando este evangelio: “Mientras que el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la
ley, al contrario, se hunden cada vez más en su ceguera interior. Cerrados en
su presunción, creen tener ya la luz; por ello no se abren a la verdad de
Jesús. Hacen todo lo posible por negar la evidencia.”
El problema de los fariseos es que creen tener ya la luz total, creen que ya
no les hace falta nada más, que ya van bien, que ya están cumpliendo, y, por
tanto, no están abiertos a avanzar, a hacer camino, a dejarse interpelar por lo
que escuchan o ven.
El problema de los fariseos es nuestro problema, que nos creemos tener ya
la luz total, creemos que ya no nos hace falta nada más, que ya vamos bien, que
ya estamos cumpliendo, y, por tanto, no estamos abiertos a avanzar, a hacer camino,
a dejarnos interpelar por lo que sentimos o vemos.
Dice el Papa Benedicto, comentando este evangelio: “Queridos hermanos, dejémonos curar por Jesús, que puede y quiere darnos
la luz de Dios. Confesemos nuestra ceguera, nuestra miopía y, sobre todo, lo
que la Biblia llama el “gran pecado” (cf. Sal 19,
14): el orgullo.”
El problema es el orgullo, la soberbia, el fariseo que llevamos dentro y
que nos dice que nosotros ya somos buenos, que no somos como los demás, que ya
estamos bien, que ya tenemos la luz...
He estado de Ejercicios Espirituales, y gracias a Dios, Jesús me ha mostrado
aspectos de mi vida en los que estoy lejos de Dios. El Señor, dentro de una
experiencia de amor, me ha mostrado maneras de ser que me dificultan ser discípulo
suyo... ¡¡Y que te muestre esto, es fantástico, porque te lleva a la apertura a
Él!!
Dice Jesús: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado,
pero como decís que veis, vuestro pecado persiste”, ¿cuál es el origen de
su problema? ¡¡El problema es creer que tienes
la luz!! El problema es el orgullo, la soberbia, la autosuficiencia, es el “yo ya
sé”... Sacamos a Jesús del pedestal y nos ponemos nosotros (sal de aquí, que ya
me pongo yo).
El gran riesgo es acabar encerrando a Dios
dentro de nuestra realidad sin redimir. Y,
entonces, somos nosotros los que damos forma y contenido a la revelación de Dios.
Entonces, palabras como “conversión”
“seguimiento” “hacer la voluntad de Dios”, “palabra de Dios”, “evangelizador”, resultan
vacías...
Dice el Papa Francisco, hoy va de Papas J, en el documento con el cual cierra el año de
la misericordia, “Miseria et misericordia” dice: “por nuestra miseria entra su misericordia”. ¡¡Qué bonito!! Por el
“agujero” de nuestra miseria entra su misericordia. Si no reconocemos nuestra
pequeñez, nuestra miseria, Dios no puede entrar.
Dejemos a los fariseos y pongamos el foco en el ciego. Como la Samaritana, el ciego de nacimiento hace un proceso
de fe, y lo hace dialogando con Jesús. Nuestra fe avanza en el diálogo con
Jesús.
El ciego empieza hablando de Jesús como “Ese
hombre”, más adelante dirá: “Que es
un profeta”, y finalmente, acaba confesando su fe en el Hijo del hombre y
adora a Jesús. Es el proceso que de una manera o de otra, tendríamos que hacer
todos nosotros:
. Reconocemos a Jesús como un gran hombre,
excepcional por su vida y su mensaje.
. Lo descubrimos como profeta, que habla y
actúa en nombre de Dios.
. Lo confesamos como Hijo de Dios cuando lo
dejamos entrar en nuestra vida. Y nos relacionamos con Él, y tenemos con Él un
trato de amistad.
Hace poco, en el despacho tuve una conversación curiosa: una persona ya un poco
mayor, me dijo que creía mucho en Dios y yo le pregunté: pero, ¿amas a Jesús? Se
quedó muda... Dios teórico... donde aún yendo a misa no ha entrado en el corazón...
Cuando éramos pequeños y nos educaron cristianamente, nos vinieron a decir:
“has de ir a misa, has de seguir unos mandamientos, una moral, y, así eres cristiano”.
Pero, esto, en muchos casos, no funciona, porque falta lo que da solidez a todo
esto, que es el encuentro personal con Jesucristo.
¿De pequeños de qué os hablaban de cumplir o de encontrarse con Cristo? A mí,
de cumplir.
Desde nuestra ceguera acerquémonos a Jesús...