CAMINEO.INFO
ISAÍAS 49, 14-15
Salmo 61, 2-3. 6-7. 8-9 ab (R.: 6a)
1ª CORINTIOS 4, 1-5
MATEO 6, 24-34
Poéticas y bellas palabras
las de Jesús. ¡Qué bien que habla Jesús! ¡Qué gran maestro! Nosotros, estas palabras
las hemos oído muchas veces, pero, os imagináis el impacto para los discípulos,
al escucharlas la primera vez que eran pronunciadas... ¡¡Debería ser un impacto
muy fuerte!! ¡Qué sorpresa! ¡Qué admiración! “Nadie jamás había hablado como él”, dirán algunos... Se deberían
quedar pensativos durante un buen rato, dando vueltas, al atardecer, ante un mensaje
tan novedoso.
¡Nosotros tendríamos que
hacer el esfuerzo de escucharlas como nuevas! ¡¡Como si nunca antes las hubiéramos
escuchado!! Quizás, entonces, también a nosotros nos impactarían y nos dejarían
pensativos. ¡Cuando leamos el evangelio, miremos de hacerlo buscando esta novedad,
que es un don de Dios!
Del texto de hoy, dos
aspectos a considerar y alguna aplicación para nosotros.
Primera consideración:
Lo que Jesús predica lo vive plenamente. Yo predico lo que quiero vivir. ¡Jesús
predica lo que vive! Es bueno hoy mirar de entrar en el corazón de Jesús y entender
la experiencia personal que le lleva a manifestarse como lo hace.
Jesús ha hecho una
experiencia profunda de Dios Padre Providente. Jesús no se preocupa por nada,
ni por comer, ni por beber, ni por vestir, ni por el dinero, ¡¡por nada!! Está
centrado en buscar el reino de Dios, en ajustarse a lo que Dios quiere de él. Y
vive en la paz de Dios. Cinco veces ha repetido la expresión “no os agobiéis”. ¡Porque
él nunca está agobiado! ¡Y ve que la gente de su tiempo lo está! Lo que dice sale
de su experiencia, de su vida. No nos
está comunicando teoría, o lecciones magistrales.
Y, nosotros, hemos de
intentar hacer nuestra, esta experiencia de Jesús, apropiarnos de ella, hacerla
nuestra. ¿Cómo? En la oración entramos en el corazón de Jesús. Desde su corazón
son pronunciadas las palabras que hoy hemos leído. ¡Descubramos qué hay en su corazón que le lleve a hablar así! Ya veréis
cuantas cosas salen...
La segunda
consideración hace referencia al contexto en el que están dichas estas palabras.
En aquella sociedad rural, comer, beber y vestir eran necesidades primarias, eran
la preocupación primera de las personas.
Eran necesidades,
perdonadme, muy necesarias. Un año de malas cosechas, y pasaban hambre. Dos años
de malas cosechas, y había gente que moría de hambre.
Para nosotros comer, beber
y vestir también son necesidades primarias, pero, si tenemos dos años de malas
cosechas ni nos enteramos... y, ¡nadie no pasará hambre!
¡¡En este contexto, lo
que dice Jesús, coge aún más fuerza!! En este contexto está diciendo: “No andéis agobiados, pensando qué vais a
comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir... Sobre todo buscad el
reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”.
¡¡Apliquémonoslo a
nosotros!! Cuál es nuestra preocupación primera. ¿Es una preocupación económica?
¿Material? ¿Por los demás? ¿Espiritual? ¡¡Cuál es nuestra preocupación
primera!! ¡¡Hagamos unos segundos de silencio y lo pensamos!!
Pues, también a nosotros,
nos dice Jesús: “No te agobies, no te preocupes, confíaaa, confía en Dios
providente... La primera lectura era una invitación a la confianza: “¿Es que puede una madre olvidarse de su
criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré”.
Y como que confías y
no estarás preocupado, podrás centrarte en lo que es importante: “Sobre todo buscad el reino de Dios y su
justicia; lo demás se os dará por añadidura”. ¡¡Que así sea!!