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Solemnidad de Todos los Santos |
Solemnidad de Todos los SantosSat, 01 Nov 2014 23:58:00
CAMINEO.INFO.-
APOCALIPSIS 7, 2-4.9-14 SALMO 23 JUAN 3, 1-3 MATEO 5, 1-12a
Celebramos la Festividad de Todos los Santos. Hoy celebramos que el cielo está lleno de santos, de los cuales sólo conocemos a unos pocos. Hoy es la festividad de familiares vuestros que ya están en el cielo. Esta festividad nos recuerda el objetivo de nuestra vida: ¡ser santos!
¿Nos lo creemos? ¿Nos creemos que estamos llamados a ser santos? ¿Lo esperamos? ¿Esperamos ser santos? ¿Ponemos unos medios para serlo? ¿Estamos amando como aman los santos? ¿Estamos perdonando como perdonan los santos? ¿Estamos evangelizando como evangelizan los santos? ¿Estamos compadeciéndonos de los necesitados como lo hacen los santos?
Quizás respondemos no. Yo el primero. Pero hay dos “nos”. Un “no” que quiere decir ya estoy bien, soy bueno, y aquí me quedo. Y el otro “no” que quiere decir “no hago todo esto que hacen los santos pero deseo vivirlo, anhelo vivirlo, espero con la gracia de Dios llegar a vivirlo.”
Dos actitudes totalmente opuestas. Cuando al primero, Jesús le dice: “ama al prójimo como a ti mismo”. No lo piensa demasiado, como que ya es bueno, ya lo debe hacer.
En cambio, al segundo cuando le dicen “ama al prójimo como a ti mismo”. Empieza a repasar en su vida si esta es su manera de hacer. Y descubre que en ciertos ámbitos sí, hace a los demás lo que a él le gustaría que le hicieran, pero descubre que en otros ámbitos no lo vive, está lejos de vivirlo. Y entonces no se desanima, ni se flagela, sino que pide la gracia de Dios, implora su gracia, desde su pequeñez.
Paso a comentar un poco cada una de las bienaventuranzas:
“Dichosos los pobres en el espíritu”. Dichoso cuando te sientes pequeño, débil, enfermo que necesita un médico, pecador. Dice Jesús: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos” También nos decía San Pablo: “me glorío de mis debilidades”, ¿Por qué? porque desde nuestras debilidades nos abrimos a Jesús. La única oración que admite Jesús es la del publicano: “El publicano se quedó allá lejos y ni se atrevía a levantar los ojos al cielo, y hería su pecho, diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador!”. Dichoso tú cuando descubras que sin Dios no eres nada.
“Dichosos los que lloran”. Dichoso cuando tengas esperanza, esperanza de que Dios actúa siempre. Recalco este “siempre”. Dios siempre actúa, no desesperes.
“Dichosos los humildes”. Dichosos los que no se cuelgan medallas, ni necesitan que los demás se las cuelguen. Dichosos los que hacen las cosas mirando a Dios y no los hombres. Dichosos los que se sienten bendecidos por Dios y dan gracias. Dichosos los que se dejan corregir.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia”. Justos se entiende aquí como aquel que está ajustado a lo que Dios quiere. Por tanto, dichosos los que no se conforman como están porque tienen hambre y sed de crecer, de avanzar, de ajustarse a lo que Dios quiere, de ser santos. Dichosos los que quieren hacer justos a los demás.
“Dichosos los misericordiosos” Dichoso tú cuando haces tuyos los sufrimientos del otro. Dichoso tú cuando te conmueves y te mueves a favor del necesitado. Dichoso tú cuando amas a los demás como a ti mismo. Dichoso tú cuando te dueles de las carencias materiales y espirituales de los hermanos. . “Dichosos los limpios de corazón”. Dichoso el que tiene una mirada limpia. Dichoso el que piensa bien de los demás. Dichoso el que no critica, y justifica y defiende al otro. Dichoso el que sabe descubrir las cosas positivas de los demás.
“Dichosos los que trabajan por la paz” Dichosos los que miran de hacer callar a los murmuradores y juzgadores. Dichosos los que prefieren callar antes que discutir.
“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia” Dichoso tú que puedas decir con libertad interior que “te vas a misa”, o que “no puedes ir a tal lugar porque has de ir a misa”. Dichoso tú cuando seas indiferente a lo que de ti pueda pensar la gente.
Las bienaventuranzas leídas, meditadas, rezadas, son una gran luz para nuestra vida. Una luz que nos conduce hacia la santidad. Una luz que nos conduce hacia la felicidad (¡¡dichosos!!)
Ser santos, esta es la llamada que Dios nos hace. Y nos la hace cada día, a cada momento, a cada paso. ¿Cómo vamos de santidad? Sólo hay un fracaso: no ser santo.
No nos conformemos en ser buenos. Entre lo que nosotros decimos “una buena persona” y un santo, ¡¡hay tanta diferencia!! ¡¡No nos conformemos, luchemos!! Es la lucha más bonita!
Oremos con las bienaventuranzas y pidamos la gracia de vivirlas cada día más plenamente.
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