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Jorge Hernández Mollar::
La salida |
La salidaSun, 26 Jun 2016 23:33:00
De nuevo un terremoto político, propiciado esta vez por Gran Bretaña, ha sacudido los cimientos de la mayor estructura supranacional que inició su construcción sobre las cenizas de la segunda tragedia más dolorosa y sangrienta de la Europa del siglo XX.
De aquella Comunidad del Carbón y del Acero que nació del Tratado de París en el año 1951, fundada por Alemania, Bélgica, Francia, Italia y Países Bajos a la actual Unión Europea de veintiocho Estados miembros han sido muchos los avances y retrocesos que a lo largo de más de sesenta décadas han permitido garantizar un largo período inédito de paz y prosperidad a los pueblos europeos.
Fue un gran e histórico político y estadista británico, Winston Churchill, quien en su famoso discurso pronunciado en septiembre del año 1946 en la Universidad de Zúrich, dijo textualmente que el remedio para reconstruir Europa “ es volver a crear la familia europea, o al menos todo lo que se pueda de ella y dotarla de una estructura bajo la cual pueda vivir en paz, seguridad y libertad. Tenemos que construir una especie de Estados Unidos de Europa…”
Setenta años después un sucesor suyo. David Cameron, con su burda e interesada iniciativa del referéndum para abandonar la familia europea ha traicionado el pensamiento y el deseo de quien llevó a sus conciudadanos no solo a derrotar a un criminal enemigo como fue el nazismo sino a impulsar uno de los ciclos históricos más prósperos de paz y libertad del pueblo británico.
Tres días después del sí a la salida de la Unión Europea ya suenan tambores de arrepentimientos, de reabrir una nueva consulta, de un profundo malestar entre los jóvenes. Si a esto se le une la presión de Escocia para independizarse y apartarse de quienes le van a conducir a un aislamiento geográfico, económico y político, puede que estemos en el preámbulo de una gran tempestad de incalculables consecuencias para todo el territorio británico.
Sin descartar que se pueda producir en los próximos meses acontecimientos que hicieran reconsiderar tan trascendente decisión por el escaso margen de partidarios del abandono ( 17.410.742 votantes frente a 16.577.342, es decir solo 833.400), me atreveré a hacer un somero análisis del nuevo escenario que se abre tanto para la UE como para España.
No parece que la no contribución de los británicos al presupuesto comunitario vaya a suponer un descalabro importante. Su contribución anual se cifra en 18.000 mil millones de euros a los que hay que restarle 6.000 mil millones del llamado cheque británico por lo que se reduce a 11.000 mil millones. Teniendo en cuenta que recibe 7.000 millones por su agricultura y la política regional, su aportación no supera los 4.000 mil millones de euros netos al año, realmente no plantea un problema que suscite una alarma seria.
Sin embargo si afectará a la UE en el ámbito de su política comercial. Al abandonar el acervo comunitario Reino Unido, no se verá constreñido por las normas de competencia que impone la Dirección General ad hoc para impedir prácticas desleales, como por ejemplo las medidas antidumping o las ayudas del Estado a las empresas británicas que no estarían controladas.
En cualquier caso al ser un país más exportador de servicios financieros que de productos manufacturados, su posibilidad de distorsionar la industria europea a través de precios no resulta muy significativa. Los actuales cambios a la baja de la libra frente al euro y de ambos frente al dólar, perjudica más al exportador de servicio financieros y beneficia al exportador de productos manufacturados como es la UE.
Quizás el problema sea para la UE más de índole política y de credibilidad que de relevantes consecuencias desde el punto de vista económico y financiero. Como contrapartida, no cabe duda que la salida de UK si puede beneficiar al avance , por ejemplo, de la unión bancaria y de la mutualización de la deuda.
Cuando se produzca el divorcio uno de sus resultados podría ser la creación de un presupuesto específico para la Eurozona. Esto significaría que los eurobonos serían solamente para aquellos países que estuvieran en el euro y que además no estuvieran sometidos a procedimientos de rescate ni a multas por déficits excesivos. En este caso la Eurozona avanzaría más rápida en la convergencia fiscal financiera, bancaria e incluso política, es decir más Europa.
En cualquier caso también se podría resentir, opino que positivamente, el impulso al espacio de seguridad, libertad y justicia europeos, en el que tanto empeño puso la presidencia española durante el gobierno de José María Aznar a partir de la Cumbre de Tampere del año 1.999. El Reino Unido nunca se ha sentido cómodo con la necesidad de avanzar en las políticas dirigidas a cooperar en materias tan sensibles hoy a la vez que complejas como son las de asilo e inmigración; la vigilancia y control de fronteras exteriores; la lucha contra la criminalidad organizada o la extensión de competencias en materia policial y judicial a través de Europol o Eurojust.
Con respecto a España, las consecuencias dependerán de cómo las reacciones tanto de Gran Bretaña como de la UE, evolucionen ante esta grave decisión. Es evidente que son muy importantes los flujos de intercambios de todo tipo entre Gran Bretaña y España. Siempre han gozado de fluidez y también son muy beneficiosos para ambas partes como así lo demuestran las importantes inversiones de empresas financieras, de comunicación y constructoras españolas en suelo británico.
Hoy la presencia de trabajadores españoles en el Reino Unido en sectores como la hostelería, sanidad, servicios etcétera son de gran relevancia y el turismo contribuye de una manera muy significativa a la fortaleza de nuestro sector así como también lo es el residencial o incluso el sanitario en distintas regiones de nuestro país.
Finalmente el único escollo en nuestras relaciones como es Gibraltar puede verse afectado negativamente, los acontecimientos de futuro marcarán el camino obligado por Naciones Unidas para la descolonización de la colonia, al que no puede renunciar España.
En definitiva aunque Gran Bretaña siga empeñada en conducir en sentido contrario, deberá recapacitar sobre este momento histórico. Nunca como ahora Europa necesita liderazgos fuertes y competentes que, como los primeros padres de la construcción europea, soñaron y vieron hecha realidad la unidad de pueblos y naciones milenarias para evitar tragedias como las que llenaron de sangre y dolor a millones de familias europeas.
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