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Santo Padre:
Disculpe que me refiera a usted de esta manera, sin siquiera conocerlo, pero espero no estar incurriendo en un error muy grave al adelantarme unos días al hecho de que usted será quien suceda a san Pedro y se ponga al servicio de la Iglesia. Después de todo, hasta hoy su identidad no la conoce nadie, ni siquiera usted mismo, ya que seguimos en el papado de uno de los más importantes pontífices de la historia, Benedicto XVI.
Las expectativas son casi tantas como los retos que deberá afrontar. De usted los católicos esperamos mucho, ya que (solo fijándonos en los dos papas anteriores) podemos ver que han sido elevadas las esperanzas sobre qué esperar de quien es el encargado del Pueblo de Dios en el mundo.
Yo le deseo lo mejor y, sin duda alguna, espero que usted se vea librado de las necias, constantes e insensibles comparaciones de las que Su Santidad Benedicto XVI no pudo verse librado. Juan Pablo II, hoy beato, no habría querido que a quien fue su amigo lo tratasen como muchos se empeñaron en hacerlo, y estoy seguro de que tampoco habría querido eso para usted, o para cualquier futuro papa que la Iglesia puede ver llegar. La Iglesia se dio cuenta en los casi ocho años anteriores de que un papa no es igual a otro, y no me cabe duda de que usted no será como Benedicto XVI.
Una pequeña parte de quienes estabamos en la JMJ de Madrid en 2011, con S.S. Benedicto XVI.
A mí esas comparaciones me hicieron quedar ciego, y la venda que cubría mis ojos fue apartada de mi vista hasta el día en que pude estar en la Jornada Mundial de Juventud de Madrid, en 2011, cuando Su Santidad Benedicto XVI, Papa, nos habló como le habla un abuelo a sus nietos, como ese padre preocupado por que sus hijos puedan salvarse, en fin, como el hombre a quien Dios encomendó confirmar a un pueblo enorme en una fe que cuesta agrandar en el mundo de hoy.
Yo imagino lo que usted tendrá que pasar en unos días, imagino lo que llorará en el Salón de las Lágrimas, y la emoción que sentirá al salir por primera vez a saludar a los miles de fieles que esperarán su salida con gritos de “Habemus Papam”, imagino de igual manera la impresión que se llevó al enterarse de que quien será su predecesor renunció. Déjeme decirle que el mundo entero fue tomado por sorpresa como pocas veces en la historia de la Iglesia.
Sé que su valentía será recompensada, porque Dios no es como un hombre malagradecido, Él es quien creó la gracia misma, y todos esperamos que lo colme de ella, para que sepa llevar las riendas de una Iglesia que quiere fortalecerse con más y verdaderos católicos.
El tema de la renuncia seguramente es algo que ahora usted podrá pensar con mayor apertura, ya que desde antes de que el continente en el que vivo fuese descubierto ningún papa había tomado la decisión de abandonar el Ministerio Petrino del que tanto nos ha hablado S.S. Benedicto XVI. Nosotros, los fieles, sabremos agradecer la honestidad que usted tenga para con nosotros al admitir, si llega a sentirlo, que sus fuerzas ya no dan para llevar a cabo el papado como quisiera hacerlo.
Ha sido duro, Santidad, no puedo negárselo, pensar que Juan Pablo II no descendió de la Cruz y Benedicto XVI (según algunos) lo ha hecho es, para muchos, tema de juicio y duda; sin embargo, Juan Pablo II era otro hombre, vivió otro momento y Dios ha inspirado a Benedicto XVI que el ministerio encomendado debe pasar a otras manos, más fuertes y más jóvenes. Todo pasa porque Dios lo permite, y Él ha permitido que el Papa renuncie, ya que ha discernido que la Iglesia necesita nuevas fuerzas para salir adelante.
Sin embargo, tiene usted una gracia que casi ningún papa ha tenido desde hace más de 550 años, tendrá a quien fue sucesor de san Pedro, como lo será usted en unos días, orando por su persona, por su ministerio y por su salvación, por una Iglesia compuesta por fieles que lo necesitan fuerte y firme, en la misión que Dios pondrá en sus manos.
La cuaresma del 2013 quedará particularmente marcada en la historia, ya que se nos ha dado la esperanza de que para Semana Santa tendremos un nuevo papa, que será usted. Esto significa que estos 40 días serán algo más que una preparación para la Pascua, serán también un tiempo de espera por el sucesor de san Pedro y enviado de Nuestro Señor para pastorear un rebaño que se ha dispersado en un mundo convulsionado.
El Papa con los iniciadores del Camino Neocatecumenal.
Santidad, tendrá usted al Camino Neocatecumenal, con sus catequistas Kiko Argüello, Carmen Hernández y el Padre Mario Pezzi, quienes buscarán ayudarle a usted en su ministerio, dando a la Iglesia monjas y sacerdotes, familias en misión e itinernates, que estén dispuestos a orar y ejercer una misión específica que dé fuerzas a la Iglesia de hoy.
Ya hay miles de monjas orando por usted, sin siquiera conocerlo, y estoy seguro de que lo harán durante el tiempo que Dios tenga a bien que dure su pontificado.
Le ruego, Santo Padre, que ore usted también por los sacerdotes, ya que su ministerio se ha visto manchado por los errores de unos pocos. Las hermanas de Clausura necesitan vocaciones, esperamos que lleguen pronto, porque las necesitamos.
Dios lo bendiga, Santo Padre. Que la Virgen María interceda por usted como lo ha hecho por nosotros cuando lo hemos necesitado, y que su labor se vea guardada, por muchos años, por el Espíritu Santo que, sin duda, esperamos lo ilumine siempre.
Jovel Álvarez Solís.
Alajuela, Costa Rica.
Cuaresma de 2013.
http://jeduardo22.wordpress.com/2013/02/18/carta-abierta-al-futuro-papa/