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Diario de un peregrino – Visita de Benedicto XVI a Portugal – 1 a 14 mayo 2010.

Sun, 16 May 2010 14:01:00
 

CAMINEO.INFO.- PORTUGAL.- La gran aventura de la fe en las huellas del Sucesor de Pedro empezó en el mismo avión antes de llegar a Portugal: « En una palabra, debemos volver a aprender estas cosas esenciales: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales». Palabras a los periodistas durante el vuelo hacia Lisboa (11 de mayo de 2010).

Pero no solo ha acordado estas realidades tan importantes. Mientras aterrizaba en Lisboa nos levantaba el corazón: «La Virgen María bajó del cielo para recordarnos verdades del evangelio que son una fuente de esperanza para una humanidad, fría de amor y sin esperanza de salvación. Naturalmente, esta esperanza tiene, como primera y radical dimensión, no la relación horizontal, sino la vertical y transcendente. La relación con Dios es constitutiva del ser humano, que ha sido creado por Dios y destinado a Dios: por su propia estructura cognitiva busca la verdad, tiende al bien en la esfera volitiva, y en la dimensión estética es atraído por la belleza. La conciencia es cristiana en la medida en que se abre a la plenitud de la vida y de la sabiduría, que tenemos en Jesucristo. La visita, que ahora inicio bajo el signo de la esperanza, pretende ser una propuesta de sabiduría y de misión». Recibimiento oficial en el aeropuerto internacional de Lisboa (11 de mayo de 2010).

No obstante, en la eucaristía de Lisboa, del cielo ha venido una luz: «La resurrección de Cristo nos asegura que ningún poder adverso podrá jamás destruir la Iglesia. Así, pues, nuestra fe tiene fundamento, pero hace falta que esta fe se haga vida en cada uno de nosotros. Por tanto, se ha de hacer un gran esfuerzo capilar para que todo cristiano se convierta en un testigo capaz de dar cuenta siempre y a todos de la esperanza que lo anima (cf. 1 P 3,15). Sólo Cristo puede satisfacer plenamente los anhelos más profundos del corazón humano y dar respuesta a sus interrogantes que más le inquietan sobre el sufrimiento, la injusticia y el mal, sobre la muerte y la vida del más allá».Santa Misa en el Terreiro do Paço de Lisboa - Homilía del Santo Padre (11 de mayo de 2010).

Estábamos llenos ya. Pero el Señor nos esperaba todavía en Fátima. Junto con los sacerdotes, religiosos y los nuevos movimientos y realidades eclesiales, el Santo Padre nos hizo un regalo fantástico: «A todos vosotros, que habéis entregado vuestras vidas a Cristo, deseo expresaros esta tarde el aprecio y el reconocimiento de la Iglesia. Gracias por vuestro testimonio a menudo silencioso y para nada fácil; gracias por vuestra fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. En Jesús presente en la Eucaristía, abrazo a mis hermanos en el sacerdocio y el diaconado, a las consagradas y consagrados, a los seminaristas y a los miembros de los movimientos y de las nuevas comunidades eclesiales aquí presentes. Que el Señor recompense, como sólo Él sabe y puede hacerlo, a todos los que han hecho posible que nos encontremos aquí ante Jesús Eucaristía, en particular a la Comisión Episcopal para las Vocaciones y los Ministerios, con su Presidente, Mons. Antonio Santos, al que agradezco sus palabras llenas de afecto colegial y fraterno, pronunciadas al inicio de estas Vísperas. En este “cenáculo” ideal de fe que es Fátima, la Virgen Madre nos indica el camino para nuestra oblación pura y santa en las manos del Padre». Celebración de Vísperas con sacerdotes, religiosos, seminaristas y diáconos en la iglesia de la Santísima Trinidad  (Fátima, 12 de mayo de 2010).

Esta eclesiologia nueva del Concílio nos ha hecho llorar de emoción. Todo el pueblo santo de Dios llamado cómo en el Cenáculo a presentar la oblación pura y santa: el anuncio del Evangelio a todos los hombres.

Al día siguiente en la Santa Misa, nos decía concretando lo anterior: «“Su estirpe será célebre entre las naciones, [...] son la estirpe que bendijo el Señor” (Is 61,9). Así comenzaba la primera lectura de esta Eucaristía, cuyas palabras encuentran un admirable cumplimiento en esta asamblea recogida con devoción a los pies de la Virgen de Fátima. Hermanas y hermanos amadísimos, también yo he venido como peregrino, a esta “casa” que María ha elegido para hablarnos en estos tiempos modernos. He venido a Fátima para gozar de la presencia de María y de su protección materna. He venido a Fátima, porque hoy converge hacia este lugar la Iglesia peregrina, querida por su Hijo como instrumento de evangelización y sacramento de salvación. He venido a Fátima a rezar, con María y con tantos peregrinos, por nuestra humanidad afligida por tantas miserias y sufrimientos. En definitiva, he venido a Fátima, con los mismos sentimientos de los Beatos Francisco y Jacinta y de la Sierva de Dios Lucía, para hacer ante la Virgen una profunda confesión de que “amo”, que la Iglesia y los sacerdotes “aman” a Jesús y desean fijar sus ojos en Él, mientras concluye este Año Sacerdotal, y para poner bajo la protección materna de María a los sacerdotes, consagrados y consagradas, misioneros y todos los que trabajan por el bien y que hacen de la Casa de Dios un lugar acogedor y benéfico». Santa Misa en la explanada del Santuario di Fátima (13 de mayo de 2010).

A todos nos parecía todo muy profético y muy real a la vez. Benedicto XVI aún nos preparaba otra sorpresa en Oporto: «Aunque esta certeza nos conforte y nos dé paz, no nos exime de salir al encuentro de los demás. Debemos vencer la tentación de limitarnos a lo que ya tenemos, o creemos tener, como propio y seguro: sería una muerte anunciada, por lo que se refiere a la presencia de la Iglesia en el mundo, que por otra parte, no puede dejar de ser misionera por el dinamismo difusivo del Espíritu. Desde sus orígenes, el pueblo cristiano ha percibido claramente la importancia de comunicar la Buena Noticia de Jesús a cuantos todavía no lo conocen. En estos últimos años, ha cambiado el panorama antropológico, cultural, social y religioso de la humanidad; hoy la Iglesia está llamada a afrontar nuevos retos y está preparada para dialogar con culturas y religiones diversas, intentando construir, con todos los hombres de buena voluntad, la convivencia pacífica de los pueblos. El campo de la misión ad gentes se presenta hoy notablemente dilatado y no definible solamente en base a consideraciones geográficas; efectivamente, nos esperan no solamente los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socio-culturales y sobre todo los corazones que son los verdaderos destinatarios de la acción misionera del Pueblo de Dios». Santa Misa en la explanada del Santuario di Fátima (13 de mayo de 2010).

Para venir pronto de nuevo a Fatima resultaba imposible acompañar al Santo Padre hasta el aeropuerto, donde dijo cosas sorprendentes. Pero a esas palabras voy a dedicar un artículo entero muy pronto, si Dios quiere.
 
Alabado sea Dios por Su Santo Siervo Benedicto XVI.







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