CAMINEO.INFO.- Todos los aspectos de la vida humana — su carácter, el sentido de responsabilidad, las buenas y malas costumbres, la habilidad de enfrentar las dificultades, el sentimiento de piedad — son formados principalmente en la niñez. Los niños son muy perceptibles a las impresiones religiosas, instintivamente son atraídos a todo aquello que abre en frente de ellos la belleza y el sentido del mundo alrededor. Así los recuerdos de los años de la niñez ayudan a la persona encontrar la meta y el sentido de la vida. Por esto es muy importante que los padres constantemente se esfuercen para sembrar el fundamento espiritual en sus hijos.
La educación cristiana implanta un fundamento moral y espiritual en el niño, mientras que la educación escolástica es necesaria para el desarrollo de las habilidades mentales. Estas dos actividades son muy diferentes. No existe la razón para pensar que la educación escolástica automáticamente facilita un desarrollo moral en el niño. La meta en la educación cristiana consiste en dar a los niños una dirección espiritual apropiada, de tal manera que ellos sean capaces de enfrentar las probaciones y avanzar por la vida siguiendo el camino correcto. Con este propósito, ellos deberían no solo aprender las regulaciones o la conducta, sino, también, desarrollar una integridad y una clara distinción entre el bien y el mal. Ya que nuestra naturaleza se compone de dos esencias, espiritual y física, el niño necesita no sólo el alimento físico, sino, también espiritual.
Los estudios psicológicos establecieron que el niño es receptivo a muchas influencias externas, desde su nacimiento. Un especialista de este tema comparó el proceso subconsciente del niño, a una cinta de película que sin parar graba todas sus percepciones. El niño puede encontrarse aún en su cuna, pero su ser ya colecta las impresiones: siente los ruidos, con sus ojos sigue los movimientos alrededor de él, distingue las entonaciones de las voces, incluyendo los diferentes humores de sus padres. De todas estas impresiones, aparte de su mente, se forma la subconsciente del niño, y todo lo que el recibe día tras día llega a formar parte de su personalidad y entonces estas impresiones ya no pueden ser borradas de ninguna forma. Estudios psicológicos establecieron que las impresiones de la temprana niñez, juegan un papel muy decisivo en el posterior desarrollo de la persona.
Los padres cometen un gran error cuando consideran al niño una criatura inocente, libre del mal. La experiencia demuestra que el niño viene al mundo no sólo con las buenas tendencias, sino, también, con las malas. Estas tendencias, según la ciencia, se llaman “hereditarias,” pero la Iglesia las llama “la semilla del pecado original.” Observando al niño, desde el nacimiento se puede notar que en él germinan ciertas características negativas: ocasionalmente se encapricha, se enoja, o puede insistir en hacer algo que se le prohíbe. Ya en una temprana edad los niños se hacen perezosos, son inclinados a la astucia y al engaño, manifiestan codicia y crueldad con respecto a otros niños.
A los cinco años de edad se puede notar la formación del futuro carácter. Muchas veces los padres lamentan sobre sus niños diciendo: “De donde tiene él semejante obstinación, capricho, y atracción a lo prohibido, si nosotros no le mostramos este mal ejemplo, quien le enseña?” Los padres jóvenes tienen la tendencia de desestimar estas “cizañas,” considerándolas como un signo de inmadurez: “Ya crecerá, - piensan ellos- y entonces entenderá por sí mismo, que es malo y se corregirá.” Pensando así, ellos dejan estas malas costumbres desatendidas y cometen la negligencia en no enseñarle al niño como batallar con ellas. Ellos más bien prefieren apaciguar los caprichos y las malas inclinaciones del niño de acuerdo al dicho: “Cualquier cosa, con tal de tener una vida de paz.”
Por otro lado la psicología y la religión enseñan que hay que eliminar la raíz de las malas inclinaciones desde el principio antes de que se fortalezca. Si las dejamos sin atención, se transformarán en costumbres. Como se arrepienten los padres quienes por ser demasiado suaves y por su insensato amor al niño y por lastima no lo castigan. Los padres, desde la temprana edad de sus hijos, deben educarlos de tal manera que el niño sienta que hay cosas permitidas y no permitidas. Absolutamente necesarias son las prohibiciones sensatas y castigos moderados. Comprendiendo que la violación de las reglas impuestas, resulta en una consecuencia desagradable, el niño tratará de eludir lo que se le prohíbe. Un fundamento saludable se implantará en el niño y en su voluntad que recién comienza a formarse, él estará preparado para obedecer las leyes morales establecidas.
A medida que el crece debe ser desarrollada su voluntad. Debido a que el individuo, desde temprana edad, vive más que nada por medio de los impulsos y deseos, cuando su mente no está madura, es muy importante no recargar al niño con admoniciones morales y pruebas lógicas. La educación comienza con la obediencia, y cuanto antes el niño se acostumbre a seguir las reglas de los padres, tanto más fácil serán, sus futuras instrucciones. Al principio, la educación se resume a las prohibiciones, por ejemplo: “No hagas eso... No debes actuar de esa manera... Esto no es bueno.” A medida que el niño crece, hay que ofrecerle algo positivo, dirigir y enseñar. Aquí empiezan ciertas dificultades, debido a que las palabras no siempre son suficientes para introducir en el niño las reglas de la conducta. Ocasionalmente se debe enfrentar la obstinación y la negatividad. Para superar esto, los padres a veces tienen que acudir a métodos más severos. Existen dos formas de acercamiento: el castigo físico y la influencia religiosa.
Lógico que el castigo físico a veces es indispensable, pero si se aplica muy seguido, puede dar malos resultados. El niño se acostumbra a cumplir con sus obligaciones “por medio de la vara” y no aprende a seguir sus propios instintos positivos. Además, castigos frecuentes, tientan a encolerizar al niño, hacerlo callado y desconfiado, dejándole una impresión dolorosa en su carácter. Si nosotros comparamos este método cristiano de educación, con otros métodos que lo excluyen, observaremos que algunos padres optan por el grito, el castigo físico, a las lecciones tediosas que no afectan los sentimientos ni la voluntad del niño, o aquellos padres que favorecen al comportamiento indisciplinado y caprichoso. Todo esto solo mutila al niño. Es cierto que la más grande influencia en la educación, no son las palabras o los castigos, sino, el ejemplo personal. En general, los padres deben ser muy cuidadosos de lo que hablan en frente de sus niños. Evitar discusiones sean estas por razones fundamentales o pequeñas riñas mundanas.
Cuando los niños ven la diferencia en las opiniones de los padres, ellos no dudan en usarlo a su favor, dirigiéndose al quien es menos exigente. Algunos piensan que su hijo es muy pequeño para entender. Pero a pesar de no tener todavía la capacidad de discernir la mayoría de los detalles, el niño puede captar la dirección general de la conversación y los valores morales de la discusión, y esto puede dejar una impresión desfavorable en su subconsciente. Más tarde podría evocar ciertas preguntas de su parte que los padres no podrían explicar y se podrían formar dudas que son difíciles de dispersar. La Iglesia siempre consideró a la familia como la principal fuente de iluminación cristiana para los niños. Pero uno de los problemas contemporáneos más grandes es la preservación de la familia. Cuando las familias se separan, toda la sociedad se desintegra. Las estadísticas sobre la cantidad de divorcios y crímenes dentro de la gente joven, son alarmante. En orden de preservar la familia y educar a los niños apropiadamente, es imperativo para los padres construir la familia sobre un cimiento cristiano. Lógicamente, esto no es fácil de conseguir en la condiciones presentes y en este ritmo acelerado de vida, mas, el acrecentamiento de las dificultades económicas. De acuerdo a las estadísticas, los persistentes problemas económicos y la persuasión en obtener las riquezas materiales, muchas veces son la razón del divorcio. Los dos padres tienen que aprender a escuchar pacientemente los argumentos de cada uno y respetarse mutuamente.
Nunca se debe levantar la voz, insultar o humillar uno al otro, especialmente en presencia de los niños. Uno debe pedir perdón antes de ir a dormir, incluso cuando siente que tiene razón. Si la pareja ignora estos consejos, el rencor se acumulará aún más en sus subconscientes, desalentándolos gradualmente uno del otro. En la familia se recibe el fundamento de la fe, guía moral y el sentido de la responsabilidad. Desde el momento del nacimiento, y el principio del conocimiento, el nuevo miembro de la familia aprende a apreciar el cuidado y el amor de sus padres. La psicología pedagógica enseña, que en el trayecto de los primeros años, el niño recibe un tercio del concepto de la vida adulta, en los primeros siete años de la niñez, la persona pone los cañamazos de su vida posterior. En otras palabras, el adulto solo amplia y profundiza aquello, lo que se formo en su alma en el transcurso de los primeros siete años. A los tres años comienza a realizar su individualidad y a pronunciar la palabra “yo.” Este es el tiempo a enseñarles a ser obedientes.
Desde la temprana edad, el niño debe entender lo que es permisible y lo que no es. Esta noción se desarrolla en él, no en una forma abstracta, sino, sobre una base religiosa, o sea, la fe en Dios y nuestra relación con Él — amor, agradecimiento y esperanza en Su ayuda. La noción del pecado, abre el camino de la selección moral y el sentido de la responsabilidad. Ahora él comprende que cualquier conducta mala viola no solo la voluntad de sus padres, sino, también, el orden natural dirigido por Dios que podría castigarlo por su desobediencia. Simultáneamente los padres tienen que darle a su niño el ejemplo de la vida cristiana. Si ellos tratan únicamente llenarle la cabeza con reglas, él las considerará como teorías inútiles. Un buen ejemplo tiene un papel determinado en el desarrollo del niño.
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La Paz.