La rúa de los Francos es
un hormigueo constante de niños que se asoman para ver si llega la
procesión. El cambio de recorrido obliga a los más pequeños a asomarse a
la rúa del Silencio para ver a la banda de cornetas y
tambores abriendo la procesión. "Ya llegan, ya llegan" y la galopada
nerviosa en sentido contrario al recorrido se convierte en carrera de
alegría hasta la fila que los padres, abuelos y otros familiares guardan
para que los infantes puedan ver el paso del Vía Crucis en primera fila.
Catorce cruces desfilan por el medio del cortejo procesional como catorce estaciones recorrió el Nazareno en la avenida que lleva su nombre antes de volver a la iglesia de San Frontis
de donde salió el pasado jueves. Su manto morado, como el de los
hermanos de fila, su cruz soportando el dolor de la ciudad, su marcha
sonando mientras desciende hasta el puente de Piedra.
La Esperanza llega
verde sobre verde, corona de plata, con el alma de todos los zamoranos
en el espacio que hay entre sus manos. El paso se detiene poco antes de
llegar a La Magdalena y deja de caminar para bailar como solo se baila un paso en Zamora.
Un padre se lo baila a su hijo, "Adiós papá" dice el pequeño sacándose
el chupete de la boca. Un padre se lo baila a su futura hija, Esperanza,
mientras la madre llora de la emoción y posa sus manos sobre el vientre
como diciéndole "Esperanza, te lo están bailando". Un hijo lo lleva
bailando todo el recorrido por su padre que ya no está aquí.
Y la Virgen de la Esperanza
deja de bailar para volver a caminar, a andar sin moverse, agotando
cada centímetro de la rúa entre un mar de caperuces morados y una fila
interminable de hermanos de acera que aprovechan que parece que por fin
la primavera ha llegado a la ciudad y el frío ha desaparecido
momentáneamente para vivir la Pasión.
Cierra
el desfile procesional una banda de tambores que cuenta entre sus filas
con niños tan pequeños que no pueden tocar y llevar caperuz a la vez.
Escuela de músicos, escuela de semanasanteros, escuela de hermanos del
Vía Crucis. Los niños han tomado ya esta cofradía, como hicieran con
tantas otras, siendo presente y futuro, algunos con meses de vida, con
su pequeña túnica blanca y morada pero con las necesidades de cualquier
pequeño. Como un pequeño cofrade, de los más diminutos de este Martes Santo
que, pese a la ilusión de procesionar por primera vez, también sintió
la necesidad de comer y él y su madre tuvieron que dejar el desfile y
seguir con la vida.
http://www.laopiniondezamora.es/semana-santa/2018/03/28/via-crucis-esperanza/1073568.html