El pregón que José Luis Alonso Ponga pronunció ante los semanasanteros zamoranos no desgranó evocaciones o sentimientos, aunque conoce bien de lo que habla: su primer procesión del Silencio, el Miércoles Santo, fue en 1972. Zapatero a sus zapatos, el profesor habló desde la antropología, la etnografía y, en fin, desde la ciencia. Porque la Semana Santa de Zamora, dice lo primero, está documentada desde el siglo XIII, así que «probablemente es una de las más antiguas de Castilla y León; y eso que la ciudad no ha tirado de este pedigrí histórico». Esta entrevista se realizo el pasado dia 23.
–En Zamora, si no estás en la Semana Santa no eres.
–Es que la Semana Santa de Zamora es un hecho cultural e identitario de un pueblo. El pregón va a ser una reflexión sobre las bases por las que Zamora ha elegido la Semana Santa como seña de identidad cultural y social la importancia que tiene. La ciudad ha creado un evento de una estética insuperable que se forma con los pasos, los escenarios, las músicas, la gastronomía... Son lenguajes universales. Y lo más importante: el compromiso de los cofrades, de la ciudad entera, con su Semana Santa.
–¿Sobre qué bases arraiga la Pasión zamorana para ser un hecho sociocultural tan importante?
–Esta Semana Santa, como todas las de España, tiene su base fuerte en la disensión, no en nada romántico ni de caridades, sino en disensiones internas en las propias cofradías, de las cofradías entre sí y contra las autoridades civiles y religiosas. Esto, aunque a algunos les duela, es la esencia de la Semana Santa. Es una rivalidad no cruenta, pero si es una representación del grupo, que para recrearse y reforzar la identidad, tiene que crearse ‘versus’ el otro. Esto lo tenemos que asumir; no es un testimonio religioso, sino de categoría humana, y esto se puede demostrar desde el siglo XVI.
Equilibrio de poderes
-Al final, es un juego de poderes, dice usted.
–En la medida que se basa en vivencias personales y grupales se pone más de manifiesto esta falta de consenso. Si encuentras una procesión donde no haya rivalidad es una mera representación de actores con un guión, pero eso no es vida. La Semana Santa se mantendrá porque la mantienen los zamoranos. Es más, estoy seguro de que las autoridades religiosas y civiles, como siempre, intentarán amaestrar a las cofradías desde el credo y las políticas. Pero no lo lograrán. Si lo logran, la Semana Santa habrá desaparecido.
–¿Qué se ha dejado en el camino la Pasión zamorana desde que comenzó su segunda edad de oro, a mediados de los setenta, hasta hoy?
–Lo que creo es que ha sabido adecuarse a los tiempos sobre la base de una lucha entre contrarios: lo tradicional y lo actual, lo político y lo religioso, y desde el punto de vista del género. Hay cosas que ya han encajado y otras, aún no. Pero esta dialéctica es el motor que la hace pervivir en el tiempo y su hecho diferencial. La Semana Santa de Zamora tiene que ser siempre polisémica. Por eso jamás una autoridad podrá imponerse, porque se trasgreden las normas. Y por eso caben todos los zamoranos: cristianos, católicos, agnósticos o ateos, porque es un hecho social y cultural.
–Por las hermanas cofrades le iba a preguntar.
-Es cierto que hay cofradías que aplican estrategias para que la ley no se cumpla en cuanto a la incorporación de la mujer, y eso me interesa como antropólogo. Pero en absoluto se puede cerrar la participación por razón de sexo.
–¿Qué le falta a la Semana Santa de Zamora para terminar de despegar, desde el punto de vista socioeconómico?
–Hacer un esfuerzo por mostrar este hecho cultural universal para captar en el exterior un turismo de calidad, porque lo tiene todo. Zamora adolece de dar a conocer sus derechos más allá de las murallas y del Duero. Y esta Semana Santa sí que es de Interés Turístico Internacional con motivo.
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