CAMINEO.INFO.- El próximo domingo tendrá lugar el Día de la Iglesia Diocesana “Germanor 2009”, jornada en la que hacemos memoria de las actividades y los servicios de nuestra Iglesia diocesana, y reflexionamos sobre la obligación que tenemos todos los católicos de sostenerla, también económicamente. La Iglesia necesita de nuestra ayuda generosa. Debemos recordar una vez más lo que dice S. Pablo: "el sembrador mezquino tendrá una cosecha mezquina, el sembrador generoso la tendrá generosa" (2 Co 9,6). El amor de Cristo nos hace plantar la semilla para que arraigue y dé fruto en los corazones de los que tratamos y servimos. Y en todo debemos ser sembradores generosos, que entregan toda la vida, y que dan todo lo que tienen.
Probablemente cuando se vive un momento de grandes dificultades económicas es cuando todos tenemos que ser personal y comunitariamente más austeros, y contener los gastos en cosas que pueden reducirse, sin malgastar los recursos. Pero al mismo tiempo también es cierto que en estos momentos es cuando no podemos dejar de ayudar, sino más bien debemos incrementar la solidaridad y el compartir los bienes. Ayudémonos unos a otros, y recurramos a las comunidades cristianas para que nos ayuden a hacer posible una compartición más justa y solidaria. Por más crisis que haya, compartamos lo que buenamente tengamos, y no dejemos de ayudar en la medida de nuestras posibilidades a la Iglesia diocesana, para que ésta pueda continuar su tarea, y si es posible, la incremente.
El lema de la Campaña de Germanor de este año nos dice: "Somos parte de una Iglesia que acompaña y ayuda. ¡Participa!" desea que percibamos que la Iglesia la formamos entre todos, y que ser miembro vivo de la comunidad cristiana nos compromete a acompañar y ayudar, participando activamente, generosamente, con nuestros dones y con nuestros bienes. ¿Y si destinásemos a la Parroquia y a la Diócesis, a los pobres y a otras causas nobles de solidaridad, regularmente una cantidad, un tanto por ciento de nuestros ingresos, la que creamos en conciencia que nuestra familia o uno mismo tiene de aportar? Nosotros no lo olvidaríamos y las instituciones sabrían mejor con qué pueden contar. ¡Reflexionemos, y vayamos creando unos hábitos solidarios en la vida personal y familiar!
A mí me corresponde recordaros a todos que debemos sostener la Iglesia con nuestros recursos, grandes o pequeños. Hagamos, pues, un esfuerzo. Para acompañar y ayudar necesitamos recursos económicos. Y por ello no nos podemos desentender: El sostenimiento económico de la Iglesia depende exclusivamente de los católicos, que la ayudan con sus bienes, aportan a través de las parroquias y las instituciones católicas, y con el gesto sencillo de marcar su declaración de renta, hacen llegar el 0,7% de las aportaciones de sus declaraciones a la Iglesia, para que pueda continuar dedicándose totalmente al servicio de todos.
Las necesidades siguen siendo grandes. ¡Gracias por vuestras aportaciones generosas!