CAMINEO.INFO.- Hace un mes se reunía en Àquila (Italia) la cumbre del grupo del G8, la institución que agrupa los 8 países más industrializados del planeta: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Rusia. Quizás faltan otros como China, India y Brasil. Los actuales ocho países representan el 14% de la población y casi las dos terceras partes del producto bruto mundial. En sus reuniones discuten problemas globales, que han ido cambiando a lo largo de su existencia. En su origen fue el petróleo y la crisis que atravesaba la economía mundial en los años 70. En sucesivas reuniones han discutido sobre seguridad global, la paz en Oriente Medio, la pobreza, la salud mundial, el suministro de agua potable, la reconstrucción de Iraq y el calentamiento global. Este año han hablado de medio ambiente, de la crisis económica y de la lucha contra la pobreza. Esperamos que se concrete en buenas realizaciones.
Al concluir esta última reunión y como síntesis de la tercera encíclica que acaba de publicar el Papa Benedicto XVI, “Caritas in Veritate”, les ha recordado a estos países que, con tal de que la humanidad no caiga bajo una nueva dictadura, "el absolutismo de la técnica", hacen falta respuestas no sólo técnicas, sino éticas, a los problemas globales. Al comentar los resultados de la cumbre del G8 en Àquila, el Papa afirmó que hay que inventar "una estrategia coordinada para buscar soluciones globales duraderas", reclamando que las medidas necesarias para afrontar la crisis "deben tener en cuenta todas las exigencias de la persona, que está dotada de alma y cuerpo". "En el mundo hay desigualdades sociales e injusticias estructurales que no podemos tolerar, que exigen, además de las debidas intervenciones inmediatas, una estrategia coordinada para buscar soluciones globales duraderas". El Papa reconoce que la Iglesia no tiene soluciones técnicas para ofrecer, pero que "aporta a todos la enseñanza de la Sagrada Escritura sobre el hombre y anuncia el Evangelio del Amor y de la justicia". Por eso, considera que "es necesaria una nueva proyección económica que vuelva a diseñar el desarrollo de forma global, basándose en el fundamento ético de la responsabilidad ante Dios y ante el ser humano, como criatura de Dios".
La cuestión social en nuestro tiempo "se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica", como reflexiona acertadamente el Papa en la primera parte de su encíclica, puesto que afecta a la manera de concebir el ser humano, que cada vez está más en manos del mismo hombre por las modernas biotecnologías. Las soluciones a los problemas actuales de la humanidad deben tener en cuenta todas las exigencias de la persona y de su Creador. Las prácticas contrarias a la vida que el Papa denuncia, diseñan unos escenarios oscuros para el futuro de la humanidad. No respetar la verdadera dignidad de la persona, incluso cuando parece motivado por una 'opción de amor', en realidad es el fruto de una concepción materialista y mecanicista de la vida humana, que reduce el amor sin verdad a 'un envoltorio vacío que se llena arbitrariamente' y que, de este modo, puede comportar efectos negativos para el desarrollo humano integral (p. ej. la eutanasia). Pese a los problemas actuales, el Papa nos anima a que "la Iglesia mire al futuro con esperanza", y recuerda a los cristianos que, ya que la sociedad tiene necesidad de verdad y de amor, y el cristianismo es la religión de la Verdad y del Amor, por esto mismo la mayor ayuda que los cristianos podemos aportar al desarrollo es el anuncio explícito de Cristo
