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El Papa, un hombre bueno

Sat, 11 Dec 2010 07:37:00
 
Monseñor Santiago García Aracil, Arzobispo de Mérida-Badajoz
Monseñor Santiago García Aracil,

CAMINEO.INFO.- Así, sin más. En cambio, podríamos embellecer la afirmación del título citando las palabras de Machado: El Papa es un hombre, “en el mejor sentido de la palabra, bueno”.

El Papa transmite una bondad incontenible. No juega con el disimulo, ni siquiera con gestos de humildad estudiada y ficticia que tanto se ve utilizar hoy por parte de algunos.

El rostro del Papa Benedicto XVI ofrece, a quien le mira con atención, la inconfundible imagen de la sencillez. Su expresión manifiesta una capacidad de afecto que invita a la confianza. Su ritmo, tanto al caminar como, sobre todo, al hablar, transmite la impresión de la serenidad que es hija de la profundidad. Su semblante risueño nos habla del afecto que ennoblece el espíritu de quienes miran al fondo de las personas y no se quedan en la superficie de las apariencias.

Podríamos decir que la mirada del Papa hace pensar que te llega a conocer pero que se abstiene de juzgar. Por tanto el encuentro con el Papa, suscita confianza.
¡Qué obsequio tan oportuno en un mundo que, constantemente y por diversos frentes, va suscitando la desconfianza!

La palabra del Papa es tan sabia y profunda como clara. Con ese estilo nos habla de Dios; y, desde Él, nos ayuda a descubrir al hombre, a la persona que somos, salida de las manos del Creador.

El conocimiento de Dios, afirma el Papa, nos permite percibir la propia identidad. Por eso conocer a Dios es tarea imprescindible que se nos brinda en el Evangelio y en la vida de la Iglesia, presentándonos a Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Por este camino podemos llegar, de la mano de este Papa, sabio, paciente y bueno, a descubrir la inmensa riqueza de nuestro ser y la vocación de grandeza interior que ha de orientar y estimular nuestro desarrollo personal y social.

El mensaje del Papa, ofreciéndonos con buen estilo y acierto el contenido del Evangelio de Jesús, nos abre el apetito de conocer mejor al Maestro; casi como lo sintió el discípulo que le preguntó: “Maestro, ¿dónde vives?”

La satisfacción que da leer los escritos del Papa y sus homilías brotan no tanto de la claridad y del buen decir que le son propios, cuanto de la luz que con ellos hace brillar ante la inteligencia y ante nuestra conciencia. No caemos en exageración, ni en amañamiento alguno, si afirmamos que el Papa habla al corazón.

Pero no al corazón que solo entiende de intuiciones y afectos, sino al corazón considerado como centro vital de la persona. En él deposita la inteligencia sus razonables sugerencias y conclusiones; y el alma hace brillar en él la luz de la experiencia contrastada.

Hablar al corazón, como hace el Papa Benedicto XVI, supone provocar el encuentro entre el mensaje de Cristo y la vida misma del hombre de hoy. Encuentro que hace saltar la chispa de la inquietud por la búsqueda de la verdad en su fuente, y por la valoración del amor que ha de unirnos a Cristo y al prójimo. El Creador nos ha hecho abiertos al amor, e insatisfechos hasta que descansemos en Él; hasta que logremos vivir con Él en la amistad; por Él, puesto que es la fuente de la vida; y en Él porque motiva la petición de los discípulos de Emaús: “Quédate, Señor, con nosotros, la tarde está cayendo”.

El Papa nos presenta con insistencia a Jesús como la razón y la fuerza de nuestra vida. Por eso, su palabra nos abre horizontes, nos descubre posibilidades, y nos infunde confianza tanto para emprender el camino, como para recurrir de nuevo a Él, que es nuestro Pastor y Maestro, y el signo de que el Espíritu Santo vela por su Iglesia y está presto al servicio de todos.

No sería del todo veraz si dijera que esta fue mi impresión al encontrarme con el Papa peregrino en Santiago de Compostela o con el Papa predicador y liturgo consagrando el Templo de la Sagrada Familia de Barcelona. Esta impresión que ya es convencimiento, brota de otras lecturas también y de otros encuentros.

Pero es cierto que en esta ocasión, se han reafirmado. Benedicto XVI no es un Papa sensacionalista, sino un Pastor bueno con un estilo nuevo, que nos permite recordar con agrado al gran Papa Juan Pablo II, y sentirnos gozosamente acompañados y guiados por quien el Espíritu ha puesto ahora en la silla de Pedro.

Os invito, queridos lectores, a que os entretengáis releyendo alguna de sus homilías o discursos. Descubriréis en ellos la inteligencia de un gran maestro; la profundidad de un gran pensador; la experiencia de quien ha saboreado la vida; y la orientación del Pastor bueno que da su vida por sus ovejas.







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