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Portada:: Habla el Obispo:: Cardenal Carlos Osoro Sierra:: Necesitamos artistas del trato íntimo con Dios

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Necesitamos artistas del trato íntimo con Dios

Fri, 29 Jan 2010 13:01:00
 

CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Muchas veces he escuchado y meditado la página del Evangelio en la que se nos dice: “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 5, 13-16).

De todos los momentos de mi vida en que he escuchado y meditado estas palabras, nunca he sentido como ahora que la urgencia de vivirla, de ponerla en la vida de cada uno de los cristianos era tan importante. ¿Qué puedo pedir al Señor por la Archidiócesis de Valencia? ¿Qué puede ofrecer la Iglesia en Valencia al Señor? Y lo sentía así, poniéndome el Señor en mi corazón estas palabras: “Necesitamos artistas del trato íntimo con Dios”.

Artistas. Un artista con este contenido, surge precisamente cuando hay una aceptación de corazón de ese mandato del Señor que aparece en el texto del Evangelio. El imperativo es claro de parte del Señor: “Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo”. Pero para ello, es necesario vivir en una comunión total con Él, porque la Luz es Él y la Sal es Él. Somos luz y sal en la medida que estamos injertados en Él con todas las consecuencias. E injertados en Él, nuestra luz y nuestro ser sal, es de alguna manera ser Él en medio de esta historia. La evangelización que requiere nuestro tiempo sólo puede llevarse a cabo con un nuevo talante evangelizador.

¡Qué expresión más bella salió de los labios del Papa Juan Pablo II el día 9 de marzo de 1983 en Puerto Príncipe (Haití) al iniciarse las celebraciones de la evangelización de América! Allí, escuchamos unas palabras que no pueden pasar desapercibidas, “nuevo ardor”, es decir, nuevo fuego, nuevo celo apostólico, nuevo enardecimiento por la gloria de Dios y por la salvación de todos los hombres. Es cierto que después vinieron otras palabras, “nuevo método” y “nueva expresión”. Pero nunca olvidemos algo prioritario, ser sal y ser luz, eso es el “nuevo ardor”. Y para ello es necesario estar en contacto con quien es la Luz verdadera que ha venido a este mundo, Jesucristo.

Necesitamos artistas del trato íntimo con Dios. Para ello son necesarios hombres y mujeres que con su vida anuncien explícitamente la misericordia de Dios, la muerte y la victoria de Jesucristo sobre ella con su resurrección. Porque es este anuncio lo que produce la conversión que trae siempre frutos de amor, de reconciliación, de justicia, de paz, de vida… La adhesión a Jesucristo, la fe en Él, el que Él se asiente en nuestro “corazón”, es decir, en el centro de la personalidad, modula profundamente al ser humano: modula y le da una manera de ser y hacer al artista que toma el pincel, escribe una partitura, realiza una escultura de bronce o de cartón piedra; al empresario que genera riqueza y, a pesar de las circunstancias económicas actuales, lucha por mantener empleos, con deseos de construir una economía de comunión; al escritor; al obrero de la fábrica o al labrador del campo. Y es que tal adhesión a la persona del Señor informa y da sentido a todo lo que hace y a todo lo que existe.

“No se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero”. Necesitamos hombres y mujeres dispuestos a brillar en medio del mundo. Siempre el mundo ha sido activo y agitado. Siempre han existido épocas de convulsión. Los tiempos modernos añadieron una precipitación a la vida que hace aún más urgente la necesidad de buscar sosiego en Dios y de unirnos a Él con todo nuestro corazón.

Para ser “artistas del trato íntimo con Dios”, nos encontramos con una serie de bienaventuranzas que el discípulo de Jesús debe hacer suyas:
1) Bienaventurado quien se deja educar el corazón por Jesucristo. Es decir, en la contemplación de la Luz que es Jesucristo, resulta que Él nos lleva y nos educa en la cordialidad, la bondad, la confianza y la fe. Y es que quien sigue a Jesús y trata de imitarle en lo que Él hace, asimila los sentimientos de su corazón que es compasivo para con todos los hombres y para con todas las situaciones que viven los hombres. ¡Cuánto bien se hace a los hombres poniéndose un discípulo como la luz en el candelero!
2) Bienaventurado quien se deja educar en la confianza por Jesucristo. Es decir, en la misión del Señor y en la misión que desea que nosotros tengamos. Hemos de educarnos en la necesidad de fiarnos de Él. Ser luz o sal por nuestra propia cuenta sería ridículo intentarlo sólo con nuestras propias fuerzas. Pero ser luz y sal con la fuerza del Señor es apasionante. Tener la Luz que viene de Jesucristo y darla, hace tales cambios en quienes viven con nosotros en esta historia, que quien lo prueba se apasiona por tener como oficio y ejercicio tal tarea.
3) Bienaventurado quien se deja educar en la mirada por Jesucristo. Es decir, a todo y a todos hay que mirarles desde el Señor. En todas nuestras actividades todo tiene un punto de concentración, Jesucristo, y cuando lo perdemos como referente punto dejamos de ser sal y luz.
4) Bienaventurado quien se deja educar en el despojo de todo porque encuentra la riqueza en Jesucristo. Y es desde esta riqueza desde donde alimenta a los demás y se convierte en luz y sal.
5) Bienaventurado quien se deja educar en la libertad de corazón, es decir, cuando somos capaces de dejarlo todo y considerar que lo más importante es tener Luz de quien la puede dar. Libres para amar y para darse a los demás.
6) Bienaventurado quien se deja educar en el abandono de sí mismo al Padre, es decir, si nos ponemos en manos de Dios con todas las consecuencias.
7) Bienaventurado quien se deja educar en el sentido de la cruz. A mí siempre me ha impresionado el tercer canto del Siervo de Isaías (Is 50). El canto habla de un misterioso oyente de la palabra, disponible, rechazado y, no obstante, firme, valiente y confiado. Este oyente es Luz y da Luz quien se pone a su lado en todas las circunstancias de la vida pues refleja la Luz que viene de Él.

Necesitamos “artistas del trato íntimo con Dios”. Tú y yo podemos serlo con la gracia del Señor para realizar una nueva y luminosa evangelización en la que hagamos visible el amor de Dios.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia







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