CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Son muchas las noticias que llegan sobre la situación de la humanidad en el año que acaba de terminar y en el que comienza. Algunas son alarmantes y generan una honda preocupación. Como pastor vuestro, os propongo una visión positiva con caminos y salidas que hagan posible que esas alarmas, que están ahí, no suenen y si suenan las escuchemos de una manera nueva. Todo está en nuestras manos. Recuerdo una obra escrita por Miguel Delibes y Miguel Delibes de Castro, hijo, con un título sugerente: “La tierra herida ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos?” Esto es lo que nos tiene que ocupar, si hay heridas, ¿qué hacemos para curarlas y qué hacemos para que otros que llegan encuentren una tierra sana?
Permitidme un recuerdo y una reflexión que puede orientarnos en el camino de construir una tierra sin heridas y nueva. En estos días pasados, me ha impresionado una vez más el relato de los Magos de Oriente: vienen guiados por la estrella en búsqueda del Mesías. “Se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” (Mt 2, 2). Llegaron por un camino. “Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino” (Mt 2, 11-12). Vienen por un camino y cuando se encuentran con el Señor marchan por otro camino diferente. Y es que quien se encuentra con Jesús, toma otra orientación y otro camino en la vida. Utilizando una expresión del papa Benedicto XVI, “quien encuentra a Jesucristo no sólo no pierde nada, sino que gana todo”.
Hemos de iniciar un camino nuevo que nos debe llevar a todos los cristianos a vivir desde estas claves: 1) Hemos de mirar hacia dentro, al fondo, al hontanar de cada de uno de nosotros y buscar siempre aquello que nos une, más que fijar nuestra mirada en aquello que nos separa. Mirar y fijar la mirada en lo positivo de cada uno de nosotros. 2) Vivamos desde la mirada de unidad, siendo creadores de un nuevo estilo de ser y de hacer, busquemos la manera de ser hombre que nos ha sido revelada por Jesucristo. 3) Entreguemos todo lo que somos a Jesucristo, pongamos como los Magos todas nuestras riquezas en sus manos, hagámonos pobres. 4) Acojamos y llenemos nuestras vidas con todas las consecuencias del poder, la fuerza y el amor de Jesucristo, no dudemos ante su poder, fuerza y amor, entreguemos nuestro ser al Señor, despeguemos siempre en nuestra vida desde Él. 5) Con todos los que así viven, creemos fraternidades y comunidades vivas que hagan visible lo que significa vivir y encarnar el Evangelio. 6) Alimentemos la verdadera solidaridad en sentido vertical y horizontal, es decir, viviendo la comunión con Dios y la comunión con los demás hombres. 7) Vivamos una espiritualidad contemplativa en la acción, siendo hombres enteramente de Dios en medio de un mundo en el que tenemos que trabajar y luchar, es decir, una espiritualidad realista, personalizada (siendo como Jesucristo, “hombres para los demás”) y eclesial, de profunda comunión con Cristo y desde Él con todos los hombres.
Pero, ¿cómo ser en este tiempo concreto buen perfume de Cristo y hacer sentir su Evangelio como un aire que purifica, una llama que alumbra y una fuerza que da esperanza? Entre otras maneras, y ésta es fundamental, no cansándonos de proclamar la necesidad que tiene el ser humano de la Verdad frente a todas las tecnocracias y frente a todas las ideologías. Me he planteado una cuestión que muchos cristianos se formulan ¿Qué criterios son necesarios para este tiempo? Me atrevo a proponeros, en este año que ya ha empezado, algunos criterios en forma de bienaventuranzas, ya que en el corazón de todo ser humano late la aspiración de ser dichosos, felices, bienaventurados y de así hacer un mundo diferente. Llevad a la oración estas bienaventuranzas:
1º) Bienaventurados seremos, si nos adherimos de forma absolutamente veraz e incondicional a Cristo como signo vivo y palabra última de Dios a los hombres. Nos tenemos que abrir hasta el fondo de nuestro ser con absoluta verdad al poder de quien nos funda. Tengamos en cuenta que “no hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre al Absoluto en el reconocimiento de una vocación que da la idea verdadera de la vida humana” (Pablo VI, Populorum progressio, 42: lc., 278).
2º) Bienaventurados seremos si resituamos el interés por todo lo cristiano en lo que es el movimiento interior que le anima, más allá de todas las instituciones, de tal manera que cada gesto, cada empresa eclesial por muy pequeña que sea, ha de ofrecer la posibilidad de reconocer el rostro total y auténtico de lo cristiano, que es Jesucristo mismo. Qué importante es poder decir a todos los que gobiernan en este mundo y que se ocupan de dar un aspecto renovado de todas las cosas, especialmente en el orden económico y social, que “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad” (Caritas in veritate, 25). Y esto es imposible hacerlo sin haber vivido el encuentro con Jesucristo.
3º) Bienaventurados seremos si somos capaces de revivir en profundidad y en comunión a los grandes testigos de lo cristiano, para ser nosotros verdaderamente testigos, que en definitiva es volver a tener la experiencia que ellos tuvieron, de que el fundamento del ser es el amor, es decir, de un haber sido conocidos y amados antes por Dios mismo y, por ello, poder reconocer y amar.
4º) Bienaventurados si respondemos y valoramos los siguientes planos: la realidad de Dios tal como nos ha sido revelada y propuesta en Jesucristo Hombre y Dios verdadero; nuestra experiencia fundamental de Él y de su manifestación histórica; las estructuras en las que se explicitan los conceptos y se testimonian las vivencias.
5º) Bienaventurados si cultivamos esta sensibilidad fina y verdadera: frente a las estructuras y sistemas diríamos que “homo semper maior”; frente a las vivencias y a los hombres diríamos que “Deus semper maior”.
6º) Bienaventurados si permanecemos siempre y todo el tiempo que sea necesario en la búsqueda, pero siempre acompañados de un especial cultivo de las actitudes éticas y religiosas que se originan en la purificación interior y en la oración.
7º) Bienaventurados si somos arriesgados para seguir la llamada que Dios nos hace en todos los momentos de nuestra vida. Un riesgo que nada tiene que ver con perder la alegría sino todo lo contrario es encontrarla en el seguimiento sincero y auténtico de Jesucristo.
8º) Bienaventurados si estáis alegres, entre otras cosas y ésta es la fundamental, porque Dios os quiere entrañablemente. No hay sentimiento más ajeno al espíritu del Evangelio que el aburrimiento. La tristeza y la desesperanza son la antesala del pecado.
Está en nuestras manos sanar las heridas de la Tierra. Todos y cada uno de nosotros tenemos a nuestro alcance el ser bienaventurados y proclamar en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestro barrio o localidad, que siempre estamos a tiempo de tomar un nuevo camino, como los Reyes, y anunciar por el mundo que el amor de Dios todo lo puede.
