CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA-Cuando vamos a celebrar la XLIII Jornada Mundial de la Paz, la Iglesia, con la humildad de madre de la humanidad, se dispone a entregarse a todos los hombres para ser un espacio verdadero de Reconciliación, Justicia, Amor y Paz. Es la Reconciliación, la Justicia, el Amor y la Paz de Jesucristo que se entrega a favor de todos los hombres y en la cercanía de ellos en todas las circunstancias que puedan vivir.
El lema que el Santo Padre Benedicto XVI nos ha propuesto es este: “si quieres promover la paz, protege la Creación”. Invito a todos a la lectura de la Carta del Papa a la que me voy a referir. Respetar todo lo que ha sido creado y tal como ha sido creado tiene una importancia capital, es esencial para una convivencia en paz de toda la humanidad. Fue todo creado para la Reconciliación, la Justicia, el Amor y la Paz. Ya el Papa en la Encíclica Caritas in veritate subrayó que el desarrollo humano integral está íntimamente relacionado con los deberes que se derivan de la relación del ser humano con el entorno natural y con la fidelidad al modo y a la manera en que todo ha sido creado.
¿Podemos permanecer indiferentes y no llamar la atención con toda energía y desde la hondura de la fe sobre la relación entre el Creador, el ser humano y la creación? ¿Hemos de callarnos ante los problemas del cambio climático, la desertificación, la falta de agua o el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas de la tierra? ¿Es que esto no tiene nada que ver con el desarrollo integral del hombre?
El Niño que adoramos en Belén nos invita a sentirnos inmersos en el Amor de Dios, que creó todo lo que existe y lo puso al servicio de todos los hombres, que bajó del Cielo y se hizo cercano a cada uno de nosotros para convertirnos en parte de su misma familia, una familia que está al servicio de la Reconciliación, de la Justicia, del Amor y la Paz. Hemos de decir que la Reconciliación, la Justicia y el Amor, son condiciones esenciales de la Paz. De alguna manera son ellas las que definen la medida de su naturaleza. Es cierto que por el egoísmo del ser humano y también por la necesidad de su desarrollo integral hay muchas amenazas para la paz, pero no es menos cierto que hay peligros cuyo origen está en el descuido, la insolidaridad, el abuso de la tierra, del agua, y de todos los bienes que Dios nos ha dado y que son también causas del deterioro de la paz.
Me gustaría detenerme por unos momentos en la palabra Reconciliación. ¡Cuántos conflictos no resueltos hay en esta tierra en la que habitamos, que llevan a explosiones de violencia, porque en esa falta de Reconciliación se pierde el sentido de la Justicia, de la Verdad, del Amor y por tanto a las rupturas que traen la falta de la Paz! La Paz solamente puede alcanzarse si se llega a una Reconciliación interior que se genera con Justicia y Amor. La gran tarea de la Iglesia, de todos los cristianos, es convertirse hoy en un espacio amplio de Reconciliación. Es en este espacio donde se puede generar Justicia, Amor y Paz. En la carta a los Corintios, San Pablo habla de esta tarea prioritaria, cuando dice: “Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡dejaos reconciliar con Dios!” (2 Co 5, 20). Cuando el hombre no está reconciliado con Dios, entra en discordia también con la Creación y por ello consigo mismo, con los demás y con Dios.
Esta discordia con la Creación es tremenda, el hombre que no está reconciliado con su prójimo, se hace injusto, falto de amor y por ello sin capacidad para generar paz. La reconciliación forma parte de esa capacidad que el Amor de Dios pone en nuestra vida para reconocer la culpa y pedir perdón a Dios y a los demás. El Amor de Dios es un manantial para cada hombre y mujer que nos ofrece a todos el único amor sincero, eficaz, y válido que todo lo puede. El Amor de Dios nos hace vivir en la Justicia verdadera. Me impresionaron hondamente aquellas palabras de Caritas in veritate: la disponibilidad a ir más allá de lo necesario, a no ir haciendo cuentas, sino a ir más allá de lo que exigen las simples condiciones jurídicas. Y me impresionó porque eso es lo que hizo Dios con nosotros. Salió a nuestro encuentro. No estábamos reconciliados, vivíamos en la injusticia, nos faltaba el amor, no creábamos paz. Y Dios salió a nuestro encuentro, aunque solamente Él tuviera la razón, salió a nuestro encuentro hasta la Cruz. Y todo ello para reconciliarnos, regalarnos su justicia que va más allá de lo que nosotros nos merecemos y así hacernos vivir de su Amor. ¿No es esto saber dar pasos para la paz?
La humanidad necesita una profunda renovación cultural, precisa descubrir los valores que constituyen el fundamento sólido sobre el que construir un futuro mejor para todos. Hay que hacer una revisión muy profunda del modelo de desarrollo, “Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos” (GS 69), pero el ritmo actual de explotación pone en peligro la disponibilidad de algunos recursos naturales. Para lograr una auténtica Reconciliación, Justicia, Amor y Paz, es necesario que no movamos la historia solamente por intereses políticos de partido o económicos, sino por un auténtico desarrollo de la persona humana, en la que hay clara conciencia de que todo lo que existe pertenece a Dios y se lo ha confiado a los hombres, pero no para un uso arbitrario y egoísta. Ciertamente hay una necesidad de renovación cultural.
Hay una estrecha interrelación entre la lucha contra el deterioro de la naturaleza y la promoción del desarrollo humano integral. No se podrá contemplar el desarrollo integral del hombre sin el desarrollo solidario de la humanidad. Todo esto cuestiona nuestro estilo de vida. Por eso, debemos hoy volver a aprender la capacidad de reconocer la culpa y renunciar a la falsa convicción de que somos inocentes, cuando todos estamos implicados en el deterioro del medio ambiente y en muchas conductas insolidarias.
Hemos de saber dejarnos transformar, de salir al encuentro del otro y de pedir a Dios que nos dé el valor y la fuerza de la renovación. En nuestra situación actual debemos redescubrir el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, pues cuando lo descuidamos es un síntoma claro de una pérdida de veracidad respecto a nosotros mismos, la naturaleza y Dios. Y esta pérdida pone en peligro la paz entre los hombres. Esta pérdida está poniendo en peligro nuestra humanidad y la Creación entera, pues la degradación de la naturaleza está estrechamente relacionada con la cultura que modela la convivencia humana, pues “cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia” (Caritas in veritate, 51).
La verdadera ecología humana ayuda a la ecología ambiental, por ello, sigamos ofertando espacios de reconciliación para la paz. Y la reconciliación debe nacer en el corazón de cada ser humano. El sacramento de la Penitencia es un espacio imprescindible, que nos acerca a la reconciliación con Dios, con nuestro prójimo y con toda la humanidad. Frecuentemos también ese espacio de reconciliación. El amor de Dios nos lleva a la reconciliación, a la Paz, a la solidaridad y responsabilidad en materia medioambiental y de los recursos naturales entre todas las regiones de la tierra.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia