CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- La misión a la que me refiero solamente puede ser comprendida desde el encuentro con Jesucristo. El día 6 de enero del año 2001 firmaba el Beato Juan Pablo II una Carta Apostólica a toda la Iglesia: “Al comienzo del nuevo milenio”. Sus primeras palabras dicen así: «Al comienzo del nuevo milenio, mientras se cierra el Gran Jubileo en el que hemos celebrado los dos mil años del nacimiento de Jesús y se abre para la Iglesia una nueva etapa de su camino, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a “remar mar adentro” (“duc in altum”) para pescar (Lc 5, 6). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo y echaron las redes» (NMI 1). “Rema mar adentro” es la invitación al encuentro con Jesucristo. “Rema mar adentro” es la invitación a la que hemos sido llamados con el Itinerario Diocesano de Renovación. La Carta Apostólica a la que me refería tiene una actualidad quizá mucho mayor en este año 2011 que estamos viviendo. Necesitamos quitar los miedos y fiarnos de la palabra de Cristo. Ese “rema mar adentro” tiene una fuerza especial en estos momentos. Es una llamada a la misión, al anuncio, a presentar el rostro de Jesucristo. Es una invitación a la pregunta que siguen haciendo todos los hombres hoy de una manera u otra: ¿qué tengo que hacer para ser feliz?
“Rema mar adentro”. Te aseguro que todos los días pido al Señor que resuenen en ti y en el corazón de todos, en nuestra Archidiócesis de Valencia, estas palabras. Hay que escucharlas en el silencio. Precisamente, cuando las haces vida y entras en lo profundo de tu corazón cambian todas las perspectivas, pues nos invitan a llegar a la profundidad, allí donde son todas las cosas nuevas. Ahí está la novedad misma que es Jesucristo. “Rema mar adentro”. Déjate interpelar, orientar y modelar la existencia.
Comenzar un tiempo, un nuevo milenio como el que estamos viviendo, sabiendo que Jesucristo, es decir, que Dios mismo me acompaña en el camino de la vida, que me da su fuerza y su apoyo, que cuenta conmigo para seguir entregando libertad, paz, justicia y amor, es algo que cambia todas nuestras perspectivas. Pero, además, sabiendo que no es con cualquier clase de libertad, paz, justicia o amor, sino con la que nace de su Persona Divina. Y es que, desde que Dios vino a este mundo, todo lo que necesita el ser humano para vivir tiene una medida y un nombre, Jesucristo. Pues bien, hoy está Jesús aquí, contigo. Hoy está en medio de los hombres, lo mismo que estuvo en Nazaret y en la sinagoga, y sigue diciendo: El Espíritu del Señor está sobre mí, anuncio la paz y la libertad y entrego la gracia. Aquél que nació en Belén y murió en la Cruz, ha Resucitado y vive entre nosotros. Tú te has encontrado con Jesús o puedes encontrarte con Él. Ten una cosa en cuenta, que la fe es un encuentro con Jesús, no es una adhesión a una doctrina, es la adhesión a una Persona. La fe es el nacimiento de una nueva amistad tan fuerte que es capaz de resistir todos los obstáculos. Cuando se contempla la figura de San Pablo, se descubre realmente lo que significa haberse encontrado con el amor liberador de Jesús. Es el propio Apóstol quien dice: “sé de quién me he fiado”. Cuando te encuentras con Jesús, te sabes amado por Alguien cuyo Amor fiel es más fuerte que nuestras infidelidades. Jesús no desespera nunca de nuestras miserias. Es más fuerte su Amor que nuestras miserias y cuando dejamos que su Amor esté en nosotros podemos realizar las mismas obras que Él. Vino a esta tierra para “proclamar un año de gracia”. Y quiere que tú, hoy, con su gracia, lo sigas proclamando hasta que Él vuelva.
Déjate mirar por Jesucristo. Conoce a Jesucristo. La fe no puede ser un vago sentimiento religioso. La fe, para ser cristiana, debe conocer a Jesucristo y debe alimentarse de la contemplación de su persona a través de sus gestos y haciendo nuestras sus palabras. Lo más importante es que te dejes seducir por el Señor, déjate mirar por la mirada de Cristo que, en los Evangelios, nunca es una mirada vaga o genérica puesta sobre una multitud anónima. Es una mirada personal, que invita a tener coraje y a ser lúcido con uno mismo y con los demás. Es una mirada que invita a la amistad con Él y a compartir su misión y su destino. ¡Atrévete a confiar en Él! La amistad y poner la confianza absoluta de la vida en Él, compromete toda la vida. Pero merece la pena, pues cambia el modo de comprender el ser persona y la significación de la propia existencia. “Rema mar adentro”. Entra en la vida, en tu vida, en la historia concreta, en los problemas reales, en las vidas de los demás, con Él y desde Él. Desde Jesucristo, te invito a que con el Itinerario Diocesano de Renovación comiences a pensar en ganar seis batallas:
1º) Emprende la batalla del amor a la verdad: A menudo es la primera que pierde el ser humano. La verdad es prioritaria para todo y tiene un nombre, Jesucristo. Gana esta batalla.
2º) Emprende la batalla de la confianza: Cree con todas las consecuencias que solamente Cristo tiene y trae la salvación. Y que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, recupera la imagen perdida por el pecado cuando entra en comunión con Jesucristo. La confianza tiene una fuente, Jesucristo.
3º) Emprende la batalla de tener siempre ideales: Aunque veas que, a menudo, las cosas y las personas se miden por los éxitos a costa de lo que sea, tú cree en los grandes ideales. No desgajes tu vida de ese gran ideal que Dios, desde que te creó, te propone realizar. Mantén delante de ti siempre la persona de Jesucristo.
4º Emprende la batalla de la libertad y la justicia: Tampoco el mundo cambia con gritos o con tirar a la cara simplemente a los demás lo que no hacen. La libertad y la justicia tienen un nombre y un modo de conseguirse, Jesucristo.
5º) Emprende la batalla de la paz: Piensa que todos los seres humanos son recuperables. Nunca desconfíes del diálogo con todos. La paz solamente tiene un nombre y una manera de conquistarse, Jesucristo.
6º) Emprende la batalla de la esperanza: Ésta no se puede realizar con armas de los hombres, pues a la larga siempre se pierde. Con nuestras armas, siempre terminamos diciendo “no hay nada que hacer”. La esperanza tiene un horizonte y una fuerza, Jesucristo.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia