CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- En la solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos en la Iglesia la Jornada Pro Orantibus, “por los que oran”. En esta Jornada, damos gracias a Dios por el gran don de la Vida contemplativa y la presencia de muchos monasterios que pueblan nuestra geografía. ¡Cuántos lugares de luz, esperanza y amor hay en nuestra Archidiócesis de Valencia! Muy a menudo pasamos junto a estos monasterios, sin darnos cuenta de lo que de allí surge, de la vida que están dando a este mundo, de la originalidad desde la que están viviendo, de las razones profundas que mantienen a quienes allí viven y nos tienen siempre en sus labios diciendo las mismas palabras que Jesús dijo, “por vosotros”. Todo lo hacen y viven por nosotros, por los hombres y mujeres de este mundo. ¿Sabes lo grandioso que es en la vida que exista gente cuya única dedicación sea el ponernos en las manos de Dios?
Me gustaría decirte lo que significa en cristiano hablar de vida contemplativa. Estoy seguro o que no te lo has preguntado o que te resulta algo lejano o extraño. Sin embargo, tiene que ser algo central en nuestra vida. ¿Sabes lo que es afirmar en un contexto público y permanente, con formas comunitarias y pautas de acción eclesial claras, que el hombre no se detiene en la superficie de las cosas? ¿Sabes lo que es que un ser humano acoja el Evangelio como palabra de vida, y que vaya permanentemente a ver los contenidos de verdad y de vida que allí manifiesta Dios mismo, y que instaure una vida de comunión permanente con Jesucristo, que es la Vida misma de la que el ser humano vive? ¿Sabes lo que es vivir en la vida impulsados por el Espíritu Santo siempre y tener su sabiduría, su fortaleza, su amor? Desde que Dios mismo plantó su tienda entre nosotros y se hizo visible en Belén de Judá, desde que los hombres pudieron verlo, vivir con Él, estar a su lado, desde que contemplaron y vieron su pasión, muerte y resurrección, desde que los Apóstoles nos han transmitido que han sido testigos de su vivir y quehacer en esta tierra y de lo que ha dado a los hombres para que tengan vida y la tengan en abundancia, es normal que haya hombres y mujeres que no quieran nada más que a Jesucristo y quieran entregar la vida a Él por los demás. En fe y en amor contemplan a Jesucristo y sus manos y su corazón intuyen y alumbran desde Él, en Él y con Él para los demás y para sí mismos.
¡Qué pena me produce en muchas ocasiones observar cómo hay gente en nuestro mundo cuyo criterio máximo es la eficacia, la rentabilidad y la producción! Pero, al mismo tiempo, ¡qué alegría me está dando ver cómo aparecen atisbos importantes en que se van valorando otras cuestiones que no son las meras estadísticas! El contemplativo es aquel que se ha rebelado ante la pretensión de reducir al hombre sólo a una dimensión, la de puro productor y consumidor de sus propios productos, y descubre la realidad del ser humano como imagen y semejanza de Dios. Y así lo trata y venera. El contemplativo hace una revolución interior que agita a todo y a todos: pues con su vida nos está diciendo que el hombre ha sido creado por Dios para no ser víctima de las obras de sus manos, de sus productos, de sus máquinas y de sus organizaciones. El contemplativo es quien dice con su vida que es posible la libertad, el ocio, el trabajo al servicio del otro, la luz, el amor, la fe, la esperanza.
Déjame que diga a todos los contemplativos con todas mis fuerzas que, desde su humildad, desde ese casi desaparecer del escenario, tenéis con vuestra existencia un contenido más revolucionario que todo lo que llega hasta nosotros como productor de grandes cambios. Los cambios que generáis vosotros con vuestra vida, son de fondo y no de formas, son de hondura, alcanzan a todo y a todos, entre otras cosas porque os habéis dejado alcanzar por Dios mismo. Los contemplativos, dejadme que os lo diga, sois pistas de futuro, que ningún hombre de este mundo es capaz de presentar. Porque lo que entregáis al mundo es alma, que es lo que le falta a esta tierra en la que habitamos. Os digo más, en esta cultura que se está abriendo paso, ¿sabéis por qué tenéis tal prestigio y todos sienten necesidad de estar a vuestro lado en cuanto atisban a un hombre o a una mujer de Dios? Porque en esta tierra que ha logrado cotas de bienestar muy grandes, descubrimientos extraordinarios y otras muchas cosas más, lo que faltan son hombres y mujeres como vosotros para hacer la gran revolución que tiene que nacer del interior del hombre, de su realidad de ser imagen y semejanza de Dios. Una revolución que será de raíces y en la que Dios tiene que estar presente, si queremos que todo exista y tenga presente y futuro en que la luz, la esperanza y el amor sean ingredientes fundamentales de la existencia personal.
¿Qué tareas os dejaría en estos momentos a todos vosotros, los contemplativos, para recuperar el oxígeno que necesita este mundo para vivir? Se me ocurren algunas que creo son importantes:
1. Sed capaces de mostrar en este mundo la confianza que os da la adhesión a Jesucristo y desde Él a todos los hombres. Esa adhesión que es fuerza sanadora y que hace plena la existencia humana. Haced con vuestra vida que se vea que habéis eliminado toda sospecha con esta adhesión, y que sois libres y arriesgados y con una capacidad para dar la vida por el prójimo que cada día se aproxima más a la que tuvo Nuestro Señor Jesucristo.
2. Sed reveladores de cómo esta adhesión a Jesucristo, que hacéis desde una fe inquebrantable en Él, es lo que hace posible que os distendáis más allá de vuestras necesidades inmediatas y que os abráis, con todas las consecuencias, a otro orden de la realidad, que es don, gracia y misericordia, y que os hace entender la realidad inmediata con mucha más profundidad.
3. Cultivad y comunicad el gozo de creer, correspondiendo a las acciones gratuitas que Dios va haciendo con nosotros. Esto hará que descubráis a los demás las dimensiones contemplativa, laudativa y oblativa de la vida. ¡Qué maravillas hace en la vida la adhesión a Dios! Frente a la tentación de increencia, vivir en eterna alabanza y en el amor apasionado por el hermano, al que le quiere hacer llegar todo aquello que no es propiedad ni conquista.
4. Creed, también con todas las consecuencias, que la adhesión a Jesucristo cumple tres grandes funciones en la construcción de esta nueva cultura: función nutricia, pues desde la profundidad del Evangelio se va construyendo a la persona día a día desde una hondura distinta; función orientadora, pues va creando acciones e instituciones que cambian la vida del hombre, en el orden de la justicia, de la reconciliación, de la educación, de la familia, de la salud, de la orientación de la vida; función crítica, en cuanto que desde el horizonte de la ultimidad que nos da Jesucristo, nos da criterios para descubrir límites e inhumanidades en todos los proyectos humanos, sean políticos, económicos o culturales.
Gracias por ser amor explícito de Cristo, memoria fiel e invitación a un humanismo como el de Jesucristo.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia