CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Hace unos días, en una conversación con una madre que lleva viviendo en Valencia nueve años, me decía: “señor arzobispo, por fin he podido ver a mis tres hijos y he podido hablar con ellos. Hasta ahora solamente a través de cartas y de fotografías que me mandaban mis padres les he visto crecer. Ahora los puedo ver todos los días y hablar con ellos a través de Internet ¡Qué maravillas hace el Señor para los hombres! ¡Qué inteligencia puso en nosotros para que la utilizásemos siempre para hacer el bien!” Era una madre creyente que todos los días, cuando sale del trabajo, pasa por la Basílica de la Virgen. Allí siempre ha encontrado paz y gozo en su corazón. Hoy, con los medios que el hombre con su inteligencia ha creado, puede mantener unas relaciones que antes la eran imposible.
El día 5 de junio próximo vamos a celebrar la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El Papa Benedicto XVI, a través del mensaje que para este día ha dirigido a toda la Iglesia, ha querido compartir con todos nosotros unas reflexiones muy importantes sobre la propagación de la comunicación a través de Internet. De tal manera tiene importancia para él, que el Santo Padre nos dice que “las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural”. Sí, es cierto que está naciendo junto a estos modos diferentes y novedosos de difundir la información y de intercambiar conocimientos, uno nuevo de aprender y de pensar. Junto a todo esto se nos dan nuevas oportunidades de establecer relaciones y de construir la comunión entre las personas y los pueblos.
El Papa Benedicto XVI, en la encíclica “Caritas in veritate”, nos dice que “el sentido y la finalidad de los medios de comunicación debe buscarse en su fundamento antropológico”. Esto tiene una importancia fundamental. Los medios, y muy especialmente los más modernos como es el caso de Internet, son ocasión de humanización cuando se dan en los mismos o a través de ellos estas tres condiciones: 1) que son capaces de ofrecer, gracias a su desarrollo tecnológico, más posibilidades para la comunicación y la información; 2) que son capaces de ofertar una imagen de la persona y del bien común que refleja los valores universales que quedan perfectamente definidos en la concepción de persona que nos regala como gracia Nuestro Señor Jesucristo; 3) que para favorecer la libertad, la globalización, el desarrollo y la democracia, tienen que estar centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, animados por la caridad y puestos al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural.
¡No os podéis imaginar lo que me llenó el encuentro con aquella madre y, muy especialmente, la noticia que me dio! ¡Qué maravilla hacen las nuevas tecnologías! Nada más ni nada menos que permiten a las personas encontrarse más allá de las fronteras del espacio y de las propias culturas, inaugurando algo absolutamente nuevo como, en este caso, que una madre pudiera comunicarse con sus hijos con los que no tenía relación desde hacía nueve años. Con estos medios de Internet, se inaugura un mundo nuevo de amistades potenciales, lo cual es una gran oportunidad. Pero, también, supone prestar una atención muy grande y tomar conciencia de posibles riesgos. El Papa Benedicto XVI nos dice algunos de ellos, que es necesario tener en cuenta. Y nos los describe a través de algunas preguntas que deseo formularos también: “¿Quién es mi prójimo en este nuevo mundo? ¿Existe el peligro de estar menos presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria? ¿Tenemos el peligro de caer en la dispersión, dado que nuestra atención está fragmentada y absorta en un mundo diferente al que vivimos? ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones y a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas y duraderas?” Las preguntas exigen de nuestra parte una respuesta sincera, abierta y, muy especialmente, requieren saber que nunca puede sustituirse el contacto humano directo en todos los aspectos de nuestra vida.
Hemos de ser testigos fuertes del Señor en la era de Internet. Tenemos el compromiso ineludible de ser testigos del Evangelio. Comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa, no solamente poner contenidos religiosos claros y valientes en todas las plataformas, sino también dar testimonio en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios, de tal manera que sean concordes con el Evangelio y con una manera de entender y comprender al ser humano. La verdad del Evangelio no es objeto de consumo, tampoco, de disfrute superficial. Es un don que requiere una respuesta libre. Es una verdad que tiene que encontrar encarnación en el mundo real y que tiene que hacerse en los rostros concretos con los que cotidianamente compartimos la vida.
En esta era de Internet, la Iglesia debe mostrar que es experta en humanidad y que hunde sus raíces en el Dios creador y en el Verbo encarnado. También debe manifestar que es experta en comunicación, ya que arrastra un rodaje de milenios proclamando la profecía, la memoria y el mensaje de Jesucristo en todos los parajes del planeta y en todas las encrucijadas de la historia. Debe expresar a todos los hombres que es depositaria en la familia humana de la revelación de Dios en Cristo y que, por ello, proclama la Buena noticia, que es oferta de sentido y salvación para todos los hombres. Debe de vivir sabiendo que es titular del mandato evangelizador recibido del Señor de ir a todos los hombres, con todos los medios a su alcance, también con los medios de comunicación nuevos. La Iglesia debe vivir con la convicción de que la Verdad que es Cristo es, en definitiva, la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido que se manifiesta en la participación masiva en las diversas redes sociales.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia
