CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- Con motivo del Día de la Vida Consagrada, quiero deciros a todos, pero muy especialmente a los jóvenes, que ha sonado la hora del seguimiento. El eslogan de este día es, ciertamente, atrevido: “Jóvenes consagrados, un reto para el mundo”. “Firmes en la fe” (Col 2, 7).
Este es mi atrevimiento hoy: deciros a todos los jóvenes, haciendo de altavoz de todos los miembros de la vida consagrada, que si queréis podéis ser un reto para el mundo. Esto exige fe y por tanto adhesión a la Persona de Jesucristo.
Hay una poesía de E. Azcoaga en Cuadernos Hispanoamericanos que dice así:
“Siempre que me preguntan por mi oficio,
por mi hondo menester, por lo que hago,
respondo al compromiso simplemente:
ser con mi voz testigo del milagro” (218 -1968- 264).
Este poema es quien me da palabra para hablar hoy de la vida consagrada. Porque lo más grande que se puede decir de todos los consagrados es que son “testigos del milagro”.
Y que tú puedes sentir hoy la llamada a ser “testigo del milagro”, en un mundo y en una cultura que necesita testigos totalmente dedicados a esta misión.
De ese milagro que es vivir toda una vida en su origen y en su perduración en un seguimiento radical de Jesucristo, con todas las consecuencias, dando la mano a Jesucristo, soñando y viviendo en, por y desde Jesucristo, experimentando que la sed, que siempre llega a la existencia humana, la quitamos con el agua que es el mismo Jesucristo.
Creed en el Señor
Por eso, una vida consagrada es mucho más que un interrogante para este mundo, que ciertamente lo es. Es, ante todo, una afirmación explícita de las respuestas que se deben dar a todo el existir humano.
Me alegra decir a todos los consagrados hoy, cuando hemos celebrado el día de la vida consagrada en la fiesta de la Presentación del Señor, que sois expresión de la voluntad decidida de un amor a Dios que está más allá de toda palabra y de todo concepto.
Dejadme decíroslo claramente a todos los miembros de la vida religiosa, de los institutos seculares, de las sociedades de vida apostólica, a los sacerdotes: sois fórmula y texto, plegaria y canto de un amor a Dios incondicional, que está por encima de todas las cosas. Por ello doy gracias por vuestra vida y deseo que hoy todos los cristianos lo hagan conmigo.
¿Qué es lo que os pido en estos momentos, en que suena la hora del seguimiento, a pesar las dificultades reales que tenemos y que no están lejos de nosotros, los consagrados? Creed en la persona del Señor. Quizá podáis decir que eso es evidente y que no hace falta que lo recuerde.
Lo es, pero aun así, hoy os digo con todas las fuerzas de las que soy capaz: ¡creed en Jesucristo! Mirad: nunca creemos propiamente algo, creemos a alguien que nos dice algo. La fe comienza y termina siempre en una persona. A la fe, le pasa lo mismo que al amor. Es una relación interpersonal. Por ello, la relación a las verdades que se aceptan es muy secundaria con respecto a la persona a la que se presta la fe.
Mucho más me gusta decirte a este respecto lo siguiente: la fe cristiana es constitutivamente fe en una Persona. De ahí la importancia para todo cristiano y para quien tiene que ser testigo del milagro el creer en Jesucristo. Sí, la persona se llama Jesucristo.
¡Qué maravilla poder decir que, en la fe cristiana, Cristo es tanto más objeto primordial cuanto que contiene todas las verdades que revela! Podemos decir que es el objeto no sólo primario, sino total de la fe (cf. F.X. Durrwell, En Cristo Redentor, Herder, Barcelona 1966, 98).
¡Qué hondura tiene tu vida! La fe que exige Cristo es anterior a formular su mensaje o a exponer su programa de acción. Te pide fe en su propia Persona, es decir, fe en Él. Por eso, el objeto propio y primordial de la fe cristiana no es ni puede ser una serie de verdades, sino la Persona misma de Jesucristo. Naturalmente, fruto de esa adhesión incondicional a su Persona, vivirás según unas verdades y según unos criterios y tendrás unas actitudes.
Cristo lo es todo
No sé si os habéis dado cuenta de que existe una diferencia esencial entre el cristianismo y las demás religiones. En las demás religiones su fundador permanece al margen de la misma religión, ya que se trata de un legislador, un modelo, un profeta. Sin embargo, en la religión cristiana Cristo lo es todo. Es su misma esencia. ¿Os habéis dado cuenta? Solamente Cristo se ha atrevido a decir de sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) ¡Qué maravilla poder comprobar que la fe no pertenece al ámbito del tener, sino que pertenece al ser, ya que expresa una realidad constitutiva o constituyente y esencial! La fe en Cristo nos constituye y nos define. “Firmes en la fe” (Col 2, 7). La fe es nuestra misma existencia cristiana.
Para cualquier cristiano, pero sobre todo para quien es “testigo del milagro”, creer en Cristo supone, no solamente acoger su mensaje y adherirse fielmente a su doctrina, sino acogerle como Persona, como verdad total y como sentido definitivo de la vida, como Salvador y como salvación, como razón última de la propia existencia.
En definitiva, supone entregarse a Él de forma incondicional e irrevocable y ponerse a su entera disposición. ¿Quieres consagrarte? ¿Ves la importancia y lo definitivo que es la fe en la vida consagrada? Alimenta la fe que te ha sido regalada como gracia. Estoy seguro de que el Señor a muchos os pedirá la vida entera para Él. Ten la osadía de dársela en este momento de la historia en alguna de las diversas maneras de consagración a la que el Señor te llame.
Con gran afecto, os bendice
Carlos, arzobispo de Valencia.