CAMINEO.INFO -Valencia/ESPAÑA- En este “itinerario diocesano de renovación” que estamos iniciando en nuestra Iglesia Diocesana, los sacerdotes sois de una importancia fundamental. La experiencia de una Iglesia llamada a la “nueva evangelización” por su fidelidad al Espíritu que la anima, y por las exigencias del mundo que está necesitado de Jesucristo, está pidiendo una adhesión cada día más honda de todos los discípulos de Cristo pero encuentra una realización muy concreta este compromiso y una atracción para todos los demás, de un modo singular, en el ministerio sacerdotal.
¡Qué ecos tan profundos encuentra en cada uno de los creyentes lo que es el ministerio sacerdotal: su misterio, su comunión y su misión! Jesús llamó a algunos de sus discípulos, a los que calificó de apóstoles, los doce, los suyos, para ser signo personal suyo en medio de la comunidad de los creyentes. Fue una llamada para servir a ejemplo de Jesús (Lc 22, 25-28), prolongando su misma misión (Jn 20, 21) de anuncio, inmolación, santificación, dirección. ¡Qué bien suena en nuestros oídos el “sígueme” de Jesús! Indica una llamada a una relación permanente con Cristo. Es un modo de seguimiento esponsal para toda la vida.
¡Qué belleza y qué responsabilidad nuestro ministerio! Jesús llamó a los suyos para compartir con ellos su ser, su existencia, su misión, sus vivencias. Por eso, os digo que sois parte fundamental en el “itinerario diocesano de renovación”. Como sacerdotes, somos signo personal de Cristo Cabeza, Sacerdote y Buen Pastor (cf. PO 2, 6, 12). Participamos de un modo especial en la consagración y misión de Jesús por medio del sacramento del Orden, para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey. Y por tanto, todo lo que hacemos en nuestra Iglesia Diocesana tiene que tener un compromiso especial y singular en los sacerdotes, ya que solamente así lo haremos creíble y valioso ante todos, porque reconocerán que viene de Jesucristo.
En este tiempo que llevo con vosotros he tenido muchas ocasiones de deciros y de reiterar que la calidad de nuestra vida y de nuestro servicio pastoral parece indicar que, tanto en nuestra Diócesis como en muchas partes del mundo, ya ha pasado el tiempo de la crisis de identidad que tanto ha podido afectar a los sacerdotes; pero os aseguro que aún están muy presentes las causas de “desierto espiritual”, como nos ha recordado el Papa Benedicto XVI, que aflige a esta humanidad, y por tanto mina a la Iglesia que gracias a Dios vive en esta humanidad prolongando el misterio de la Encarnación. Por eso, es indispensable volver a la raíz de nuestro sacerdocio, que como bien sabemos es una solamente: Jesucristo nuestro Señor. Él es el enviado del Padre. Por eso Jesús no tiene nada que le pertenezca, es totalmente del Padre y para el Padre. Ésta es la verdadera naturaleza de nuestro sacerdocio.
No hemos sido enviados a anunciarnos a nosotros mismos o nuestras opiniones personales, sino el misterio de Cristo y en Él, la medida del verdadero humanismo. Por eso, nuestra misión no consiste en decir muchas palabras, sino en hacernos eco y ser portavoces de una sola Palabra, que es el Verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación. ¿No veis aquí la importancia que tiene el “itinerario diocesano de renovación”? ¿No veis que el “itinerario” es una invitación a encontrarnos con Jesucristo? ¿No veis la densidad y la fuerza que tiene el invitar a todos los creyentes a hacer este viaje, que en definitiva va a dinamizar en nuestra existencia el encuentro con Jesucristo, de la manera más sencilla, tal y como lo hacía Jesucristo con aquellos con los que se encontraba?
Nuestra espiritualidad específica de sacerdotes viene dada por la peculiar participación en el ser y en el obrar de Cristo. Nuestra espiritualidad queda orientada hacia el servicio de la comunidad eclesial representando a Cristo Buen Pastor. Por eso, queridos hermanos sacerdotes, conseguiremos de manera propia la santidad, ejerciendo sincera e incansablemente nuestros ministerios en el espíritu de Cristo. ¡Qué gracia más grande la que se nos ha otorgado, nada más y nada menos que ser signo transparente de la caridad del Buen Pastor! Ésta es nuestra espiritualidad sacerdotal.
Se trata de un seguimiento estable o permanente que relaciona a la persona íntimamente con Cristo y que la dispone a prolongar a Cristo. Abarca estas facetas de nuestra vidas: 1) el seguimiento de Cristo como Buen Pastor, que implica amistad, unión, relación personal, imitación de su amor expresado en castidad, pobreza y obediencia; 2) la disponibilidad misionera para prologar su acción salvífica y pastoral que no busca los propios intereses o conveniencias, ¡qué oportunidad el hacer este “itinerario diocesano de renovación” y animar a los demás a que lo hagan; 3) el vivir la fraternidad apostólica, la comunión, como signo colectivo y eficaz de la presencia de Cristo en la comunidad eclesial.
En este “itinerario diocesano de renovación”, acerquemos a todos los cristianos al misterio eucarístico. Cristo se entrega siempre de nuevo, y precisamente en la Eucaristía aprendemos el amor de Cristo y por consiguiente el amor a la Iglesia. En la Eucaristía encontraremos las fuerzas necesarias para acometer esta acción evangelizadora que os propongo a toda la Iglesia Diocesana.
Con gran afecto, os bendice
+ Carlos, Arzobispo de Valencia
