Aunque aún no se ha erradicado del todo la pandemia hemos
entrado ya en una nueva etapa cuyo rumbo es la normalización de la vida social y
el reinicio de los quehaceres habituales, entre ellos la actividad turística. Sed
bienvenidos, por tanto, los que pasáis vuestras vacaciones en la Diócesis de
Orihuela-Alicante; y seguro que al igual que a mí, que acabo de incorporarme y
de tomar posesión como su obispo, os sorprenderán gratamente la afable acogida
de sus habitantes y el rico patrimonio cultural y espiritual que poseen. Sus playas, el clima y el entorno que lo envuelve,
lo convierten en un objetivo privilegiado que genera una gran afluencia humana
y que a su vez incrementa el bienestar económico y social de sus gentes. Justo es,
pues, emular a Francisco de Asís en su Cántico a las Criaturas, y agradecer a
Dios este designio providente que posibilita un fenómeno tan beneficioso y enriquecedor
para todos.
Pero esta
dádiva divina hay que mimarla. Hoy más que nunca debemos ser conscientes que el
turismo en sus variadas expresiones requiere, en estos momentos, de la máxima
atención. Es por lo que, tras la parálisis de su actividad debido a la pandemia,
la Organización Mundial del Turismo ha
difundido unas recomendaciones que piden un apoyo urgente y firme para ayudar
al sector turístico mundial. Estas se
refieren a mantener el empleo, apoyar a los trabajadores por cuenta propia,
asegurar la liquidez, promover el desarrollo de competencias y revisar los
impuestos, tasas y normativas relacionados con los viajes y el turismo.
Y dado que el sector ha
sufrido un duro revés, con millones de puestos de trabajo amenazados,
especialmente aquellos que ocupan mujeres y jóvenes, así como grupos marginados,
se hace hincapié en la
importancia de acelerar su recuperación.
Otro
reto a afrontar es la escasez de personal cualificado que exige el fomento de la
formación profesional y una mayor movilidad para los que buscan empleo. Por
otro lado, hay que erradicar las malas condiciones laborables y el
establecimiento abusivo de horarios. La actividad turística no puede fundamentarse
en el lucro, sino en el bienestar de todos los implicados y en la consecución de
un turismo digno que dignifique. En este sentido,
el papa Benedicto XVI afirmó que la pastoral del turismo debe «en primer lugar, iluminar este fenómeno con la doctrina social de
la Iglesia, promoviendo una cultura del turismo ético y responsable, de modo
que llegue a ser respetuoso con la dignidad de las personas y de los pueblos,
accesible a todos, justo, sostenible y ecológico».
Animo, por tanto, a todos y a cada uno de los
involucrados en el sector, a que desde su respectivo ámbito y en la medida de sus
posibilidades, procuren hacer más humana y digna la actividad turística.
También es imprescindible, en la actualidad, considerar las
secuelas psicológicas producidas por la pandemia y la desconexión social que hemos
sufrido. Según afirman los psicólogos, la
Covid 19 ha generado un aumento de los síntomas depresivos. Los ancianos, niños y adolescentes
son grupos especialmente vulnerables a desarrollar miedos y fobias; los
expertos animan a salir y a volver a la normalidad saliendo a sociabilizar. En este sentido debemos a provechar todo el
potencial terapéutico que nos ofrece la praxis turística. El ejercicio del turismo
sana las mentes.
También se espera un desplazamiento constante hacia el
ecoturismo para relajase y huir de la masificación; puede ser este un medio idóneo
para encontrarse también con Dios. Él no está mudo y por medio de la naturaleza
nos puede elevar a lo más transcendente, tal como insinúa el papa Francisco en
su encíclica “Laudato si”: «Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su
desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es
caricia de Dios ».Tan solo requiere de reflexión
y admiración.
En vacaciones, junto al merecido descanso, buscamos pasarlo
bien. Esto es grato a los ojos de Dios. Pero la búsqueda de placeres no da la felicidad
ni puede darla, y esto lo refiero, a cuantos buscan un turismo de excesos. Al
respecto, es ilustrativo el siguiente diálogo de Carlos IX rey de Francia y
Torcuato Tasso: ¿Cual es el ser más feliz? le preguntó el rey, a lo que
contestó el poeta que ¡Dios!, ¿Y después de Dios?, Torcuato respondió, «el más feliz después de Dios es el que más se parece
a Dios». Esto hay que tenerlo presente
al elegir las diversiones turísticas.
Por último quiero exhortar a los sacerdotes, religiosos y
laicos cristianos a que pongamos el máximo empeño en la evangelización de este singular
areópago que Dios nos brinda. Y a los que venís de fuera, deciros que estáis en
vuestra Iglesia. No sois extraños. Os esperamos en nuestras asambleas y
celebraciones.