Queridos
hermanos y amigos:
Con gozo me
dirijo a vosotros por primera vez como obispo de la diócesis en la celebración
de San José obrero y Día Internacional del Trabajo de este 1º de mayo. Es mi
deseo felicitar y unirme en esta jornada a todos los que con esfuerzo contribuís
para que el trabajo sea verdadera fuente de desarrollo y humanización de la
persona. Trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario, como nos
recuerda el Papa Francisco, que genere espacios de futuro y transformación de
la sociedad, especialmente entre los más jóvenes, para la edificación de un
mundo más justo, humano y fraterno conforme al plan de Dios.
Como cristianos,
nuestro compromiso con el mundo de hoy y el anuncio del Evangelio nos lleva a
estar presentes en todas las realidades donde se desarrolla la vida de cada
persona y, de manera significativa, también allí donde a través de su trabajo
se dignifica o deshumaniza el ser del hombre. En este sentido, nos señalaba
hace un par de días el Departamento de la Pastoral del Trabajo de la
Conferencia Episcopal en su Mensaje con motivo del Día Internacional por la
Seguridad y la Salud en el Trabajo, la
importancia de poner en el centro de toda sociedad, sistema o mercado, a las
personas como la “verdadera riqueza” puesto que, sin ellas, no sería posible
comunidad de trabajo alguna, ni empresa, ni siquiera economía. Por tanto, no
debemos de ahorrar ningún esfuerzo por lograr también en el mundo del trabajo
extender cada vez más esta dimensión del cuidado de la persona puesto que "un
trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la
supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de
los trabajadores, no puede considerarse decente".
Asimismo, en el marco de este Día del Trabajo, la Iglesia también se ha
posicionado contra la precariedad laboral a través de la iniciativa Iglesia
por el Trabajo Decente que ha lanzado el manifiesto Sin compromiso
no hay trabajo decente en el que nos alerta cómo la pandemia y las
previsibles consecuencias económicas de la guerra en Ucrania “están debilitando
el derecho al trabajo y empobreciendo y descartando a millones de trabajadores,
principalmente mujeres, jóvenes y migrantes”.
Me uno a todos vosotros en
el compromiso por la defensa de la dignidad del trabajo y el trabajo decente
como una prioridad humana y, por ello, una prioridad cristiana y un compromiso
de toda la Iglesia.
Sigamos trabajando sin
descanso para que situaciones reconocidas como la desigualdad salarial, el
empleo juvenil precario, los entornos laborales inseguros, las dificultades de
acceso de todos los trabajadores a los mismos derechos, la regularización de
los que viven condiciones laborales precarias o el acceso a medidas
de protección social para aquellas personas que no puedan acceder a un
empleo, sean pronto realidades transformadas en la justicia y caridad por
cuantos forman parte y son actores responsables en el mundo del trabajo.
Por último, inmersos como comunidad diocesana en el camino sinodal que
estamos recorriendo, os invito a continuar prestando oído y voz a todas las
personas y ambientes con los que estáis comprometidos y desde los que el
Espíritu del Señor a través de las vidas de las personas, incluidas las de
aquellas que han dejado la práctica de la fe, las de otras tradiciones de fe o sin
creencias religiosas y los acontecimientos históricos que vivimos, nos está
convocando para discernir la mejor respuesta de fe, tal y como nos recuerda el
Concilio, a los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo, de los pobres y de cuantos sufren, puesto
que estos son a la vez los mismos gozos y esperanzas, tristezas y angustias de
los discípulos de Cristo.
Pidamos a Dios nuestro Padre por intercesión de san José obrero, que nunca
falte a nadie el trabajo digno y honrado con el que desarrollar en plenitud la
vocación a la que Dios le llama, ni el salario justo que le permita llevar a
los suyos y poner sobre la mesa, el pan de cada día.
Con mi bendición,
+ José Ignacio Munilla Aguirre.
Obispo de Orihuela-Alicante.
Concilio Vaticano II, Constitución
dogmática Gaudium et Spes, 1.