CAMINEO.INFO.- Aún respirando los inicios de año y, por tanto, con ganas de poner en marcha proyectos, nos encontramos noticias que no nos animan demasiado. Así, además de los vaticinios sobre la duración previsible de la crisis económica, nos informan de que el resultado final de la cumbre de Copenague sobre el clima no ha significado un compromiso serio entre los políticos en cuanto al control y reducción de la contaminación. Una contaminación que, junto a los perjuicios que nos afectan a todos, tiene repercusiones aún más graves para los países pobres.
Como nos ha recordado el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caridad en la Verdad, la cuestión del medio ambiente forma parte del Evangelio y, por tanto, de la Doctrina Social de la Iglesia. Que nadie se extrañe, porque esta problemática es verdaderamente moral, por la misma razón que lo es el salario justo, el aborto, el derecho de asociación o el orden político... En efecto, hay una auténtica “ecología cristiana”, que se deriva de la visión del mundo y de la vida, que tenemos los cristianos. Esta ecología cristiana es compartida por muchos, sobre todo en lo que concierne a la conducta concreta. Uno de sus principios viene expresado por el Papa así:
“La forma en que el hombre trata el ambiente influye en la forma en que se trata a él mismo, y viceversa” (n. 51)
Una vez más, desde la fe tenemos que afirmar el compromiso de promover un verdadero humanismo, poniendo en el centro precisamente el ser humano. Dicen que los movimientos de protesta que se manifestaban por las calles alrededor de la sede donde se celebraba la cumbre de Copenague habían hecho pintadas por las paredes y llevaban pancartas, que entre otras cosas decían:
“No cambiéis el clima, cambiad el sistema”... ”Si el clima fuese un banco, ya lo habrían cambiado”.
Detrás de estas palabras se adivinan, naturalmente, proyectos políticos y económicos más o menos concretos. Un ecologista que se inspirase en el humanismo cristiano, sin entrar en la validez o no de estos proyectos, diría:
“Cambiemos el sistema, cambiemos el banco, pero, si queremos cambiar el clima, cambiemos, sobre todo, la persona”
Los cristianos tendríamos que salir en la calle con una pancarta parecida en defensa de la persona humana. Dejemos hablar la encíclica:
- Cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia.
- Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural... Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no les ayudan a respetarse a ellas mismas.
- El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en cuanto a la vida, la sexualidad, la familia... como a los espacios naturales, la explotación de los recursos naturales, en una palabra al desarrollo humano integral.
“Naturaleza” es una palabra que tiene la misma raíz que “nacer”. Si no miramos por el ser humano, todo lo que es desde su nacimiento, ¿cómo podremos construir un sistema, una política y una economía, a la medida del hombre? ¿Porqué no buscar en la naturaleza lo que nos es permitido hacer y lo que debemos hacer? Ella es el mejor libro, aunque hoy un poco maltrecho.