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EL SUEÑO DE LA IGUALDAD |
EL SUEÑO DE LA IGUALDADThu, 02 Jul 2015 07:08:00
Mn. Agustín Cortés Soriano, obispo de Sant Feliu de Llobregat
Mn. Agustín Cortés Soriano
San Pablo trataba de animar a la comunidad de Corinto a que aportaran su donativo a favor de los cristianos de Jerusalén, que pasaban gran pobreza. Como solía hacer al abordar casos concretos de la vida moral, apelaba a grandes principios.
«Porque ya sabéis que nuestro Señor Jesucristo, en su bondad, siendo rico se hizo pobre por causa vuestra, para que por su pobreza fuerais vosotros enriquecidos... No se trata de que por ayudar a los demás paséis vosotros necesidad. Se trata más bien de que haya igualdad... Como dice la Escritura: "Ni le sobró al que había recogido mucho ni le faltó al que había recogido poco" (2Co 8,7- 15).»
«Se trata de que haya igualdad». Una frase que se refiere a la condición de los miembros de la comunidad cristiana, pero que por otras razones es ampliable a toda la sociedad humana. La igual dad de quienes forman parte de la familia de los hijos de Dios por la fe y el bautismo, asume la afirmación de la igualdad fundamental de todos los seres humanos, basada en el origen común por creación. Así lo afirma la Doctrina Social de la Iglesia.
En todo caso, las palabras de san Pablo suenan bien en el contexto de la situación política que vivimos. ¿Podemos decir que la sociedad española ha mostrado mayor sensibilidad hacia las políticas de igualdad?
(El espectro político se mueve entre dos valores de la modernidad, plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Huma nos: la igualdad y la libertad. En política democrática uno es de izquierdas o de derechas según el valor que se quiera defender por encima de todos los demás. Ser radicalmente de izquierdas o radicalmente de derechas dependerá de si esa opción, más que una preferencia, llega a ser una negación de otros valores fundamentales. Desgraciadamente la crisis social provoca radicalismos: bien hacia una dictadura que impone una uniformidad, confundiéndola con la igualdad, bien hacia una dictadura que permite el gobierno de los más fuertes, en nombre de la iniciativa creadora.)
Sin duda la tarea de los políticos no es nada fácil. Contando con la buena intención de todos ellos, sólo el señuelo del ejercicio del poder y la satisfacción de realizar una tarea digna a favor de los demás compensa su esfuerzo. La política en democracia, si se nos permite una comparación poco académica, es como una manta más estrecha que la cama: si se estira por un lado deja al descubierto el lado opuesto.
El político cristiano sabe que, desde la fe, la igualdad no se opone a la diferencia, pues la Trinidad es la realización de la máxima igualdad en la máxima diferencia; y de su misterio deriva la comunidad de hermanos que llamamos Iglesia. Es por eso que no queremos renunciar a ninguno de los dos polos, sino mantener esa tensión en la práctica, aun sabiendo que sólo en Dios se puede resolver.
Además, de las palabras de san Pablo podemos deducir que hay una igualdad práctica, «como de ir por casa», que se busca mediante un cierto equilibrio; pero que la verdadera igualdad, aquella modélica a la que todos hemos de tender, como él mismo afirma, se ha de lograr toman - do como modelo el abajamiento total del Verbo de Dios en Jesucristo. Es decir que la verdadera igualdad no se logrará, si no es mediante el empobrecimiento de uno mismo por amor. Es una de las razones profundas del voto de pobreza de la vida consagrada.
Mientras no llegamos a vivir la igualdad en el amor, que es el Dios de la Trinidad, vamos soñando con ella y buscando aproximaciones, también el ámbito político, sin hacer ídolos, ni despreciar los intentos sinceros por hacerla realidad.
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