CAMINEO.INFO.- Aunque el amor se encuentre amenazado constantemente por el desgaste del tiempo, la fuerza destructiva del sufrimiento y, sobre todo, de la muerte, sabemos que merece la pena amar, porque al fin el amor ha resucitado ya. ¿Cómo vivirlo, pues, todos los días? ¿Cómo permanecer en el amor cada momento, cada instante, antes de que llegue el triunfo de la resurrección? El salmo 23 nos hablaba de una especie de “sosiego y serenidad”, que experimenta el caminante, al sentir cerca la vara y el cayado del pastor. Pero, ¿qué hace esta presencia? ¿Por qué nos sosiega? ¿Acaso nos permite seguir amando?
Contamos con una de las palabras definitivas de Jesús: “permaneced en mi amor” (Jn 15,9). ¿Qué quieren decir estas palabras? Lo primero que dicen es: “manteneos en el amor que os tengo”, “vivid con la certeza (pase lo que pase) de que sigo amándoos”. En segundo lugar dice: “seguid amando”. Y sabemos que lo segundo es consecuencia de lo primero: permanecemos amando, porque su amor hacia nosotros es constante, permanente, inagotable. Así, la serenidad del caminante, de la que habla el salmo, viene de encontrar en el cayado del pastor la presencia segura de amor; un amor, además, que tiene cuidado de sus pasos.
Otro salmo, el 137, nos hace orar a Dios repitiendo “porque es eterno su amor” (algunos traducen “misericordia” o “bondad”). Pero como nuestro Dios es Dios de la historia humana, su “eternidad”, su amor eterno, se ha dejado conocer en hechos concretos de la vida, desde la creación, hasta hoy:
“Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterno su amor …
El hizo sabiamente los cielos: porque es eterno su amor…
Sacó a Israel de aquel país: porque es eterno su amor...
En nuestra humillación se acordó de nosotros: porque es eterno su amor…
El alimenta a todos los vivientes: porque es eterno su amor.
Dad gracias al Dios del cielo: porque es eterno su amor.”
La plegaria debe continuar, introduciendo cada cual las huellas de amor que descubre en su historia. El día 12 se cumplen cinco años de camino efectivo de nuestra diócesis. Son, pues, cinco años de andadura en el amor resucitado, hecha por esta porción del Pueblo de Dios. Cinco años buscando el amor, confiando en el amor que el Esposo y Pastor, Jesucristo, nos tiene, y cinco años intentando amar en esta tierra, según su Espíritu. La oración apropiada no puede ser otra que aquella que nace de los hechos, de la historia, donde vemos las obras del amor que perdura eternamente. Podemos orar continuando el salmo:
Damos gracias al Señor, que nos ha introducido en este nuevo camino.
Él nos ha provisto de pastores y de fieles, generosos en el servicio.
Él ha despertado y reavivado entre nosotros su Espíritu de comunión.
Él, con sus dones de la Palabra y los sacramentos, nos ha conservado la fe y la alegría...
Porque es eterno su amor...
Si efectivamente su amor es eterno, eso quiere decir que podemos mirar el presente y el futuro de nuestra diócesis con paz y confianza. Sólo se nos pedirá la voluntad y el compromiso de permanecer bajo su mirada, cerca de su báculo, sintiendo que sigue amándonos.