CAMINEO.INFO.- Personalmente, estoy convencido de que la única fuente que puede mantener en esta vida la alegría serena y la paz, como anticipo de felicidad plena, es la experiencia del amor resucitado. Las recetas psicológicas, las tácticas y estrategias, que a menudo nos llegan mediante la propaganda o por boca de los gurús de turno (“cómo encontrarse bien”, “cómo tener pensamientos siempre positivos”, “cómo triunfar”, “cómo mantenerse joven”...) nos parecen tan superficiales, que suenan a tomadura de pelo, incluso a insulto a la inteligencia de las personas, a trampas para incautos.
La realidad es mucho más profunda y seria. Los hechos se imponen, mostrando que el tiempo es una fuerza inexorable que desgasta la vida. Siempre lo hace poco a poco, pero también a veces mediante sacudidas que nos dejan desconcertados. Al final todo parece una confabulación contra la alegría y la felicidad. Las fuentes que normalmente nos proporcionan gozo de vivir, como por ejemplo los afectos, la amistad, la presencia de los seres queridos, están todas amenazadas por la caducidad y la muerte.
Una de las tragedias tal vez más impactantes es el amor profundo de una pareja, amenazado por el horizonte de la muerte cierta de un ellos. Recordamos el argumento del filme Tierras de penumbra, del director Richard Attenborough, sobre la obra de Bill Nicholson. En él se describe el proceso del amor entre C. S. Lewis y la poetisa norteamericana Helen Joy Gresham. Ella, de origen judío, se había convertido al cristianismo por la literatura del escritor, que siempre había profundizado en el sentido cristiano del sufrimiento. El cáncer incurable de Joy y su muerte adentran a Lewis en la profundidad de la tragedia, que trunca la felicidad insospechada del amor y pone a prueba su fe. En un momento de oración el protagonista exclama: “¡Por favor, Señor, no abandones nunca a mi querida esposa Joy! ¡Perdóname si la he amado demasiado! ¡Y ten misericordia de nosotros!”. El hijo de Joy le pregunta si cree en el cielo, y él le asegura que sí. El niño le dice que él no, “pero que le gustaría volver a verla”. Y él añade: “A mí también”. La excursión a un valle precioso había sido el momento de más intensa felicidad para la pareja. Y el pastor protestante José de Segovia, comentando esta obra, nos informa de que el título primero era “El valle de sombra y de muerte”, cita literal del salmo 23,3-4. Pero los versículos completos dicen así:
“(El Señor) me guía por caminos seguros, por amor de su nombre; aunque pase por un valle tenebroso, nada me espanta. Tú, Señor estás cerca de mí: tu vara y tu cayado me dan confianza...”
La paz no nos viene por el hecho de no pasar por valles tenebrosos, sino por el hecho de sentir al lado, mientras caminemos, la vara y el cayado que contagian confianza.
- Cada vez que decimos “yo te amo” hacemos una promesa de eternidad. Pero el tiempo puede convertirse en una amenaza con las armas del desgaste y el fracaso.
- Asimismo, cada vez que decimos “yo te amo” hacemos una promesa de felicidad. Sin embargo, el sufrimiento nos hace caer en una insufrible contradicción.
- Pero la vara y el cayado que nos acompañan son de aquél que nos dijo a cada cual “yo te amo” y lo demostró, atravesando el tiempo y el sufrimiento y haciendo triunfar el amor.
La felicidad del amor vivido hoy, forma parte del sufrimiento del mañana. Y también, el sufrimiento del mañana forma parte de la felicidad plena del pasado mañana en la gloria.