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La aventura de esperarTue, 10 Dec 2013 07:15:00
Monseñor Agustín Cortés Soriano, obispo de Sant Feliu de Llobregat
Monseñor Agustín Cortés Soriano
Después de haber definido la fe cristiana como la base para la vida futura, como la hermana mayor que lleva de la mano a su hermana pequeña, el capítulo once de la Carta a los Hebreos va haciendo un elogio de esta virtud, recordando los múltiples testimonios de la Historia de la Salvación, en los que esto se podía verificar.
Comienza recordando nuestra fe en que Dios, fuente de vida, creó todo cuanto existe. La Carta no lo dice, pero ¿no significa esto una arriesgada aventura por parte de Dios? A la vista de lo que hemos hecho los humanos con nuestra libertad, ¿no es una tremenda osadía por parte de Dios, haberse “limitado” Él mismo creando al hombre libre y dejandoel mundoen sus manos? ¿Pensando en el futuro, no fue una apuesta demasiado atrevida a favor nuestro? Creemos que Dios creador se fió y esperó en nosotros.
Sigue la Carta a los Hebreos repasando “las minorías” de creyentes que respondieron a Dios apostando por Él y su Palabra. Y así llega a Abraham. Lo primero que provoca la fe en Abraham es la salida, el abandono del lugar y de la situación en que vivía.
“Por fe, Abraham, cuando Dios le llamó, obedeció y salió para ir al lugar que le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba” (Hb 11,8)
Dicen que carecer de futuro es la muerte para el presente. Si no, preguntémoslo a tantos emigrantes que se juegan la vida por llegar a una tierra donde poder comer.
Uno de los efectos de la salvación que nos llega por la fe en Dios es el hechode abrirnos elfuturo. La Palabra a la que responde la fe cristiana parece venirnos del mañana, para remover el presente y hacernos avanzar. Por eso, lo primero que escuchamos al oírla es la llamada a “salir”, a dejar la propia casa.
Y todo sería fácil si esta invitación fuera semejante a los anuncios de las agencias de viajes o a la planificación de una excursión vacacional. Pero esta llamada es algo más profundo: incluye un efectivo abandono del lugar, de la situación vital, de los criterios de vida, del ambiente actual. Nuestra “casa”, que se nos invita a dejar, quizá no siempre es confortable, pero es “nuestra”, es el lugar que hemos construido, al que nos hemos acostumbrado,el detoda la vida, el estilo que vive “todoel mundo”. No dejan de sorprendernos las palabras de Yahvé: “Deja tu tierra, tu patria y la casa de tu padre…”
Cuando la fe se ve de la mano de la esperanza es imposible pensar que “creer” para un cristiano es dejar las cosas como están, o poner un adorno “religioso” a lo que hacemos desde nosotros mismos, nuestros cálculos, proyectos o utopías.
¿Dónde nos llevará Dios cuando creemos en Él? Sólo nos moverá una certeza: que Él es quien es. Dirá Jean Guitton en su obra Silencio sobre lo esencial:
¿Qué es tener fe, sino conservar la invencible esperanza de que, ahora o mañana, en este mundo o en otro, tras largas vicisitudes o en un solo instante, el Bien resultará vencedor?
Así lo creyó Abraham. Nosotros tenemos la fe quizá más fácil, pues hemos recibido el testimoniode que elBien, sostenido por la mano de Dios, triunfó ya en Cristo. También la Verdad y el Amor. Sin embargo ensayamos la fe y la esperanza en Adviento, porque no poseemos totalmente a Jesucristo: Él también nos llama a salir y ponernos en camino.
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