CAMINEO.INFO.- Podemos entender cómo el amor resucitado y la educación están muy cerca uno de la otra. No creo que sea exagerado decir que «la educación no es otra cosa que la iniciación al amor».
Propiamente «educación» no es lo mismo que «instrucción». Esta diferencia entre educación e instrucción, a pesar de aparecer en los escritos oficiales y ser evidente para cualquier profesional, en la práctica no vemos que se tenga en cuenta. La educación es mucho más difícil, y compromete más profundamente, que la mera instrucción. Ésta trata de dar conocimientos, aquélla busca hacer cambiar las personas en función del ideal humano que se desee alcanzar. En nuestras escuelas,¿se educa o tan sólo se instruye?
Seguramente muchos dirán que más bien se instruye; que sobre todo se transmiten conocimientos
y basta. Entre otros motivos, pensarán, porque pocas escuelas han explicado qué ideal humano persiguen… Pero hemos de tener en cuenta que, principalmente en cuestiones vitales que implican problemas éticos, como por ejemplo la cuestión, que hemos tratado, de «la necesaria educación sexual», no hay posible instrucción que sea indiferente bajo el punto de vista educativo. Así, en estos casos, siempre se educa de hecho, se reconozca o no. Otra cuestión es si se educa en el amor, tal y como lo entendemos nosotros.
A nuestro parecer, la primera relación que hay entre el amor resucitado y la educación hace referencia
precisamente al educador. La educación no es sólo una profesión, sino talmente un acto (un trabajo) de amor. Queremos decir que tiene que nacer del amor y se debe hacer amando. Eso no tiene nada que ver con la cuestión de si la educación debe ser permisiva o no. El amor resucitado coloca al amado, su bien, por encima de todo, y eso pide ponerle siempre ante la verdad. Y la verdad objetiva, por ella misma, es exigente; la felicidad que se deriva de practicarla, tiene no pocas exigencias. Lo único que tendremos que asegurar es que el educando sepa en todo momento que toda exigencia presentada por el educador nace del amor sincero. ¿Cómo lograrlo? El amor sincero del educador se manifiesta en aquello que comunica, pero, sobre todo, en la forma como lo hace. Jesús dijo: «Aquel que cumpla y enseñe a cumplir uno de los mandamientos más pequeños de la Ley (del amor) será tenido por grande en el Reino del cielo» (Mt 5,19). Pero también: «Los maestros de la Ley y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. Haced y observad todo cuanto os digan, pero no actuéis como ellos, porque dicen y no hacen» (Mt 23,3).
—No entendemos la tarea educativa (de padres o educadores) sino como un servicio alimentado y sostenido por el amor resucitado.
—Toda la exigencia y todo el gozo que acompañan al amor resucitado, encuentran en la tarea educativa uno de sus lugares más adecuados.
—El educador que ama con amor resucitado se entrega a sí mismo en la educación, con la confianza y la gratuidad de quien sólo quiere el bien del otro amado.
Enseñar y cumplir lo enseñado hace maestros- testigos. La verdadera educación hace amar amando.
