CAMINEO.INFO.- La experiencia de la maternidad es una verdadera cumbre de humanidad. Llegar a ser madre constituye una de las riquezas más sublimes del ser humano. Correspondientemente, sentirse hijo amado y poder decir de corazón “madre mía” es el fundamento y la condición de todo equilibrio y madurez humana.
Hacemos estas afirmaciones categóricas bien conscientes de lo que decimos. Pero hay que hacer dos advertencias. Primera, que hablamos aquí de “maternidad” en el sentido obvio de la mujer que da a luz a su hijo físicamente; pero también, sobre todo, como valor, en el sentido amplio, no menos real, de aquella persona (o grupo de personas) que, incluyendo maternidad física o sin ella, “hace de madre” espiritualmente. En segundo lugar, que aquí se cumple aquella ley, según la cual nada de lo más sublime de la vida humana, que lógicamente debe ser fuente de gozo y felicidad, puede excluir a priori el sufrimiento. Es preciso decirlo como advertencia para todos aquéllos que, llevados por una experiencia mala o por el deseo de huir de compromisos, piensan que maternidad es sinónimo de complicaciones, lágrimas y sufrimiento.
Necesitamos urgentemente profundizar en el misterio de la maternidad. Por diferentes motivos. El principal es que padecemos una crisis de maternidad en el sentido más profundo, una crisis que es origen de otras crisis personales y sociales. Otros motivos son circunstanciales, como por ejemplo el hecho de que la celebración del vigésimo quinto aniversario del documento episcopal Raíces cristianas de Cataluña, nos lleva a pensar en el seno que ha engendrado Cataluña. Y también la circunstancia del Adviento, en el cual celebramos el hecho de que la humanidad engendra, como madre, al Hijo de Dios hecho hombre.
No es difícil ver los vínculos que hay entre un motivo y otro. Si sufrimos una grave crisis de maternidad, no podremos esperar una revitalización de la sociedad catalana en fidelidad a su ser. Igualmente tenemos que decir que, habiendo perdido el sentido y el valor de la maternidad, no se podrá entender ni vivir el misterio cristiano, que tiene a la base el Dios encarnado.
La circunstancia política de unas elecciones autonómicas sitúa la cuestión de las raíces cristianas de Cataluña en la primera línea de actualidad. Pero nos basta a los cristianos hoy recordar que cualquier programa político, que ame Cataluña y quiera reavivar su identidad, tendrá que contar con el reto de superar la falta cultural de sentido de maternidad y afrontar el futuro desde la fidelidad a sus verdaderas raíces.
Lo que nos resulta irrenunciable a los cristianos es vivir el Adviento, sea en la política, sea en la lucha contra la crisis económica, sea en cualquier ámbito de la vida personal o comunitaria. Y nos conviene recordar uno de los pensamientos más impactantes y ricos que he podido encontrar en la literatura cristiana antigua, concretamente en textos medievales que beben de las fuentes patrísticas: el Antiguo Testamento (creación, pecado, historia de la humanidad bajo la Alianza, promesa...) es como el seno materno de Jesucristo.
- El Dios cristiano es el Dios arraigado en la humanidad.
- La humanidad creada y pura del paraíso, en María, ha llegado a ser el gran seno que engendra y da a luz al Hijo de Dios.
- Cada vez que una humanidad se deja tomar y purificar por Dios, su Espíritu arraiga en ella y nace Jesucristo.
Entre otros compromisos, podríamos hacer política y reavivar Cataluña con el espíritu del Adviento...