CAMINEO.INFO.- Creo que fue acertada la reflexión que hizo el P. José María Salaverri, marianista, sobre la visita del Papa al Reino Unido. Decía: “Me parece que el mejor resumen de la visita del Papa al Reino Unido lo ha hecho el premier inglés, David Cameron, cuando, despidiéndole, le dijo: ‘Gracias por habernos hecho sentar y pensar’”.
Muchos anunciaban un sonado fracaso de esta visita papal. La prensa insistía todos los días en el rechazo expresado por un grupo reducido de ciudadanos, que se manifestaban con insultos y burlas. Benedicto XVI se mostró con humildad y claridad, libre y respetuoso, inteligente y positivo. Porque la invitación que había recibido de las autoridades británicas, venía a ser como un ofrecimiento de un espacio, un asiento y un altavoz, para que pudiese hablar dentro el complejo mundo cultural, social, político y económico de esta sociedad europea y occidental. Y el Papa, como si dijese: “Pues bien, sentémonos, pensemos y hablemos”.
Independientemente de las opiniones de cada cual, sólo sentarse y pensar juntos, creo que es una de las grandes aportaciones que hoy puede hacer la Iglesia a nuestra atareada y ansiosa sociedad. Y es que ni nos sentamos en paz, ni hacemos nada para responder con inteligencia y seriedad a los interrogantes humanos más profundos. No digo que no pensamos, sino que no pensamos, o no queremos pensar, en aquello que está en las raíces de la vida. Y sin raíces no hay árbol, ni hojas, ni fruto.
Tenemos pues la Iglesia sentada en la mesa del diálogo del mundo. Interesa ahora ver cómo se sitúa ella y cómo la ven los otros. Faltando un mes para la visita, todos los días en los medios de comunicación le venía encima al Papa uno alud de informaciones, y acusaciones explícitas, a propósito de los pecados de la Iglesia, concretamente de los pecados de los eclesiásticos. Junto a reiteradas palabras pidiendo perdón, Benedicto XVI resumía lo que la Iglesia tenía que hacer con una frase:
“La Iglesia no ha de preocuparse tanto de mostrarse fuerte y atractiva, sino sobre todo de transparentar totalmente la persona y las palabras de Jesucristo”.
Palabras liberadoras y comprometidas a la vez. Liberadoras, porque invitan a desmarcarse de la obsesión esclavizante del juego mediático y político. Comprometidas, porque evidencian el gran reto de reproducir a Jesucristo hoy.
Recibimos al Papa en nuestra casa, que también es suya. Siempre habrá alguien que quiera interpretar esta visita como un gesto más de prepotencia. Pero nosotros, cuando estemos con él dedicando el templo de la Sagrada Familia, sentiremos algo muy distinto.
- Somos quienes se sientan en la mesa familiar, habiendo pensado y vivido el amor del Cristo.
- Somos los que no quieren hacerse propaganda, sino aceptar los propios errores y, como el maestro Gaudí, “reparar” los daños que hemos podido hacer.
- Somos aquellos que sueñan que toda nuestra sociedad y el mundo entero llegue a ser una sola familia.
Tal vez la multitud, los grandes espacios y los protocolos, lo pongan un poco difícil. Pero todos podemos hacer un esfuerzo para que la visita del Papa signifique un verdadero “encuentro de familia”, que reafirme nuestra fe y estreche los vínculos fraternos.
