CAMINEO.INFO.- Es una desgracia que tengamos una idea tan extraña del mundo de la mística. Pensamos que lo de la mística es algo exclusivo de unos cuantos elegidos, o tal vez de gente de psicología muy especial, y no una experiencia que esté al alcance del común de los mortales. Pero cuando Sta. Teresa de Jesús escribe, no lo hace pensando en un círculo de privilegiados, sino que se dirige a todos. Determinadas experiencias sí son dones particulares, que Dios concede a quien le parece; pero ella tenía bien claro que el gozo del trato directo y afectivo con Jesucristo está garantizado para todo el mundo que desee amarle de verdad.
A veces nos hemos preguntado por qué la modernidad dejó de lado los místicos. No era suficiente que algunos teólogos modernos, como por ejemplo uno, tan serio y racional como Karl Rahner, llamasen la atención sobre la necesidad de los místicos también hoy. Nuestro lenguaje “espiritual” moderno está lleno de ideas y pensamientos lógicos, o de llamamientos al compromiso moral, a la acción... Últimamente, coincidiendo con la necesidad posmoderna de consuelo y de serenidad, oímos mensajes de este estilo: “Dios te ama”, “Dios te libera”, “Él es tu lado, es tu descanso”... Unos mensajes que, según su verdad, podrían ser puerta de acceso a una auténtica experiencia mística. Pero se pueden interpretar de manera como si nos invitasen a quedarnos como estábamos, impidiéndonos dar el paso más decisivo: expresar y vivir nuestro amor concreto a Jesucristo.
Tal vez tengamos miedo o nos dé vergüenza mezclar el afecto con nuestros “profundos” pensamientos; o tenemos la manía de evitar dar una imagen de piedad demasiado sensible. Nos es más fácil pensar en Dios y hablar de Él, que “vivirlo”, dejándonos amar por Él y amándole de verdad.
“Que siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes... que amor saca amor”. “Que no es otra cosa oración (mental) –a mi parecer– sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.
Santa Teresa de Jesús hacía de estas palabras programa de vida y camino de verdadera alegría. Quien no lo conoce, no se puede imaginar que la mística sea realmente un verdadero espacio de libertad. La catedrática, especialista en literatura medieval, Victoria Cirlot, escribe: “La mística es la única respuesta a integrismos y fundamentalismos. Nada tiene de fanática. Es pura libertad interior, pura autenticidad. Es el reconocimiento tácito de la experiencia interior, individual y colectiva”.
- Quien sólo sabe y habla de Dios, su sabiduría y su discurso no pasan de ser una sombra lejana de la luz.
- Quien experimenta que Dios la ama insospechadamente y se da cuenta de que es para él la fuente inagotable de vida, alcanza el umbral de la verdadera alegría.
- Pero sólo quien responde a Dios con profunda humildad y agradecimiento, devolviéndole el amor del que es capaz, encuentra la libertad y el pleno gozo.
Nos dejamos acompañar por la plegaria de San Pablo: “Que seáis capaces de comprender el amor de Cristo; que lleguéis a comprender este amor que sobrepasa todo conocimiento y, así, os llenéis de toda la plenitud de Dios” (Ef 3.18-19).
