CAMINEO.INFO.- Empezamos el próximo miércoles el camino de preparación hacia la Pascua. Lo llamamos “Cuaresma”, incluye los cuarenta días que nos preparan espiritualmente para la celebración de la Pascua. El día está marcado por un rito muy sencillo pero muy expresivo en la tradición cristiana: la imposición de la ceniza.
Las palabras que dice el sacerdote, en el momento de imponer el signo de la ceniza en la frente o en la cabeza del fiel que la recibe, son muy expresivas. Las palabras tradicionales de este rito son un recuerdo constante de nuestra debilidad: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Palabras serias y nada engañosas, pero que nos recuerdan una verdad. Y por eso son palabras saludables para el espíritu, ya que nos recuerdan la fragilidad y la vanidad de tantas cosas que a menudo ocupan nuestra vida.
Sin embargo, después de la reforma conciliar, han pasado a ser más utilizadas estas otras palabras: “Convertíos y creed el Evangelio”. Esta frase del Evangelio es una invitación a “girarse” – ésta es la etimología de la palabra “conversión”-, a dirigir toda nuestra vida hacia Dios. La Cuaresma es sobre todo eso: un tiempo propicio para examinar nuestra fe, para profundizar en nuestra vocación de discípulos de Jesucristo.
He hallado un texto que quiere responder a la pregunta: “¿Qué es la Cuaresma?” y empieza así: “La Cuaresma es mirar a Jesús, mirar su rostro, aprenderse de memoria su fisonomía, entrañarla para que te sea natural, tuya, parte de tu historia”.
“La Cuaresma –añade este texto- consiste en subir hasta el Tabor, hasta el Calvario, andar desde el desierto hasta la Pascua, sin mirar atrás y sin perderse, superando el esfuerzo con la esperanza”.
La Cuaresma es un tiempo que invita al esfuerzo, al entreno, para expresarlo con términos deportivos. Los equipos deportivos, antes de los compromisos importantes en las competiciones, viven también unos días de concentración. En la Cuaresma, los cristianos somos invitados a concentrarnos y a entrenarnos en la fe, y a preguntarnos si damos la medida que Dios espera de nosotros.
Las tres acciones tradicionales de la Cuaresma son: la oración, el ayuno y la limosna. Las tres como expresión de nuestra fe. Una fe que en esta hora del mundo nos invita sobre todo a ser sobrios y solidarios con aquellos que sufren todo tipo de pobrezas, dificultades o disminuciones.
A las puertas de esta Cuaresma del año 2010, varias voces nos han recordado que la fe cristiana vive entre nosotros un invierno más duro que el invierno climático. Los vientos de la cultura actual tienden a enfriar nuestra fe. El Santo Padre Benedicto XVI, en su reciente viaje a la República Checa –el país europeo con menos fieles practicantes- afirmó que el futuro del cristianismo es el de una minoría activa: pequeños grupos, comunidades vivas que funcionen como sal y como levadura. Es muy cierto: si miramos a nuestro entorno con realismo, podemos tomar conciencia de que nuestra vocación de cristianos es la de una minoría creativa, consciente y abierta cordialmente a todos los que, con nosotros, quieran seguir el camino de Jesucristo, el camino que va desde el desierto y el Calvario hasta el gozo de la Pascua.