CAMINEO.INFO.- En este domingo inmediato a la fiesta de Navidad la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia y este día coincide también con la Jornada por la Familia y la Vida. Nadie pone en duda la importancia de esta cuestión, precisamente cuando también entre nosotros pretende imponerse a las conciencias la afirmación de que el aborto sería un derecho, a lo que la Iglesia no puede dejar de oponerse.
Cuando la Iglesia defiende la familia y la vida fácilmente se la acusa de intransigente y de querer condicionar desde sus creencias las leyes civiles. La Iglesia en la defensa de la familia y del derecho a la vida del no nacido ha mantenido siempre una actitud constante desde los mismos comienzos de su historia.
Si nos acercamos con un esfuerzo de objetividad a las posiciones de la Iglesia en estas tres importantes cuestiones –el matrimonio, la familia y la vida-, podemos comprender que constituyen un factor social muy positivo en orden al bien común.
Sin embargo, el punto de partida de nuestra defensa de la familia y de la vida ha de ser la luz que nos aporta nuestra fe. Este domingo de la Sagrada Familia, en la estela de la fiesta de Navidad, nos invita a contemplar la dimensión familiar en la que quiso venir al mundo y vivir la mayor parte de su vida Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre.
La familia es una dimensión importante de la vida de todo ser humano. La Sagrada Familia nos dice que la vida familiar es una realidad humana que quiso ser asumida por el Hijo de Dios. Y por esto queda iluminada por la fe. Valoremos la familia, pues, y no dudemos en hacerlo desde la mirada de la fe, pero con los ojos bien abiertos a sus valores humanos y a los frutos de esta institución a la vez divina y humana, querida y creada por Dios, y a la vez acreditada por sus buenos frutos en diversas culturas y en diversas religiones del mundo.
Y junto al matrimonio y la familia, hemos de insistir en el valor del respeto a la vida. En este sentido, ante la realidad de una mentalidad y unas disposiciones legales pro-abortistas, me parece necesario recordar un punto poco conocido de la última encíclica de Benedicto XVI: la encíclica sobre la doctrina social cristiana titulada Caritas in veritate. Me refiero a esta afirmación: “La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo”. “Cuando una sociedad –dice el Papa- se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación para esforzarse en el servicio al verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social” (n. 28).
El Papa afirma que la mentalidad antinatalista no es en realidad ni un progreso moral, ni cultural ni económico. ¿Quién se atrevería afirmar que los cientos de miles de abortos provocados cada año en los países desarrollados, por ejemplo de nuestro continente, son un progreso cuando Europa tiene un bajo índice de natalidad que sitúa a no pocos países por debajo del llamado “índice de reemplazo generacional”? Por eso, uno de los lemas de esta Jornada por la Familia y la Vida dice así: “El futuro de Europa pasa por la familia”.
En el número 44 de la encíclica social de Benedicto XVI se puede leer esta afirmación: “La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza moral y económica”. Por eso, sigue siendo una necesidad clara de esta hora la que Benedicto XVI nos indica a los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: proponer a las nuevas generaciones la hermosura del matrimonio, de la familia y de la acogida generosa de la vida, porque esto responde a las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona!