Los valores del continente africano

CAMINEO.INFO.- África representa un “inmenso pulmón espiritual” para “una humanidad que se presenta sumida en crisis de fe y de esperanza”. Con estas palabras abrió el Papa Benedicto XVI, el pasado 4 de octubre, la segunda asamblea especial del Sínodo de los Obispos para África, que se clausuró el pasado 25 de octubre también en Roma.

El Papa indicó que al hablar de los tesoros de África, se piensa de inmediato en los recursos que atesora su territorio que, desgraciadamente han sido, y en ocasiones siguen siendo motivo de explotación, de conflictos y de corrupción. “En cambio –subrayó Benedicto XVI-, la Palabra de Dios nos invita a considerar otro patrimonio: el espiritual y cultural, del que la humanidad anda aún más necesitada que de materias primas”.

El continente africano, en los valores humanos, es sin duda un pulmón para la humanidad por su sentido de Dios, por su sentido de la familia, por su respeto del valor de la vida, por su sentido de la solidaridad y de la comunidad. “Pero también ese pulmón puede enfermar”, dijo Benedicto XVI, el cual señaló dos peligrosas patologías que están atacándolo, como dos virus que lo están infectando.

El primero es una enfermedad que el Papa ve extendida ya por el mundo occidental: el materialismo práctico, combinado con el pensamiento relativista y nihilista. Utilizando otra imagen bien expresiva, dijo el Santo Padre: “Resulta indiscutible que el denominado ‘primer mundo’ ha exportado y está exportando residuos tóxicos espirituales que contagian a los pueblos de otros continentes, entre ellos especialmente a los africanos. En este sentido, el colonialismo, terminado ya en el plano político, no ha acabado nunca del todo”.

Un segundo virus que podría infectar también a África, es el fundamentalismo religioso, mezclado con intereses políticos y económicos. Benedicto XVI se refirió a “grupos que invocan diferentes pertenencias religiosas y que van extendiéndose por el continente africano; lo hacen en nombre de Dios, pero siguiendo una lógica opuesta a la divina, es decir, enseñando y practicando no ya el amor y el respeto a la libertad, sino la intolerancia y la violencia”.

Este Sínodo africano ha tenido poca resonancia en los medios de comunicación, aunque las nuevas tecnologías son una ayuda para aquellos que desean seguir informados sobre cuestiones religiosas. Las escasas imágenes que han aparecido en las pantallas televisivas nos han confirmado en un hecho muy esperanzador para el continente llamado, a pesar de sus sufrimientos, “el continente de la esperanza”: la Iglesia católica ha echado ya raíces entre los pueblos africanos y las diócesis tienen al frente unos obispos autóctonos, que pueden ayudar a la necesaria “inculturación” de la fe cristiana en la idiosincrasia de cada pueblo. Con ello, se evidencian los frutos de tantos misioneros y misioneras de nuestros países occidentales que, en el pasado y todavía en el presente, han entregado su vida para la causa de la evangelización y la promoción humana de aquel continente.

Impresiona ver cómo la Iglesia es a menudo el único apoyo para unos pueblos humillados, en especial para la infancia, que constituye una parte grande y, por desgracia, doliente de la población africana.

A la luz del Evangelio, los pobres han de ser nuestros maestros. Esto se cumple para nosotros desde este continente que Occidente a menudo ha empobrecido y olvidado. Y que, por desgracia, en gran medida todavía sigue olvidando.