CAMINEO.INFO.- El próximo domingo, en Roma, Benedicto XVI canonizará un grupo de cristianos que, en su tiempo y en las diversas circunstancias de sus vidas, fueron unos grandes testigos del Dios que es Amor para con todos, pero de una manera especial para los más pobres y desfavorecidos de este mundo. En este grupo está el padre Francesc Coll i Guitart, sacerdote dominico y fundador de la congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata, que continúan su carisma y que están presentes también en nuestra diócesis de Terrassa, por lo que de manera especial el próximo domingo nos unimos a ellas en la plegaria y en el gozo por la canonización de su fundador.
La vivencia de la fe cristiana constituye un bien para la persona, pero también es un bien para la sociedad. Esto se cumple de una manera muy especial en el padre Francesc Coll, que fue sobre todo un gran misionero de nuestra tierra.
Francesc Coll i Guitart nació en Gombrèn, municipio de la comarca del Ripollès, perteneciente a la diócesis de Vic el 18 de mayo de 1812. A los diez años ingresó en el seminario de Vic, donde cursó hasta los estudios de filosofía. A los 18 años ingresó en el convento de los dominicos de Girona, donde continuó los estudios hasta la exclaustración (1835), cuando la comunidad tuvo que dispersarse. Por entonces él todavía era diácono. Fue ordenado sacerdote en Solsona, en 1836, aunque él siempre se sintió dominico y vivió en profundidad el carisma de su orden.
Ejerció el ministerio parroquial en la diócesis de Vic; a pesar de las dificultades del momento para su apostolado, se sentía profundamente llamado a ser misionero en su tierra. Juntamente con San Antonio María Claret formaron un equipo, que se llamaba Hermandad Apostólica, con un ambicioso plan de evangelización de la sociedad por medio de los ejercicios espirituales, las misiones populares y las publicaciones religiosas. El padre Coll se valió mucho de la práctica del santo rosario en su apostolado.
Durante al menos diez años, el padre Coll recorrió las tierras catalanas como misionero popular. Después de las predicaciones, para las que estaba especialmente dotado, atendía a los fieles en el confesionario y visitaba a los enfermos y a los presos. Su nombre se hizo muy popular y venerado en las diversas comarcas catalanas.
Su actividad misionera por nuestras tierras le llevó al convencimiento de que uno de los principales servicios que podía ofrecer a la sociedad y al Pueblo de Dios consistía en la creación de una congregación dominicana. En el año 1856 su fundación, por las limitaciones a las actividades de las órdenes y congregaciones religiosas, tomó la forma de unas terciarias dominicas. Así nacieron las Hermanas Dominicas de la Anunciata, dedicadas de manera especial a la educación de la infancia y la juventud, con una especial dedicación a la educación de la juventud femenina, afectada entonces por numerosas carencias culturales y formativas.
El padre Coll, mientras las fuerzas físicas se lo permitieron, continuó predicando el Evangelio por las comarcas catalanas. Murió en Vic el año 1875. Ese gran evangelizador de nuestra tierra nos invita a todos consagrarnos, en las actuales circunstancias –que no son fáciles-, a dar testimonio, con obras y palabras, de Jesucristo y de su Evangelio.