CAMINEO.INFO.- Los religiosos que atendieron al santo Cura de Ars, Juan María Vianney, nos han dejado una crónica fidedigna de su muerte. El próximo martes, 4 de agosto, celebramos dies natalis, su nacimiento a la vida eterna. Nada de extraordinario señaló las últimas horas del Cura de Ars. “Estaba muy debilitado, declaró el hermano Atanasio: no pronunció ninguna palabra que se pudiera oír; escuchaba con gusto las exhortaciones que le dirigían. Su muerte fue sencilla y humilde como su vida”.El hermano Jerónimo, que hasta el fin ejerció con él el oficio de enfermero, declaró lo que sigue: “El siervo de Dios murió el jueves, a las dos de la madrugada, el 4 de agosto de 1859, sin agonía y sin violencia, habiendo conservado su conocimiento hasta el último aliento”. A quien le había dicho pocas horas antes que se curaría, le respondió: “No amigo mío, es mi pobre fin”.
Se cumplen 150 años de la muerte del santo Cura de Ars y el Papa Benedicto XVI ha escogido esta conmemoración para proponer a toda la Iglesia católica la celebración de un Año Sacerdotal, que él mismo abrió el pasado 19 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación de los sacerdotes.
Desde el primer momento en que propuso esta iniciativa, el Papa ha expresado con claridad su intención, el objetivo de este Año Sacerdotal: renovar la espiritualidad del sacerdote, que es la condición para la misma fecundidad de su ministerio. Lo ha ratificado en la carta para la convocación de esta conmemoración en la que dice en sus primeras líneas: “Este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”.
El Papa recuerda que el santo Cura de Ars repetía con frecuencia esta frase: “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”. Los sacerdotes fieles son un gran bien no sólo para la Iglesia, sino también para toda la humanidad. Benedicto XVI recuerda el primer párroco con el que comenzó su ministerio de joven sacerdote para honrar a “todos los sacerdotes comprometidos generosamente en el ejercicio cotidiano de su ministerio sacerdotal”.
Sin embargo, el Papa no deja de reconocer que “también hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de alguno de sus ministros. En estos casos, es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros como renovar el reconocimiento de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de pastores generosos”. El lema escogido por el Papa para el Año Sacerdotal es claro: “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”.
Aquel humilde párroco de Ars, que como seminarista tenía muchas dificultades con el latín y en cuya cabeza entraban con dificultad la teología especulativa, en la vida religiosa era un hombre tocado por el dedo de Dios, y por ello pudo llegar a ser ordenado sacerdote. Era humilde ciertamente, pero también era consciente de ser un don para la gente, por lo que llegó a decir: “Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”.
El próximo curso pastoral nuestra diócesis secundará este Año sacerdotal con diversas iniciativas, pensando en la espiritualidad de los sacerdotes y en las vocaciones sacerdotales, ya florecientes gracias a Dios, en nuestro amado Seminario diocesano. Oremos ya desde ahora por estas intenciones.