El pasado 23 de septiembre, con ocasión del cincuenta aniversario de las riadas que causaron muerte y destrucción en diversas poblaciones del Vallés, nos congregamos en nuestra catedral para celebrar la Eucaristía en memoria y sufragio de las víctimas. Participó en dicho acto una amplia representación de la sociedad civil tarrasense y diocesana, con la presencia de las primeras autoridades municipales y los responsables de los beneméritos cuerpos de seguridad y de los cuerpos de bomberos, que muy a menudo nos dan ejemplo de generosidad y de heroísmo en momentos de desgracias. En otras ciudades también se hizo semejante celebración.
En aquel acto litúrgico dije que la entrega y la firmeza de los tarrasenses y de las personas de otras poblaciones afectadas fue un ejemplo para el mundo en aquellos días de dolor. Por ello deseo recordar de nuevo hoy el hecho pero en la perspectiva de un futuro de esperanza. Aquel desastre fue también el inicio de una gran y significativa obra de reconstrucción, que hizo latir como un solo corazón a gente muy diversa de nuestra sociedad, todos bien unidos. Este es el otro mensaje que nos deja el recuerdo de aquellos hechos.
Aquel día, recordando mis ya lejanos estudios universitarios de Sicología mencioné que en esta materia existe un concepto muy adecuado para explicar esta lucha y reconstrucción. Es la llamadaresiliencia. Se refiere a la capacidad de las personas para sobreponerse a los contratiempos, la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, adaptarse, superarla e, incluso, salir fortalecidos de las dificultades. No es sólo resistir ante ellas sino que comporta firmeza en la resistencia y capacidad de hacernos mejores y más fuertes.
La resiliencia es la capacidad que tiene el individuo de mantenerse en pie ante las adversidades , con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones que permiten avanzar a contracorriente y superarlas. La resiliencia distingue dos componentes: la resistencia ante la destrucción y la capacidad de forjar un comportamiento vital positivo y ello a pesar de las circunstancias difíciles.
Sobre dicho fundamento, con esta firme esperanza, se puede construir y se puede reconstruir. Tarrasa y las demás poblaciones afectadas fueron reconstruidas con las ayudas que también llegaron del exterior, pero sobretodo gracias a la fe de sus ciudadanos que vivieron animados por un espíritu de auténtica solidaridad, por la voluntad de dar un futuro a las personas, a las familias, a la ciudad y a otras poblaciones, un futuro de libertad, de paz y de prosperidad.
La historia de la formación y el desarrollo de nuestras ciudades y pueblos guarda relación con la fe, con la vida y con el trabajo de nuestros antepasados a quienes recordamos especialmente estos días de los inicios del mes de noviembre. Dicho tesoro e vida ha sido puesto a prueba en diferentes momentos de nuestra historia, pero las dificultades han sido siempre superadas viviendo como un pueblo unido, en fidelidad a nuestra historia y a nuestra cultura.
También ahora vivimos un momento especialmente delicado a causa de la crisis económica que sitúa a muchas personas y familias en una situación muy dura y dolorosa. Que no nos falte, ahora también, la firmeza para superar las dificultades y, puesta nuestra confianza en Dios, abrir nuevos caminos de paz, de convivencia y de solidaridad.