CAMINEO.INFO.- A principios del pasado mes de julio participé en un Encuentro Europeo de Vocaciones, celebrado en la ciudad de Roma. Estaba organizado por el Servicio Europeo de Vocaciones (SVE), que es una federación internacional de los servicios de vocaciones de los países europeos, bajo los auspicios del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas. Este Servicio fue establecido formalmente en Lubiana (Eslovenia) en 1999, pero sus orígenes se encuentran en las reuniones sobre temas vocacionales que los servicios de Francia, Bélgica, Suiza y Alemania, comenzaron a organizar a principios de los noventa.
Un momento importante en el desarrollo del SVE fue el Congreso Europeo de Vocaciones celebrado en Roma en 1997. El documento Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa, es el fruto de aquel congreso. El documento hace hincapié en la responsabilidad de toda la iglesia en orden a la creación de una cultura de la vocación, en la que cada persona sea ayudada para reconocer la llamada de Dios, que va de la mano con el don de la vida misma. Esta cultura de la vocación es la base sobre la que se puede llevar a cabo un trabajo serio de pastoral vocacional invitando a las personas concretas a plantearse su vocación específica, ya sea el sacerdocio, la vida religiosa, el matrimonio cristiano, y otras formas de especial consagración.
Lo más interesante de estos encuentros está en la convivencia, el compartir experiencias, iniciativas, y también en el consuelo mutuo ante las dificultades del momento presente. También resulta interesante conocer las realidades y situaciones de otros países. En la comida que compartí el primer día, por ejemplo, escuché de labios de monseñor Wojciech Polach, obispo auxiliar de Gniezno (Polonia) y coordinador del encuentro, que en Polonia actualmente hay alrededor de 6.000 seminaristas. El Padre Jean-Pierre Le Roy, jefe de la Oficina de Vocaciones de la Conferencia Episcopal de Bélgica, nos explicó que en su país este año habían tenido unos 60. Yo les comenté que en España este año la cifra era de 1237.
El Santo Padre Benedicto XVI, nos recibió en audiencia el sábado 4 de julio. En su alocución glosó la parábola del sembrador, y de su parlamento recuerdo sobre todo dos ideas. La primera, una exhortación a la confianza y a la esperanza, a la siembra incesante del evangelio de la vocación en el corazón de los jóvenes, que son el terreno receptor de la semilla. El corazón de los jóvenes de hoy nos puede parecer a veces desorientado y confuso, pero es capaz de contener energías para la donación, para la entrega generosa, después del encuentro con el Señor, después de escuchar su llamada. Ahí tendremos que estar atentos para acompañar, para educar, para ayudar a discernir.
En segundo lugar, una actitud por parte de quienes trabajan en la pastoral vocacional: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo, pero si muere produce un fruto abundante" (Jn 12,24). El Papa nos subrayó que aquí radica la verdadera fecundidad de la pastoral vocacional en la Iglesia: "como Cristo, el sacerdote y el animador debe ser “grano de trigo" que renuncia a sí mismo para hacer la voluntad del Padre, que sabe vivir fuera del tumulto y del ruido; que renuncia a buscar el protagonismo y el culto a la imagen que hoy en día a menudo se convierten en los criterios e incluso la meta de la vida en gran parte de nuestra cultura, y atraen a muchos jóvenes ". Que el Señor nos ayude en este empeño.