Cuando ya estamos en pleno verano, en la proximidad de la fiesta de San Cristóbal (10 de julio), patrono y protector de los automovilistas, la Iglesia celebra una de sus jornadas anuales: la de responsabilidad en el tráfico. Se celebra este domingo, y este año tiene un lema muy profundo, que dice así: “La gloria de Dios es la vida del hombre. Cuídala al volante”.
La frase “La gloria de Dios es la vida del hombre”, es la traducción de una frase latina, lapidaria y bellísima, de San Ireneo, mártir y obispo de Lyon, aunque él procedía de Oriente. “Gloria Dei homo vivens”, indicando que Dios quiere que el hombre viva y que respetarle la vida es la manera de la manera de dar realmente gloria a Dios, porque es cumplir su voluntad sobre la humanidad.
Todo este tema arranca del quinto mandamiento del decálogo: “No matarás” (Ex 20,13), mandamiento que Jesús retoma en el Sermón de la Montaña, insistiendo en el respeto que merece toda persona y en que no hay que usar la violencia contra su integridad o contra su buena fama (Mt 5, 21-22).
Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica al hablar del quinto mandamiento, “la vida humana es sagrada porque, desde su origen, supone la acción creadora de Dios y siempre se mantiene en una relación especial con el Creador, su único fin. Sólo Dios es el dueño de la vida desde su comienzo hasta su término: nadie, en ninguna circunstancia, puede reivindicar para él el derecho de destruir directamente un ser humano inocente”.
Las palabras añadidas a la famosa frase de San Ireneo nos indican la aplicación actual al tráfico rodado. “Cuídala al volante”, es decir: sé un protector, un cuidador de la vida, -tuya y de los demás- cuando estés al volante, cuando estés conduciendo un vehículo. También cuando circules como peatón por las calles, carreteras y rutas.
El año 2007, el Pontificio Consejo para los Migrantes –uno de los organismos de la Santa Sede- publicó un texto de 40 páginas, que proponía estos diez mandamientos del buen conductor:
1. No matarás.
2. Que la ruta sea para ti un instrumento de comunión entre las personas, y no un peligro mortal.
3. Que la cortesía, la corrección y la prudencia te ayudan a afrontar las situaciones imprevistas.
4. Sé caritativo y ayuda al prójimo en situación de necesidad, en especial si es víctima de un accidente.
5. Que el automóvil no sea para ti un instrumento de poder, de dominación y una ocasión de pecado.
6. Convence con caridad a los jóvenes y a los menos jóvenes que no conduzcan, cuando no están en condiciones de hacerlo.
7. Apoya a los familiares de las víctimas de accidentes.
8. Favorece en el momento oportuno el encuentro entre la víctima y el automovilista culpable, a fin de que puedan vivir la experiencia liberadora del perdón.
9. En la carretera, protege al más débil.
10. Siéntete, tú mismo, responsable de la vida de los demás.
En resumen, se trata de humanizar el tráfico y de hacer que se respete el primero de los derechos humanos, el respeto a la vida.