CAMINEO.INFO.- El pasado 29 de noviembre se cumplieron 25 años del Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile. Hoy es momento de celebrarlo con gratitud por todo lo que ello significó en el camino de dos Naciones hermanas. Las circunstancias, para quienes las hemos vivido y recordamos, habían llegado a un punto que parecía inevitable una guerra, que hubiera sido un acto irracional y de debilidad política para resolver un diferendo. Recuerdo que la firmeza de algunas posturas iba engendrando actitudes que nos alejaban de la búsqueda de un entendimiento pacífico. Todas las instancias de relación directa entre nuestros países aparecían como agotadas. La guerra era el camino hacia el cual nos encaminábamos. Fue un momento de movimiento de tropas, formadas por nuestros jóvenes, y de armamentos para algo que, se decía, era inevitable. Es en este momento, precisamente, cuando aparece el camino de la paz como una pequeña luz.
Con motivo de esta conmemoración los obispos decíamos en una reciente declaración: “Los argentinos y chilenos nunca agradeceremos suficientemente a Dios haber evitado la demencia de la guerra y mantenido el don de la paz. Puede ser que todavía no hayamos medido de manera cabal el abismo en el cual estuvimos a punto de caer. E incluso que no hayamos valorado en plenitud los amplios campos que se han abierto para la cooperación e integración de nuestros pueblos, y cuánto podemos aún beneficiarnos” (CEA 11-11-09). Mons. Carmelo J. Giaquinta ha escrito un libro sobre este tema, basado en documentos y testigos directos, en el que muestra cómo se gestó y se llevó a cabo la mediación de Juan Pablo II. Considero a esta obra como un texto imprescindible para conocer las personas, circunstancias y acontecimientos que nos permitieron arribar a este Tratado ejemplar de Paz y Amistad.
En esta gestión, junto al Santo Padre y al Cardernal Antonio Samoré, adquiera una importancia decisiva la gestión de nuestro Cardenal Primatesta. Los testigos de esta historia cuentan los viajes y las llamadas telefónicas del Cardenal con el Santo Padre pidiendo la mediación, como así también con las autoridades del país, hasta lograr su aceptación. Fue un hombre que conoció la gravedad del momento y actuó con la urgencia y responsabilidad que se requería. Como Obispo tuvo la mirada y sabiduría de un verdadero estadista. Su gestión y su persona ya forman parte de los grandes hechos que hacen a nuestra historia. Por ello nos pareció un acto de justicia en la citada declaración, afirmar: “queremos hacer memoria de los obispos chilenos y argentinos, en especial del Cardenal Raúl F. Primatesta, los cuales, valorando el inestimable bien de la Paz, lograron con santa obstinación abrir el único camino que quedaba para preservarla: la mediación del Papa”. Gracias Cardenal Raúl Francisco Primatesta.
Reciban de su Obispo, junto a mis oraciones, mi bendición.